PAPA FRANCISCO ABOGA POR UNA IGLESIA SIN MUROS, SIN CADENA, QUE SE LEVANTA Y MIRA MÁS ALLÁ
CIUDAD DEL VATICANO (29 Junio 2022).- El testimonio de los apóstoles Pedro y Pablo que, ante la persecución, la prisión y la muerte, se levantan y combaten en su misión de llevar el Evangelio de Jesucristo centraron la homilía del Papa en la celebración de la solemnidad de los patronos de Roma y de la tradicional bendición de los palios que serán impuestos a los arzobispos metropolitanos nombrados en el transcurso de este año.
El rito de la bendición de los palios que serán
impuestos a los 44 arzobispos metropolitanos nombrados en el transcurso del
año, muchos de ellos presentes esta mañana en la Basílica vaticana, abrió la
sugestiva celebración de la Solemnidad de los Apóstoles Pedro y Pablo,
presidida por el Papa Francisco. Presentados al Pontífice por el cardenal
protodiácono James Michael Harvey y tras la fórmula de juramento recitada por
cada metropolitano, dio inicio la celebración eucarística que como cada año
contó con la presencia de una delegación del Patriarcado Ecuménico de
Constantinopla.
Las dos primeras lecturas tomadas de los Hechos de los
Apóstoles que dan testimonio de Pedro y Pablo inspiraron las palabras de
Francisco al destacar la actitud de ambos apóstoles ante la persecución, la
prisión y la muerte. En primer lugar, Pedro que, arrojado a la cárcel por
Herodes, es despertado por un ángel que lo conmina a levantarse rápido para
liberarlo. Luego, Pablo que resume su vida y su misión como un “buen combate”.
Dos aspectos, levantarse rápido y pelear el buen combate, que a decir del
Pontífice, pueden ayudar a las comunidades cristianas a abordar el proceso
sinodal en curso.
Atravesar
el umbral de las puertas cerradas
El despertar de Pedro y levantarse– explicó el
Pontífice – evoca la Pascua, ese resurgir, salir a la luz y “dejarse conducir
por el Señor para atravesar el umbral de todas las puertas cerradas”, una
imagen significativa para la Iglesia y
para cada discípulo y comunidad cristiana que están llamados a levantarse
rápidamente para “entrar en el dinamismo de la resurrección” y dejarse “guiar
por el Señor en los caminos que Él quiere mostrarnos”.
“A veces, como Iglesia, nos abruma la pereza y
preferimos quedarnos sentados a contemplar las pocas cosas seguras que
poseemos, en lugar de levantarnos para dirigir nuestra mirada hacia nuevos
horizontes, hacia el mar abierto. A menudo estamos encadenados como Pedro en la
prisión de la costumbre, asustados por los cambios y atados a la cadena de
nuestras tradiciones. Pero de este modo nos deslizamos hacia la mediocridad
espiritual, corremos el riesgo de “sólo tratar de arreglárnoslas” incluso en la
vida pastoral, el entusiasmo por la misión disminuye y, en lugar de ser un
signo de vitalidad y creatividad, acabamos dando una impresión de tibieza e
inercia”.
Una
fe sin formalismos, una iglesia libre y humilde
El Santo Padre recurre al pensamiento del padre de
Lubac quien cuestionaba que esa pereza e inercia hacía que la fe cayera “en el
formalismo y la costumbre, en una religión de ceremonias y devociones, de
ornamentos, de “cristianismo clerical, formalista, apagado y endurecido. De
allí el llamado de Francisco a hacer del Sínodo el impulso para una Iglesia que
se levanta
“El Sínodo que estamos celebrando nos llama a
convertirnos en una Iglesia que se levanta, que no se encierra en sí misma,
sino que es capaz de mirar más allá, de salir de sus propias prisiones al
encuentro del mundo. Una Iglesia sin cadenas y sin muros, en la que todos
puedan sentirse acogidos y acompañados, en la que se cultive el arte de la
escucha, del diálogo, de la participación, bajo la única autoridad del Espíritu
Santo. Una Iglesia libre y humilde, que ‘se levanta rápido’, que no posterga,
que no acumula retrasos ante los desafíos del ahora, que no se detiene en los
recintos sagrados, sino que se deja animar por la pasión del anuncio del
Evangelio y el deseo de llegar a todos y de acoger a todos”.
