"LA PALABRA DE DIOS NOS CAMBIA, MIENTRAS QUE LA RIGIDEZ NOS ESCONDE": PAPA FRANCISCO EN LA CELEBRACIÓN DEL DOMINGO DE LA PALABRA
CIUDAD DEL VATICANO (23 Enero 2022).- En la celebración del Domingo de la Palabra, el Papa Francisco recordó que la misión de cada uno de nosotros es "ser anunciadores creíbles y profetas de la Palabra en el mundo", ya que esta "revela la novedad de Dios y nos lleva a amar a los demás sin cansarse".
El Pontífice pidió también que volvamos a poner la
Palabra "en el centro de la pastoral y de la vida de la Iglesia",
escuchándola, rezando con ella, poniéndola en práctica y dejando atrás "la
rigidez que nos esconde".
La mañana del 23 de enero, el Papa Francisco presidió
la santa Misa en la Basílica de San Pedro con ocasión de la celebración del
Domingo de la Palabra de Dios: una
Jornada que el Pontífice estableció el 30 de
2019, con la firma de la Carta apostólica en forma de «Motu proprio»
Aperuit illis, con el fin de resaltar la presencia del Señor en la vida de
todos los fieles.
En su homilía el Santo Padre reflexionó sobre la
liturgia del día destacando que en el centro de la vida del pueblo santo de
Dios y del camino de la fe "no estamos nosotros", con nuestras
palabras; sino Dios con su Palabra:
“Todo comenzó con la Palabra que Dios nos dirigió. En
Cristo, su Palabra eterna, el Padre «nos eligió antes de la creación del mundo»
(Ef 1,4)”
En este sentido, el Papa invitó a los fieles a tener
la mirada fija en Jesús, acogiendo su Palabra y se detuvo en dos aspectos de
ella que están unidos entre sí: "la Palabra revela a Dios y la Palabra nos
lleva al hombre".
La
Palabra revela a Dios
En primer lugar, la Palabra revela a Dios -explicó
Francisco- subrayando que Jesús, al comienzo de su misión, anuncia una opción
concreta: ha venido para liberar a los pobres y oprimidos (cf. v. 18):
“De este modo, precisamente por medio de las
Escrituras, nos revela el rostro de Dios como el de Aquel que se hace cargo de
nuestra pobreza y le preocupa nuestro destino. No es un tirano que se encierra
en el cielo, sino un Padre que sigue nuestros pasos. No es un frío observador
indiferente e imperturbable, sino Dios con nosotros, que se apasiona con
nuestra vida y se identifica hasta llorar nuestras mismas lágrimas”
Asimismo, el Obispo de Roma hizo hincapié en que
nuestro Padre, "no es un dios neutral e indiferente", sino "el
Espíritu amante del hombre, que nos defiende, nos aconseja, toma partido a
nuestro favor, se involucra y se compromete con nuestro dolor." Y
precisamente esta es "la buena noticia" (v. 18) que Jesús proclama
ante la mirada sorprendida de todos: "Dios es cercano y quiere cuidar de
mí, de ti, de todos. Quiere aliviarte de las cargas que te aplastan, quiere
caldear el frío de tus inviernos, quiere iluminar tus días oscuros, quiere
sostener tus pasos inciertos. Y lo hace con su Palabra".
Para convertirnos debemos partir de la Palabra
Continuando con su alocución, el Papa exhortó a
preguntarnos: "¿llevamos en el corazón esta imagen liberadora de Dios, o
pensamos que sea un juez riguroso, un rígido aduanero de nuestra vida? y ¿Qué
rostro de Dios anunciamos en la Iglesia, el Salvador que libera y cura o el
Temible que aplasta bajo los sentimientos de culpa?
Cuestiones
fundamentales -afirmó Francisco- que nos recuerdan que para convertirnos al
Dios verdadero, Jesús nos indica de dónde debemos partir: "de la
Palabra" ya que "ella, contándonos la historia del amor que Dios
tiene por nosotros, nos libera de los miedos y de los conceptos erróneos sobre
Él, que apagan la alegría de la fe, nutre y renueva la fe".
De ahí la petición del Obispo de Roma para cada uno de
nosotros: "¡Volvamos a ponerla en el centro de la oración y de la vida
espiritual!".
La
Palabra nos lleva al hombre
Analizando el segundo aspecto: la Palabra nos lleva al
hombre, el Pontífice puntualizó que justamente cuando descubrimos que Dios es
amor compasivo, vencemos la tentación de encerrarnos en una religiosidad sacra,
que se reduce a un culto exterior, que no toca ni transforma la vida.
"La Palabra nos impulsa a salir fuera de nosotros
mismos para ponernos en camino al encuentro de los hermanos con la única fuerza
humilde del amor liberador de Dios. De este modo nos revela cuál es el culto
que más agrada a Dios: hacernos cargo del prójimo".
Otro de los
puntos indicados por Francisco fue el hecho de que "la Palabra de Dios nos
cambia" mientras que "la rigidez nos esconde".
"Y lo hace penetrando en el alma como una espada
(cf. Hb 4,12)", porque, "por una parte consuela, revelándonos el
rostro de Dios, y por otra, provoca y sacude, mostrándonos nuestras
contradicciones, poniendo en crisis esas justificaciones nuestras que siempre
hacen depender aquello que no funciona del otro o de los otros".
Por eso -aseveró- nos invita a salir al descubierto, a
no escondernos detrás de la complejidad de los problemas, detrás del “no hay
nada que hacer” o del “¿qué puedo hacer yo?”. Nos exhorta a actuar, a unir el
culto a Dios y el cuidado del hombre.
Preguntémonos,
¿Somos una Iglesia dócil a la Palabra?
Finalmente, el Papa propuso plantearnos interiormente
varias preguntas centrales en la vida como creyentes y miembros de la Iglesia:
"¿Queremos imitar a Jesús, ser ministros de
liberación y de consolación para los demás? ¿Somos una Iglesia dócil a la
Palabra; una Iglesia con capacidad de escuchar a los demás, que se compromete a
tender la mano para aliviar a los hermanos y las hermanas de aquello que los
oprime, para desatar los nudos de los temores, liberar a los más frágiles de
las prisiones de la pobreza, del cansancio interior y de la tristeza que apaga
la vida?".
Seamos
anunciadores creíbles
Antes de concluir, Francisco recordó que en esta
celebración, fueron instituidos lectores y catequistas, quienes están llamados
a la tarea importante "de servir el Evangelio de Jesús, de anunciarlo para
que su consuelo, su alegría y su liberación lleguen a todos".
"Esta es también la misión de cada uno de
nosotros: ser anunciadores creíbles, profetas de la Palabra en el mundo. Por
eso, apasionémonos por la Sagrada Escritura. Dejémonos escrutar interiormente
por la Palabra, que revela la novedad de Dios y nos lleva a amar a los demás
sin cansarse", dijo el Papa, pidiendo nuevamente que "¡volvamos a
poner la Palabra de Dios en el centro de la pastoral y de la vida de la
Iglesia!, escuchándola, rezando con ella y poniéndola en práctica".
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