PAPA FRANCISCO PROCLAMA: EL BEATIFICADO JUAN PABLO I VIVIÓ EL EVANGELIO SIN CONCESIONES Y AMANDO HASTA EL EXTREMO
CIUDAD DEL VATICANO (4 Agosto El Santo Padre en su homilía de la beatificación del Papa Luciani recordó que seguir a Jesús es tomar como Él las propias cargas y las de los demás, hacer de la vida un don, gastarla imitando el amor generoso y misericordioso de Dios. Tal como el nuevo beato que con su sonrisa logró transmitir la bondad del Señor.
El Papa Francisco, al presidir esta mañana la misa de
beatificación del Papa Juan Pablo I, afirmó que el nuevo beato vivió con la
alegría del Evangelio, sin concesiones, amando hasta el extremo y siguiendo el
ejemplo de Jesús, fue un pastor apacible y humilde. En una jornada gris, bajo
una intensa lluvia, la Plaza de San Pedro fue escenario de la celebración para
elevar a los altares al Albino Luciani, un Papa que con su sonrisa – como dijo
el Pontífice - logró transmitir la bondad del Señor.
Seguir
a Jesús es cargar su cruz
Inspirado en las palabras del Evangelio de hoy, el
Santo Padre en su homilía habló sobre lo que significa seguir a Jesús, ser sus
discípulos, especialmente ante las advertencias que Él mismo hace a la multitud
que fascinaba y asombrada lo seguía: “el que no lo ama más que a sus seres
queridos, el que no carga con su cruz, el que no renuncia a todo lo que posee
no puede ser su discípulo”. Una condición exigente y poco atractiva, afirmó
Francisco, muy diferente a lo qué habría hecho un líder astuto al ver que sus
palabras y su carisma atraían a las multitudes y aumentaban su
popularidad.
“Sucede también hoy, especialmente en los momentos de
crisis personal y social, cuando estamos más expuestos a sentimientos de rabia
o tenemos miedo por algo que amenaza nuestro futuro, nos volvemos más
vulnerables; y, así, dejándonos llevar por las emociones, nos ponemos en las
manos de quien con destreza y astucia sabe manejar esa situación, aprovechando
los miedos de la sociedad y prometiéndonos ser el ‘salvador’ que resolverá los
problemas, mientras en realidad lo que quiere es que su aceptación y su poder
aumenten”.
El
estilo de Dios no instrumentaliza
El Pontífice explicó que Jesús no actúa de este modo,
porque el estilo de Dios “no instrumentaliza nuestras necesidades, no usa nunca
nuestras debilidades para engrandecerse a sí mismo”, no seduce con el engaño,
no quiere “distribuir alegrías baratas ni le interesan las mareas humanas”, no
busca la aceptación o la idolatría, no quiere que la gente lo siga “con euforia
y entusiasmos fáciles” sin poder discernir sobre las motivaciones y las
consecuencias de lo que significa seguir a Jesús.
“De hecho, se puede ir en pos del Señor por varias
razones, y algunas, debemos reconocerlo, son mundanas. Detrás de una perfecta
apariencia religiosa se puede esconder la mera satisfacción de las propias
necesidades, la búsqueda del prestigio personal, el deseo de tener una
posición, de tener las cosas bajo control, el ansia de ocupar espacios y
obtener privilegios, y la aspiración de recibir reconocimientos, entre otras
cosas. Y esto sucede también hoy”.
Seguir
al Señor no es un seguro de vida
Francisco reiteró que este no es el “estilo de Jesús”
y no puede ser el estilo del discípulo y de la Iglesia. Seguir al Señor, agregó
el Papa, “no significa entrar en una corte o participar en un desfile triunfal,
y tampoco recibir un seguro de vida”, sino cargar la cruz, “tomar como Él las
propias cargas y las de los demás, hacer de la vida un don, gastarla imitando
el amor generoso y misericordioso”, es mirarlo a Él más que a nosotros mismos.
“Mirando al Crucificado, estamos llamados a la altura
de ese amor: a purificarnos de nuestras ideas distorsionadas sobre Dios y de
nuestras cerrazones, a amarlo a Él y a los demás, en la Iglesia y en la
sociedad, también a aquellos que no piensan como nosotros, e incluso a los
enemigos”.
No
vivir a medias
El Santo Padre señaló que es necesario amar “aunque
cueste la cruz del sacrificio, del silencio, de la incomprensión y de la
soledad, aunque nos pongan trabas y seamos perseguidos”. Inclinarse ante la
cruz y que te puncen sus espinas, como decía Juan Pablo I. Un amor extremo, agregó
Francisco, “con todas sus espinas”, sin esperar una vida tranquila o una “fe al
agua de rosas”, sino arriesgarse y no dejas las cosas a medias.
“Si, por miedo a perdernos, renunciamos a darnos,
dejamos las cosas incompletas: las relaciones, el trabajo, las
responsabilidades que se nos encomiendan, los sueños, y también la fe. Y
entonces acabamos por vivir a medias, cuánta gente vive a medias, también
nosotros, muchas veces, tenemos la tentación de vivir a medias; sin dar nunca
el paso decisivo, sin despegar, sin apostar todo por el bien, sin
comprometernos verdaderamente por los demás. Jesús nos pide esto: vive el
Evangelio y vivirás la vida, no a medias sino hasta el extremo. Sin
concesiones”.
Papa
Luciani y su bondad
El Papa no sólo constató que el nuevo beato vivió con
esa entrega, “con la alegría del Evangelio, sin concesiones, amando hasta el
extremo”, sino que “encarnó la pobreza del discípulo, que no implica sólo
desprenderse de los bienes materiales, sino sobre todo vencer la tentación de
poner el propio ‘yo’ en el centro y buscar la propia gloria, sino que
“siguiendo el ejemplo de Jesús, fue un pastor apacible y humilde.
Francisco concluyó su homilía de la beatificación de Juan
Pablo I con estas palabras:
“Con su sonrisa, el Papa Luciani logró transmitir la
bondad del Señor. Es hermosa una Iglesia con el rostro alegre, sereno y
sonriente, una Iglesia que nunca cierra las puertas, que no endurece los
corazones, que no se queja ni alberga resentimientos, que no está enfadada ni
es impaciente, que no se presenta de modo áspero ni sufre por la nostalgia del
pasado cayendo en el “indietreismo”. Roguemos a este padre y hermano nuestro,
pidámosle que nos obtenga ‘la sonrisa del alma’, esa transparente, que no
engaña, la sonrisa del alma. Pidamos, con sus palabras, aquello que él mismo
solía pedir: «Señor, tómame como soy, con mis defectos, con mis faltas, pero
hazme como tú me deseas»”.
La
paz en Ucrania y el mundo
La beatificación de Juan Pablo I concluyó con un cielo
abierto, claro y soleado. Palabras de agradecimiento del Papa centraron la
breve alocución antes del Ángelus: a cardenales, obispos y sacerdotes y fieles
de diferentes países; a las Delegaciones oficiales reunidas para rendir
homenaje al nuevo Beato; al Presidente de la República Italiana y al Primer
Ministro del Principado de Mónaco; y en especial a los fieles de Venecia,
Belluno y Vittorio Veneto, lugares vinculados a la experiencia humana,
sacerdotal y episcopal del Beato Albino Luciani.
El Santo Padre invitó a dirigirnos a la Virgen María
“para que obtenga el don de la paz en todo el mundo, especialmente en la
martirizada Ucrania” y para que “nos ayude a seguir el ejemplo y la santidad de
vida de Juan Pablo I”.
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