"LA VIDA ES UN DERECHO, NO LA MUERTE, QUE DEBE SER ACOGIDA NO SUMINISTRADA": EL PAPA FRANCISCO
CIUDAD DEL VATICANO (9 Febrero 2022).- En la catequesis de la audiencia general dedicada a San José, patrono de la "buena muerte", el Santo Padre agradece por los progresos de la medicina en los cuidados paliativos para acompañar el final de la vida, recordando que la eutanasia y el suicidio son “inaceptables”.
En la catequesis de la audiencia general del segundo
miércoles de febrero, el Papa Francisco continuó profundizando sobre la figura
de San José, centrándose hoy en la devoción especial que el pueblo cristiano
siempre ha tenido por él como “patrono de la buena muerte”, considerando que
“José murió en presencia de la Virgen María y de Jesús”.
Una devoción aconsejada por el Papa Benedicto XV hace
un siglo, recuerda Francisco, en su Motu proprio Bonum sane, en el que animaba
pías prácticas en honor de San José a favor de los moribundos.
El Pontífice inició su reflexión afirmando que nuestra
relación con la muerte no se refiere nunca al pasado, sino siempre al presente.
“La llamada cultura del ‘bienestar’ – evidenció - trata de eliminar la realidad
de la muerte, pero de forma dramática la pandemia del coronavirus la ha vuelto
a poner en evidencia. Muchos hermanos y hermanas han perdido a personas
queridas sin poder estar cerca de ellas, y esto ha vuelto la muerte todavía más
dura de aceptar y de elaborar”.
La
fe ayuda a afrontar la muerte
A pesar de esto, Francisco constata que se trata por
todos los medios de alejar el pensamiento de nuestra finitud, engañándonos así
para quitarle su poder a la muerte y ahuyentar el miedo. Pero - precisa –“la fe
cristiana no es una forma de exorcizar el miedo a la muerte, sino que nos ayuda
a afrontarla. La verdadera luz que ilumina el misterio de la muerte viene de la
resurrección de Cristo”.
Por
la resurrección de Jesús, miramos con ojos nuevos toda la vida
Y asegura que “solo por la fe en la resurrección
nosotros podemos asomarnos al abismo de la muerte sin que el miedo nos abrume”.
La muerte, “iluminada por el misterio de Cristo –añade el Santo Padre – “ayuda
a mirar con ojos nuevos toda la vida”.
¡Nunca he visto, detrás de un coche fúnebre, un camión
de mudanzas! No tiene sentido acumular si un día moriremos. Lo que debemos
acumular es la caridad, es la capacidad de compartir, de no permanecer
indiferentes delante de las necesidades de los otros. O, ¿qué sentido tiene
pelear con un hermano, con una hermana, con un amigo, con un familiar, o con un
hermano o hermana en la fe si después un día moriremos? Delante de la muerte
muchas cuestiones se redimensionan. Está bien morir reconciliados, ¡sin dejar
rencores y sin arrepentimientos!
Inmoral
el encarnizamiento terapéutico
“El Evangelio nos dice que la muerte llega como un
ladrón” – prosigue el Papa – recordando que aunque intentemos querer tener bajo
control su llegada, quizá programando nuestra propia muerte, “permanece un
evento con el que tenemos que rendir cuentas y delante al cual también hacer
elecciones”. Y señala dos
consideraciones “para nosotros cristianos”. La primera, presente en el Catecismo
de la Iglesia Católica:
No podemos evitar la muerte, y precisamente por esto,
después de haber hecho todo lo que humanamente es posible para cuidar a la
persona enferma, resulta inmoral el encarnizamiento.
Acompañar
a la muerte, no provocarla
La segunda consideración tiene que ver con la calidad
de la muerte misma, del dolor, del sufrimiento:
Debemos estar agradecidos por toda la ayuda que la
medicina se está esforzando por dar, para que a través de los llamados
“cuidados paliativos”, toda persona que se prepara para vivir el último tramo
del camino de su vida, pueda hacerlo de la forma más humana posible. Pero
debemos estar atentos a no confundir esta ayuda con derivas inaceptables que
llevan a la eutanasia. Debemos acompañar a la muerte, pero no provocar la
muerte o ayudar al suicidio asistido.
Cuidado
para todos, en especial para los más débiles
Francisco insiste en que se debe “privilegiar siempre
el derecho al cuidado y al cuidado para todos, para que los más débiles, en
particular los ancianos y los enfermos, nunca sean descartados.
La vida es un derecho, no la muerte, que debe ser
acogida, no suministrada. Y este principio ético concierne a todos, no solo a
los cristianos o a los creyentes.
Una
experiencia de la misericordia de Dios
“Que San José pueda ayudarnos a vivir el misterio de
la muerte de la mejor forma posible”, reza finalmente el Papa. “Para un
cristiano – subraya - la buena muerte es una experiencia de la misericordia de
Dios, que se hace cercana a nosotros también en ese último momento de nuestra
vida”. Y recuerda que “también en la oración del Ave María, nosotros rezamos
pidiendo a la Virgen que esté cerca de nosotros “ahora y en la hora de nuestra
muerte”. Por eso invita a concluir rezando todos juntos un Ave María “por los
agonizantes y por los que están viviendo un luto”.
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