Un “todos” que para el Papa, como repitió varias
veces, significa que “trae a todos, ciegos, sordos, cojos, enfermos y
pecadores”, porque “hay lugar para todos en la Iglesia”. Una Iglesia de
“puertas abiertas” que son sirva para “desechar a la gente, para condenar a la
gente”. Y como uno de los arzobispos metropolitanos le comentó ayer al
Pontífice: “Para la Iglesia no es el tiempo de las despedidas, es el tiempo de
la acogida”.
La
Iglesia sinodal significa que todos participan
Hablando de Pablo, quien describía su vida como “un
buen combate” por las “innumerables situaciones, a veces marcadas por la
persecución y el sufrimiento, en las que no escatimó esfuerzos para anunciar
del Evangelio de Jesús”, el Santo Padre advirtió que muchos no están dispuestos
a acoger a Jesús y prefieren “ir tras sus propios intereses y otros maestros”.
Recordó entonces que Pablo en su batalla pide a la comunidad y a cada uno que
continúe su labor con la vigilancia, el anuncio, la enseñanza.
“Y aquí me vienen en mente dos preguntas. La primera
es, ¿qué puedo hacer por la Iglesia? No quejarnos de la Iglesia, sino
comprometernos con la Iglesia. Participar con pasión y humildad. Con pasión,
porque no debemos permanecer como espectadores pasivos; con humildad, porque
participar en la comunidad nunca debe significar ocupar el centro del
escenario, sentirnos mejores que los demás e impedir que se acerquen. Iglesia sinodal
significa que todos participan, ninguno en el lugar de los otros o por encima
de los demás”.
El “buen combate” del que habla Pablo para Francisco
es una batalla “porque el anuncio del Evangelio no es neutro, no deja las cosas
como están, no acepta el compromiso con la lógica del mundo, sino que, por el
contrario, enciende el fuego del Reino de Dios allá donde, en cambio, reinan
los mecanismos humanos del poder, del mal, de la violencia, de la corrupción,
de la injusticia y de la marginación”.
Una
Iglesia que promueve la cultura del cuidado
En este contexto, el Pontífice planteó su segunda
pregunta: “¿Qué podemos hacer juntos, como Iglesia, para que el mundo en el que
vivimos sea más humano, más justo, más solidario, más abierto a Dios y a la fraternidad
entre los hombres?
“Es evidente que no debemos encerrarnos en nuestros
círculos eclesiales y quedarnos atrapados en ciertas discusiones estériles,
sino ayudarnos a ser levadura en la masa del mundo. Juntos podemos y debemos
establecer gestos de cuidado por la vida humana, por la protección de la
creación, por la dignidad del trabajo, por los problemas de las familias, por
la situación de los ancianos y de los abandonados, rechazados y despreciados.
En definitiva, ser una Iglesia que promueve la cultura del cuidado, la
compasión por los débiles y la lucha contra toda forma de degradación, incluida
la de nuestras ciudades y de los lugares que frecuentamos, para que la alegría
del Evangelio brille en la vida de cada uno: este es nuestro “buen combate”.
Metropolitanos:
Centinelas vigilantes del rebaño
El Papa concluyó su homilía con un saludo a la
delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla y a su patriarca
Bartolomé, pero en especial se dirigió a los arzobispos metropolitanos
presentes en la bendición de los palios que les serán impuestos una vez que
regresen a sus sedes episcopales.
“En comunión con Pedro, ellos están llamados a
‘levantarse rápidamente’ para ser centinelas vigilantes del rebaño y a ‘pelear
el buen combate’, nunca solos, sino con todo el santo Pueblo fiel de Dios”.
No hay comentarios.: