ANNIE ERNAUX, LA ESCRITORA FRANCESA, GANA EL PREMIO NOBEL DE LITERATURA 2022, UNA DE LAS GRANDES EXPONENTES DE LA AUTOFICCIÓN EUROPEA
MADRID (6 Octubre 2022).- La escritora francesa Annie Ernaux (Lillebonne, Francia, 82 años) recibió este jueves el Premio Nobel de Literatura, dotado con 10 millones de coronas suecas (más de 920.000 euros). “Lo considero un gran honor y al mismo tiempo una gran responsabilidad, una responsabilidad que se me otorga con el premio”, dijo la ganadora a la televisión sueca SVT en sus primeras declaraciones tras conocer la noticia. “Es decir, de manifestar una forma de equidad, de justicia, en relación con el mundo”.
El galardón le fue concedido “por la valentía y la
precisión clínica con la que desvela las raíces, los extrañamientos y las
trabas colectivas a la memoria personal”, según argumentó el comité que lo
concede.
Esa justificación parece salida de la boca de la
propia autora, que cree que la literatura debe funcionar “como un cuchillo”.
Ella escribe con el bisturí en la mano, siempre dispuesta a llegar a tocar el
hueso, a llegar “hasta el fondo de una determinada verdad”. El resultado ha
sido una obra minuciosamente elaborada a lo largo de las últimas cinco décadas
y situada a medio camino entre la narrativa y las ciencias humanas, donde la
historia y la sociología cuentan tanto como el recuerdo individual. Ernaux está
convencida de que es imposible disociar ambas cosas. Se dirá que este es el
primer Nobel para la autoficción, un subgénero que ella ha alimentado, aunque
la escritora reniegue de esa etiqueta y de todo lo que la encierre en su
biografía. En realidad, su supuesta literatura del yo ha adoptado, a menudo,
otros pronombres: tú, él, ella, nosotros, el impersonal on que tanto abunda en
francés.
“El yo es solo un lugar y no la expresión de una
persona”, afirmaba en una entrevista con EL PAÍS en 2019 en su domicilio de
Cergy-Pontoise, a unos 40 kilómetros de París, una de esas villes nouvelles que
Pompidou levantó de la nada para atenuar la concentración urbana en la capital.
Un lugar sin historia, peculiar elección para una escritora obsesionada por la
memoria, en la que vive sola, en una casita con jardín en una zona residencial
aislada en medio de la nada, decorada al estilo british. “Sé que parece una
contradicción, pero esta urbe sin pasado era el único lugar donde me sentía
bien. Las ciudades históricas me recuerdan a una larga tradición de exclusión
social. Aquí podía vivir sin sentirme sometida a ese determinismo”, explica
Ernaux, muy marcada por las tesis del sociólogo Pierre Bourdieu.
La noción de traición social respecto a sus orígenes
humildes, de lo que ella define como transfuguismo de clase, atraviesa la
trayectoria de esta hija de modestos tenderos de un pueblo de Normandía, que
vendían patatas para que ella “pudiera sentarse en un anfiteatro universitario
para escuchar hablar de Platón”, como dejó escrito en Una mujer. Ernaux se
sitúa en la extrema izquierda, ha apoyado al líder antiliberal Jean-Luc
Mélenchon y al combate de los chalecos amarillos. En 2019, cuando invadieron
las rotondas francesas, no condenó su violencia. Quienes no eran capaces de
entenderla, dijo Ernaux, era porque “nunca ha sentido la necesidad de
destrozarlo todo, nunca ha experimentado ese sentimiento de injusticia”.
El Nobel es para una autora que, hasta hace solo un
par de décadas, era prácticamente una paria de las letras francesas, como ella
misma admitía. Su reflejo literario de la experiencia femenina provoco que se
la arrinconara como una autora menor y un tanto sensacionalista, por no rehuir
aspectos como su aborto clandestino en los sesenta (tanto en su primera novela,
Los armarios vacíos, como en El acontecimiento, adaptada al cine en 2021), la
muerte de su padre (El lugar), la enfermedad de su madre (No he salido de mi
noche), el cáncer que Ernaux padeció (El uso de la foto), la mediocridad de la
vida familiar (La vergüenza, La mujer helada) o la lujuria reencontrada en la
madurez (Pura pasión). Y por mezclar los viajes en tren suburbano y las visitas
al hipermercado (Mira las luces, amor mío) con los grandes asuntos como la
diferencia de clases, las reivindicaciones feministas y la memoria histórica en
la interfaz de una escritura “llana”, desprovista de todo ornamento, que Ernaux
parece considerar una obscenidad. “He tenido enemigos de los que me siento
orgullosa. Venían de la derecha, pero también de la izquierda caviar. Ahora ya
no se atreven, pero durante mucho tiempo me masacraron”, decía en 2019. Todo
cambió con la publicación de Los años (2008), gran fresco sobre los cambios en
la sociedad francesa de la posguerra al nuevo milenio, que muchos consideran su
obra maestra. En España, sus libros llegaron de forma errática, hasta que
fueron recuperados por Cabaret Voltaire, sello inmerso en la recuperación de
toda su obra, y de cuatro volúmenes editados por Tusquets: El lugar, Pura
pasión, La vergüenza y El acontecimiento.
Ernaux ha tenido una relación ambivalente con esta
nueva fama, que le cogió algo mayor —”ya no soy una mujer joven. No hay día que
no me levante con dolores en algún lugar del cuerpo”, afirma la autora—, pese a
que suela atender con amabilidad a las demandas de los periodistas. “Vivía
mejor cuando era menos conocida. Sentía una tranquilidad y una libertad que he
perdido”, confesaba hace unos años, a riesgo de que la trataran de
“desagradecida”. Cuando le concieron el premio Formentor en 2019, Ernaux se hizo
una pregunta: “¿Por qué yo?”. Y luego argumentó: “La verdad es que no creo
merecérmelo. Mi discurso [en la ceremonia del Formentor] hablará del
sentimiento de indignidad que siento al recibir un premio. No doy saltos de
alegría. Siento más estupefacción que regocijo”.
Con todo, Ernaux no para: este año ha publicado en
Francia un relato breve, Le jeune homme, y codirigido con su hijo Les années
Super-8, documental montado a partir de los vídeos domésticos de sus vacaciones
en los setenta y ochenta que fue presentado en el última Festival de Cannes.
Este Nobel contribuirá a legitimar una escuela de escritura desdeñada durante
décadas. “El campo literario sigue dominado por los hombres y su ideología. Un
escritor de verdad sigue siendo un hombre. Una mujer que escribe es, como
mucho, una novelista”, ironizaba Ernaux en 2019. Desde hoy, tal vez lo sea un
poco menos.
Ernaux es la decimoséptima mujer que se alza con la
máxima distinción literaria internacional y la quinta en los últimos 10 años.
Aunque el idioma más premiado es el inglés, Francia es el país en el que más
veces ha recaído el galardón: llevan 15, incluyendo a Jean-Paul Sartre, que no
lo aceptó en 1964. El último antes de Ernaux fue Patrick Modiano, que lo
recibió en 2014. De los 118 galardones entregados desde la creación del premio
en 1901, en 95 ocasiones lo han recibido autores europeos o norteamericanos. La
brecha de género también ha sido notable: el Nobel de literatura ha distinguido
a 102 hombres y 16 mujeres, dos de ellas premiadas en los últimos años (en 2018
Olga Tokarczuk y en 2020 Louise Glück). Abdulrazak Gurnah en 2021 fue el quinto
africano que consiguió el galardón, después de Wole Soyinka (1986), Naguib
Mahfouz (1988), Nadine Gordimer (1991) y J. M. Coetzee (2003).
Los diez últimos ganadores han sido Abdulrazak Gurnah,
Louise Glück, Peter Handke, Olga Tokarczuk, Kazuo Ishiguro, Bob Dylan, Svetlana
Aleksiévich, Patrick Modiano, Alice Munro y Mo Yan.
Por ALEX
VICENTE/El País.es
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