JULIUS FUCIK FUE AHORCADO EL 8 DE SEPTIEMBRE 1943 POR EL NAZISMO Y ESTE DÍA ES DESIGNADO DÍA INTERNACIONAL DEL PERIODISTA

Julius Fucik estaba convencido de que el periodismo es ese «cuarto poder» que, en definitiva, gracias al sentido cívico de los medios de comunicación y al coraje de valientes periodistas, constituye el medio del que disponen los ciudadanos para criticar, rechazar, enfrentar –democráticamente– decisiones ilegales que pudieran ser inicuas, injustas e incluso criminales contra personas inocentes. Es, como se ha dicho a menudo, la voz de los sin-voz.

Julius había nacido el 23 de febrero de 1903, en Praga.

Estudió Filosofía y en 1921 ingresó en el Partido Comunista. Comenzaría escribiendo artículos teatrales y literarios. Posteriormente, ocuparía las columnas de redactor de reportajes sociales y culturales publicados en el Rude Pravo y en la revista Tvorba, ambos de filiación comunista.

Debido a su militancia y escritos a favor del sistema comunista y en contra del fascismo, fue varias veces detenido. Dada la persecución a la que fue sometido, decidió firmar sus reportajes bajo el seudónimo Doctor Horak. Hacía periodismo en plena clandestinidad. Para ese tiempo, el ejército nazi ya había ocupado Checoslovaquia.

Cuando en 1942 la Gestapo lo detiene, comenzaría para el reconocido intelectual su Vía crucis. Trasladado a Berlín primero, sufrió los horribles estragos de todo antifascista en prisión. Luego sería encerrado en la prisión Pankrác, cárcel y cementerio a la vez, en Praga, en la que fue torturado y decapitado en 1943.

Su fe en la humanidad lo alentó a escribir en la celda 207, hoja por hoja, en papel de cigarrillos, su Reportaje al pie de la horca, un texto que cuenta sobre las condiciones y la vida de la prisión: personas, torturas, salas y sentimientos. La obra constituye una alerta contra las tendencias más ultraconservadoras y déspotas que ha vivido, y vive, la humanidad.

El 9 de junio de 1943 firmaría su último testimonio: Un trozo de historia. No habría para él otro tiempo, y esa misma noche lo llevarían al tribunal. Al finalizar esta obra, sentenciaría: «También mi juego se aproxima a su fin. No puedo describirlo. No lo conozco. Ya no es un juego. Es la vida. Y en la vida no hay espectadores. El telón se levanta. Hombres: os he amado. ¡Estad alertas!».

En septiembre de 1945 la esposa de Fucik, Gusta Fucíková, revelaría, en el prefacio del libro Reportaje al pie de la horca: «Al volver a mi patria liberada, busqué y rebusqué las huellas de mi marido. Hice lo que hicieron millares y millares de personas que también buscaron –y muchas aún siguen buscando– a sus maridos, a sus mujeres, a sus hijos, a sus padres y madres deportados por los ocupantes alemanes y arrastrados a alguna de sus innumerables cámaras de tortura.

«Me enteré de que Julius Fucik había sido ejecutado en Berlín el día 8 de septiembre de 1943, 15 días después de su condena. También supe que Julius Fucik había escrito algo mientras estuvo en la cárcel de Pankrác. Fue el guardián A. Kolínský quien procuró los medios para hacerlo, llevándole a la celda papel y lápiz, y sacando clandestinamente, de la cárcel, las hojas manuscritas.

«He tenido una entrevista con el guardián. Y poco a poco he podido ir recogiendo el material escrito por Julius Fucik en la cárcel de Pankrác. Reuní las hojas numeradas, escondidas por varias personas en diferentes lugares, y se las presento al lector. Es la última obra de Julius Fucik».

El reportaje adquirió resonancia internacional y ha sido traducido a más de 80 idiomas. Fucik recibió, a título póstumo, el Premio Internacional de la Paz, en 1950.

Fue de esos periodistas ojos del pueblo, capaces de denunciar el mal, exponiendo a veces sus valiosas vidas. Este es el verdadero periodista; no los mercenarios, que, aupados por el dinero de los miembros de las oligarquías, venden su profesión a la injusticia y a la deshonra.

Las advertencias del periodista checo, víctima del fascismo, han quedado como ejemplo de dignidad profesional y heroísmo ciudadano: «Allí, durante el interrogatorio (…) no ha quedado más que el simple sujeto y su atributo; el fiel resiste, el traidor traiciona, el burgués desespera, el héroe combate». (…)

«Ahora ya puedo contar con más tranquilidad los golpes. El único dolor que siento es de los labios, mordidos por mis dientes», escribe y dice: «Quisiera que todo el mundo supiese que no ha habido héroes anónimos. Eran personas con su nombre, su rostro, sus anhelos y sus esperanzas, y el dolor del último de los últimos no ha sido menor que el del primero, cuyo nombre perdura».

Más adelante asegura: «Sin embargo, aunque muertos viviremos en un pequeño rincón de vuestra felicidad, porque por esa felicidad hemos dado nuestra vida». (…) «No, no temáis. No hablaré. Confiad en mí. Después de todo, mi fin ya no puede estar lejano. Esto ahora es solo un sueño, una pesadilla febril: los golpes llueven, los esbirros me refrescan con agua. Y nuevos golpes. Y otra vez: ¡Habla! ¡Habla! ¡Habla! Pero aún no consigo morir»

Y, ciertamente, el periodista no pudo conseguirlo.



Por AMADOR HERNÁNDEZ HERNÁNDEZ/Granma

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