LA SANTIDAD NO ESTÁ HECHA DE ACTOS HERÓICOS SINO DE MUCHO AMOR COTIDIANO, LA AFIRMACIÓN DEL PAPA FRANCISCO
CIUDAD DEL VATICANO (15 Mayo 2022).- Un ambiente de gran celebración esta mañana en una abarrotada Plaza de San Pedro para la proclamación de diez nuevos santos. Francisco: "sus vidas fueron un reflejo de Dios en la historia, vocaciones abrazadas con entusiasmo y gastadas dándose generosamente a todos".
En una mañana soleada en la plaza San Pedro el Papa
Francisco presidió la celebración Eucarística y el rito de canonización de diez
beatos. De cada uno, el cardenal Marcello Semeraro, prefecto de la Congregación
para las Causas de los Santos, presentó una breve hagiografía. Ellos son: Titus
Brandsma, Lázaro conocido como Devasahayam, César de Bus, Luigi Maria
Palazzolo, Justin Maria Russolillo, Carlos de Foucauld, Marie Rivier, María
Francisca de Jesús Rubatto, Maria di Gesù Santocanale y Maria Domenica
Mantovani.
"Amar significa servir y dar la vida, -dijo
Francisco en su homilía-, servir es no anteponer los propios intereses,
desintoxicarse de los venenos de la avidez y la competición, combatir el cáncer
de la indiferencia y la carcoma de la autorreferencialidad… Dar la vida, es
salir del egoísmo para hacer de la existencia un don. El Señor tiene un
proyecto de amor para cada uno de nosotros, cada uno tiene que seguir ese camino de
santidad".
Servir, -indicó tambien el Papa-, significa no
anteponer los propios intereses, desintoxicarse de los venenos de la avidez y
la competición, combatir el cáncer de la indiferencia y la carcoma de la
autorreferencialidad, compartir los carismas y los dones que Dios nos ha dado.
Preguntémonos, concretamente, “¿qué hago por los demás?” y vivamos las cosas
ordinarias de cada día con espíritu de servicio, con amor y silenciosamente,
sin reivindicar nada. Dar la vida, es también tocar y mirar, tocar la carne de
Cristo en nuestros hermanos.
Además, el Papa dijo que la santidad no está hecha de
algunos actos heroicos, sino de mucho amor cotidiano. Cada uno de nosotros,
podemos amar al otro como Cristo nos ha amado. Es tan simple el camino de la
santidad.
Expresó el Pontífice, somos nosotros que lo
complicamos. El Señor, dijo, tiene un proyecto de amor para cada uno, tiene un
sueño para nuestras vidas.
«Así como yo los he amado, ámense también
ustedes los unos a los otros»
En su homilía, el Papa Francisco, recordando el
Evangelio de hoy, manifestó que Jesús entregó “a los suyos antes de pasar de
este mundo al Padre, palabras que expresan lo que significa ser cristianos:
«Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros» (Jn
13,34)”.
Este es el testamento que Cristo nos dejó, dijo el
Papa, el criterio fundamental para discernir si somos verdaderamente sus
discípulos o no: el mandamiento del amor: “Consideremos dos elementos
esenciales de este mandamiento: el amor de Jesús por nosotros —así como yo los
he amado— y el amor que Él nos pide que vivamos —ámense los unos a los otros”.
Y repasando esas palabras de Jesús que dice: “como yo
los he amado”, el Papa nos recordó que
Jesús no ha amado “hasta el extremo, hasta la entrega total de sí. Impacta ver
que pronuncia estas palabras en una noche sombría, mientras el clima que se
respira en el cenáculo está cargado de emoción y preocupación”:
“Emoción porque el Maestro está a punto de despedirse
de sus discípulos. Preocupación porque anuncia que precisamente uno de ellos lo
traicionará. Podemos imaginar qué dolor tendría Jesús en su alma, qué oscuridad
se acumulaba en el corazón de los apóstoles, y qué amargura ver a Judas que,
después de haber recibido del Maestro el bocado mojado en su plato, salía de la
sala para adentrarse en la noche de la traición. Y, justo en la hora de la
traición, Jesús confirmó el amor por los suyos. Porque en las tinieblas y en
las tempestades de la vida lo esencial es que Dios nos ama”.
Dios
nos ama
Este es el anuncio central en la profesión y en las
expresiones de nuestra fe, afirmó el Papa, y «no consiste en que nosotros
hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero» (1 Jn 4,10). No lo
olvidemos nunca, aseveró, es un amor “que no hemos merecido”, sin embargo
“somos amados”, éste es nuestro valor: somos amados:
“No son nuestros talentos y nuestros méritos los que
están en el centro, sino el amor incondicional y gratuito de Dios, que no hemos
merecido. En el origen de nuestro ser cristianos no están las doctrinas y las
obras, sino el asombro de descubrirnos amados, antes de cualquier respuesta que
nosotros podamos dar”.
El mundo quiere frecuentemente convencernos de que
sólo valemos si producimos resultados, siguió su homilía, el Evangelio nos
recuerda la verdad de la vida: somos amados. Tras mencionar a H. Nouwen, un
maestro espiritual de nuestro tiempo que escribió: «Antes de que cualquier ser
humano nos viera, hemos sido mirados por los amorosos ojos de Dios. Antes de
que alguien nos escuchara llorar o reír, hemos sido escuchados por nuestro
Dios, que es todo oídos para nosotros. Antes de que alguien en este mundo nos
hablara, la voz del amor eterno ya nos hablaba».
El Papa afirmó que esta verdad nos pide una conversión
en relación con la idea que a menudo tenemos sobre la santidad. A veces, -dijo-
insistiendo demasiado sobre nuestro esfuerzo por realizar obras buenas, hemos
erigido un ideal de santidad basado excesivamente en nosotros mismos, en el
heroísmo personal, en la capacidad de renuncia, en sacrificarse para conquistar
un premio. Es una visión a veces demasiado pelagiana de la vida, de la
santidad, afirmó.
"Dios nos ha amado primero, nos ha esperado, Él
nos ama. Continúa amándonos, esta es nuestra identidad: amados por Dios. Esta
es nuestra fuerza: amados por Dios".
La
santidad no va separada de lo cotidiano
De este modo, Francisco señaló que “hemos hecho de la
santidad una meta inalcanzable, la hemos separado de la vida de todos los días,
en vez de buscarla y abrazarla en la cotidianidad, en el polvo del camino, en
los afanes de la vida concreta”, Y afirmó que ser discípulos de Jesús es
caminar por la vía de la santidad y, ante todo, dejarse transfigurar por la
fuerza del amor de Dios:
“El amor que recibimos del Señor es la fuerza que
transforma nuestra vida, nos ensancha el corazón y nos predispone para amar.
Por eso Jesús dice —y he aquí el segundo aspecto— «así como yo los he amado,
ámense también ustedes los unos a los otros». Este así no es solamente una
invitación a imitar el amor de Jesús, significa que sólo podemos amar porque Él
nos ha amado, porque da a nuestros corazones su mismo Espíritu, Espíritu de
santidad, amor que nos sana y nos transforma”. Por eso, podemos amar, en cada
situación y con cada hermano y hermana que encontramos, porque somos amados y
tenemos la fuerza de amar. Así como soy amado, puedo amar. Siempre, el amor que
doy unido al de Jesus por mi: así como Él me ama, puedo amar. es simple la vida
cristiana, ¡Es simple! nosotros la
complicamos, con tantas cosas, pero es simple. No olvidemos la primacía de Dios
sobre el yo, del Espíritu sobre la carne, de la gracia sobre las obras. Y a
veces damos más peso, más importancia al yo, a la carne que a las obras. No: la
primacía de Dios sobre el yo, del Espíritu sobre la carne, de la gracia sobre
las obras".
Cómo
vivir este amor: sirviendo y dando la vida
El Papa nos cuestiona, y nos preguntó cómo vivimos
este amor, qué significa vivir este amor, y recordó que antes de este
mandamiento, Jesús les lavó los pies a sus discípulos; y después de haberlo
pronunciado, se entregó en el madero de la cruz, por tanto:
“Amar
significa esto: servir y dar la vida”
Servir, dijo Francisco, significa no anteponer los
propios intereses, desintoxicarse de los venenos de la avidez y la competición,
combatir el cáncer de la indiferencia y la carcoma de la autorreferencialidad,
compartir los carismas y los dones que Dios nos ha dado. Preguntémonos,
concretamente, “¿qué hago por los demás?” y vivamos las cosas ordinarias de
cada día con espíritu de servicio, con amor y silenciosamente, sin reivindicar
nada.
Dar la vida, que no es sólo ofrecer algo, como por
ejemplo dar algunos bienes propios a los demás, sino darse uno mismo, afirmó,
es salir del egoísmo para hacer de la existencia un don, estar atentos a las
necesidades de quienes caminan a nuestro lado, gastarnos por quienes tienen
necesitad, tal vez también de ser escuchados, de nuestro tiempo, de una
llamada.
"Me gusta preguntar a las personas que me piden
un consejo: Dime ¿das la limosna? -si Padre, doy la limosna a los pobres
Y cuando das la limosna ¿tocas la mano de la persona?
o le botas la limosna y haces así para limpiarte?... ¿Cuándo das la limosna
miras a los ojos a la persona que ayudas o miras para otra otro lado? y sonrojando dicen: No, no lo toco. No, no lo
miro.
Tocar y mirar, tocar y observar la carne de Cristo que
sufre en nuestros hermanos y hermanas. esto es muy importante. esto es dar la
vida".
La
santidad está hecha de amor cotidiano
“La santidad no está hecha de algunos actos heroicos,
sino de mucho amor cotidiano. «¿Eres consagrada o consagrado? Sé santo viviendo
con alegría tu entrega. ¿Estás casado? Sé santo amando y ocupándote de tu
marido o de tu esposa, como Cristo lo hizo con la Iglesia. ¿Eres un trabajador?
Sé santo cumpliendo con honradez y competencia tu trabajo al servicio de los
hermanos, luchando por la justicia de tus compañeros, para que no se queden sin
trabajo, para que tengan siempre el salario justo.... ¿Eres padre, abuela o
abuelo? Sé santo enseñando con paciencia a los niños a seguir a Jesús. ¿Tienes
autoridad? Sé santo luchando por el bien común y renunciando a tus intereses
personales» (Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 14)”.
Este es el camino de la santidad, ¡es tan sencilla!
dijo, pero siempre mirar a Jesus en los demás. Es así como todos estamos
llamados a servir al Evangelio y a los hermanos y a ofrecer nuestra propia vida
desinteresadamente, sin buscar ninguna gloria mundana, por último, recordando a
los nuevos santos, el Pontífice señaló que vivieron la santidad de este modo:
se desgastaron por el Evangelio abrazando con entusiasmo su vocación —de
sacerdote, de consagrada, de laico—, descubrieron una alegría sin igual y se
convirtieron en reflejos luminosos del Señor en la historia. Intentémoslo
también nosotros, afirmó, porque todos estamos llamados a la santidad, a una
santidad única e irrepetible. Sí, el Señor tiene un proyecto de amor para cada
uno, tiene un sueño para nuestras vidas.
Por PATRICIA
YNESTROZA/Vatican News
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