EN MISA V JORNADA MUNDIAL DE LOS POBRES EL PAPA FRANCISCO PROCLAMA QUE LOS CRISTIANOS DEBEN ORGANIZAR LA ESPERANZA
CIUDAD DEL VATICANO (14 Noviembre 2021).- No demos vuelta la cara ante los débiles, sino actuemos para aliviarles el sufrimiento, comprometiéndonos social y políticamente. En la misa de la V Jornada Mundial de los Pobres, celebrada en la Basílica de San Pedro, el Papa pidió a los cristianos que sean convertidores del bien.
La historia está marcada por las tribulaciones, la
violencia, el sufrimiento y las injusticias que hieren, oprimen y aplastan a
los pobres, "los eslabones más frágiles de esta cadena", a la espera
de una liberación que parece no llegar nunca. En su homilía de la misa con
motivo de la V Jornada Mundial de los Pobres en la Basílica de San Pedro,
Francisco pidió a todos los cristianos que no se aparten de los más débiles y
habló de los dos aspectos de la historia: el dolor de hoy y la esperanza de
mañana, las dolorosas contradicciones de la realidad humana, por un lado, y el
futuro de la salvación en el encuentro con el Señor, por otro.
“La Jornada Mundial de los Pobres, que estamos celebrando,
nos pide que no miremos hacia otro lado, que no tengamos miedo de mirar de
cerca el sufrimiento de los más débiles.”
Es el Evangelio el que nos ayuda a comprender la
existencia de estas personas, cuyas vidas están oscurecidas por la soledad,
cuyas expectativas se han apagado y cuyos sueños han caído en la resignación:
“Todo ello debido a la pobreza a la que a menudo se
ven abocados, víctimas de la injusticia y la desigualdad de una sociedad del
descarte, que corre velozmente sin verlos y los abandona sin escrúpulos a su
suerte.”
Los
cristianos curen el dolor de hoy
En el dolor de hoy, sin embargo, florece la esperanza
del mañana, de cuando Jesús se hace cercano, lo que no es sólo "una
promesa del más allá", explica el Papa, sino algo que "crece ya dentro
de nuestra historia herida; todos tenemos el corazón enfermo, se abre paso
entre las opresiones e injusticias del mundo". De ahí la indicación
fundamental a los cristianos, ante esta realidad, de "alimentar la
esperanza de mañana curando el dolor de hoy", dos aspectos ligados,
reitera, porque "si no avanzas curando el dolor de hoy difícilmente
tendrás la esperanza de mañana".
“La esperanza que nace del Evangelio, en efecto, no
consiste en esperar pasivamente que las cosas mejoren mañana, esto no es posible,
sino en concretar hoy la promesa de salvación de Dios. Hoy, todos los días. La
esperanza cristiana no es, en efecto, el optimismo dichoso, o más bien diría el
optimismo adolescente, de los que esperan que las cosas cambien y mientras
tanto siguen haciendo su vida, sino que es construir cada día, con gestos
concretos, el Reino de amor, de justicia y de fraternidad que inauguró Jesús.”
La esperanza cristiana, continúa, "no ha sido
sembrada". La esperanza cristiana, por ejemplo, no fue sembrada por el
levita y el sacerdote que pasaron junto al hombre herido por los ladrones, no.
La sembró un extraño, un samaritano que se detuvo e hizo el gesto. Y hoy es
como si la Iglesia nos dijera: "Detente y siembra esperanza en la pobreza.
Acércate a los pobres y siembra esperanza". Su esperanza, tu esperanza y
la esperanza de la Iglesia.
Por eso se pide a los fieles que sean, en medio de las
ruinas cotidianas del mundo, constructores incansables de esperanza; que sean
luz mientras el sol se oscurece; que sean testigos de compasión mientras la
distracción reina alrededor; que sean presencias atentas en medio de la
indiferencia generalizada y que sean testigos de compasión:
“Nunca podremos hacer el bien sin pasar por la
compasión. A lo sumo haremos cosas buenas, pero que no tocan el camino
cristiano porque no tocan el corazón. Lo que nos llega al corazón es la
compasión: nos acercamos, sentimos compasión y hacemos gestos de ternura.
Precisamente al estilo de Dios: cercanía, compasión y ternura. Esto es lo que
nos pide hoy.”
Es
necesario organizar la esperanza
No hay que limitarse a la esperanza, sino que hay que
organizar la esperanza: así lo indicó el "Obispo cercano a los
pobres" Don Tonino Bello, a quien Francisco cita como ejemplo para instar
a "opciones y gestos concretos de atención, justicia, solidaridad, cuidado
de la casa común", sin los cuales "no se pueden aliviar los
sufrimientos de los pobres, no se puede convertir la economía del descarte que
los obliga a vivir en la marginalidad, no pueden florecer sus expectativas".
“A nosotros, especialmente a los cristianos, nos
corresponde organizar la esperanza: esa hermosa expresión de Tonino Bello,
organizar la esperanza, traducirla en la vida concreta de cada día, en las
relaciones humanas, en el compromiso social y político. Me hace pensar en la
labor que hacen muchos cristianos con las llamadas obras de caridad, la labor
de la Limosnería Apostólica: pero ¿qué se hace ahí? La esperanza está
organizada. No das una moneda, no: organizas la esperanza. Esta es una dinámica
que la Iglesia nos pide hoy.”
Que
los cristianos sean convertidores del bien
Es gracias a la ternura, a la compasión que lleva a la
ternura, que puede brotar la esperanza y aliviarse el dolor de los pobres,
superando las cerrazones, las rigideces interiores que, hoy, son la tentación,
indica el Papa, "de los restauracionistas que quieren una Iglesia toda
ordenada, toda rígida: esto no es del Espíritu Santo". Y debemos superar
esto, y hacer que la esperanza brote en esta rigidez. Y también depende de
nosotros superar la tentación de preocuparnos sólo de nuestros problemas, de
conmovernos con las tragedias del mundo, de compadecernos del dolor". Por
ello, los cristianos están llamados a ser como las hojas, "a absorber la
contaminación que nos rodea y transformarla en bien":
“No hace falta hablar de los problemas, polemizar,
escandalizarse -todos sabemos hacerlo-; hay que imitar a las hojas, que
discretamente transforman el aire sucio en aire limpio cada día. Jesús quiere
que seamos "convertidores del bien": personas que, inmersas en el
aire pesado que todos respiran, respondan al mal con el bien (cf. Rm 12,21).
Personas que actúan: parten el pan con los hambrientos, trabajan por la
justicia, levantan a los pobres y les devuelven su dignidad, como hizo aquel
samaritano.”
La Iglesia, concluye Francisco, es bella, evangélica y
joven una iglesia que sale de sí misma. Joven es el adjetivo que el Papa
subraya, para decir que es la juventud la que siembra esperanza. Esta es una
iglesia profética, cuando lleva una mirada de esperanza al mundo y mira con
ternura a los pobres, "con cercanía, con compasión, sin juzgarlos".
"Seremos juzgados... Porque allí, en medio de ellos, está Jesús; porque
allí, en ellos, está Jesús, que nos espera".
Por FRANCESCA
SABATINELLI/Vatican News
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