EN UN MEMORIAL PRIVADO EN HAITÍ MANTIENEN RECUERDOS DE LOS DESAPARECIDOS EN TERREMOTO DEL 12 DE ENERO DEL 2010

PUERTO PRÍNCIPE, Haití (12 Enero 2022).- 11 de enero de 2022, Hotel Montaña. Son las 10:36 a.m. El memorial erigido en memoria de los fallecidos en el hotel hace 12 años en el terremoto del 12 de enero está abierto, como siempre.

 

El sitio está inundado de rayos de sol que atraviesan un cielo azul claro, destetado de nubes.

 

Los cuatro bancos en los que se han sentado los familiares para un momento de meditación, de derramamiento de un remanente de lágrimas, de inmersión en viejos recuerdos… están vacíos. El silencio, por momentos, parece ser en este lugar el único testigo del paso del tiempo, del polvo, de la condición a la que debe volver el hombre.

 

Los segundos están muriendo. Una brisa fresca de las alturas de Pétion-Ville sopla suavemente, meciendo los árboles y acariciando las largas ramas de caoba, de media hoja, sobre las que saltan y cantan los pájaros.

 

Entre la campana y el nenúfar, en medio del memorial, se alza una cámara acorazada, un tronco de árbol sobre el que casi hemos "injertado" plantas, orquídeas y hemos dejado huellas.

 

Una pulsera, un rosario, una cadena con un colgante de corazón y una foto. La captura de un momento de la vida es la de un hombre, de unos sesenta años, con un hermoso bigote, con una copa de vino tinto en la mano.

 

Sobre su hombro, la mano de una mujer, morena, de pelo corto, amplia sonrisa y ojos chispeantes de vida que fijan, tras sus gafas, el objetivo de la cámara. Sobre una pieza de cerámica está inscrito Haití, el grabado de un pequeño corazón azul roto y un nombre: Jim Birch (1959-2010). Él también se dejó llevar ese día, como Britney Gengel, nacida en 1990. Tenía treinta años. Los homenajes son anónimos. La tristeza común a quienes han perdido a un ser querido,                        

 

Más temprano en la mañana, en otro memorial privado, en la Universidad Quisqueya, en Turgeau, hay otros nombres y siempre para recordar. De bòs Job, bòs Toutou, Insley Calixte, Taïna Charles, Réginald Jean, Guillaume Louis, Pierre-Richard René, Lyndsay Ulyss, Wilfrid Atismé, Robenson Canger, Hachelette Jérôme, Claudy Joseph, de Gesline Laguerre, de Obicson Lilite, de Odeline Morcy y por Valcin Vibran. Sus nombres están inscritos en la entrada del memorial, que hombres y mujeres limpian ante la mirada de Edwidge Henry, rectora de la Universidad Quisqueya.

 

 “Como siempre, todos los años, hacemos una pequeña ceremonia, una misa de recuerdo. Será con los padres de Santa Cruz. Son cuatro personas de esta congregación que fallecieron aquí el 12 de enero de 2010”, dijo al Nouvelliste el rector de la Universidad Quisqueya, Jacky Lumarque. "Es absolutamente importante mantener viva esta memoria", dijo, agradecido al pintor Franck Louissaint -que ya no es de este mundo- autor de dos magníficos frescos.

 

Uno con estas siluetas blancas, estas almas que parten y el otro celebrando la vida, el niño en gestación, la conquista del saber que continúa y lo mejor por venir, por construir. Como un continuo en un pequeño cartel colgado en una sección de la pared de este memorial, el poeta Paul Éluard habla de esperanza: “La noche nunca es completa; siempre hay un sueño que vela, una mano tendida, ojos atentos, una vida; vida para compartir. »En palabras de Borigo Diop, escritor y poeta senegalés, otras palabras desfilan. “Los que murieron nunca se fueron, están en el vientre de la mujer, están en el niño que llora, y en la tea que enciende (…)”, leemos en este memorial privado, como el del hotel Montana, el construido por el Fokal donde guardamos la memoria de nuestros muertos. Más de 200.000, según cifras oficiales. Muchas de estas víctimas fueron enterradas en fosas comunes en Titanyen, donde el Estado, a través del Ministerio de Cultura, ha construido su propio memorial.      




Fuente: LE NOUVELLISTE

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