PAPA FRANCISCO PROCLAMA QUE "JESÚS NO ES UN REY CON INSIGNIAS, ES REY CON CLAVOS Y ESPINAS"
CIUDAD DEL VATICANO (21 Noviembre 2022).- En la Solemnidad de Cristo Rey del Universo y último domingo del año litúrgico, el Papa Francisco preside la Santa Misa desde la Catedral de Asti, ciudad italiana situada al norte del país, desde donde el padre de Su Santidad emigro hasta Argentina y a donde Francisco ha querido viajar este fin de semana para encontrarse con sus raíces.
El Santo Padre se encuentra en Asti, una pequeña
ciudad italiana situada al norte del país, desde donde esta mañana ha presidido
la Santa Misa, con mucha emoción, pues se trata de la ciudad desde la que
partió su padre para emigrar a Argentina: “He venido a reencontrar el sabor de
las raíces. Hoy el Evangelio nos lleva nuevamente a las raíces de la fe” ha
afirmado el Papa frente a los fieles presentes.
Observando
a Jesús, la idea que tenemos de un rey da un vuelco
“Sobre la cruz aparece una sola frase: «Este es el rey
de los judíos» (Lc 23,38). He aquí el título: rey. Pero observando a Jesús, la
idea que tenemos de un rey da un vuelco” ha aclarado el Pontífice. De hecho, ha
pedido a los fieles presentes que intenten imaginar visualmente un rey: “Nos
vendrá a la mente un hombre fuerte sentado en un trono con espléndidas
insignias, un cetro en las manos y anillos brillantes en los dedos, mientras dirige
a sus súbditos discursos solemnes. Esta es, más o menos, la imagen que tenemos
en la mente” dice el Papa.
Pero, en cambio, mirando a Jesús, “vemos que Él es
todo lo contrario”: “No está sentado en un cómodo trono, sino más bien colgado
en un patíbulo. El Dios que «derribó a los poderosos de su trono» se comporta
como siervo crucificado por los poderosos. Está adornado sólo con clavos y
espinas, despojado de todo más rico en amor; desde el trono de la cruz ya no
instruye a la multitud con palabras, ni levanta la mano para enseñar. Hace
mucho más: en vez de apuntar el dedo contra alguien, extiende los brazos para
todos. Así se manifiesta nuestro rey, con los brazos abiertos, a brasa
aduerte”.
¿Qué
rey festejamos hoy?
Francisco ha querido aclarar que rey festejamos hoy,
pues celebramos un rey que “se hizo siervo para que cada uno de nosotros se
sienta hijo” ha dicho el Papa, pero también un rey que “se dejó insultar y que
se burlaran de él, para que en cualquier humillación ninguno de nosotros esté
ya solo. Dejó que lo desnudaran, para que nadie se sienta despojado de la
propia dignidad, y subió a la cruz, para que en todo crucificado de la historia
esté la presencia de Dios”.
“Este es nuestro rey – asegura Francisco – rey del
universo, porque Él cruzó los más recónditos confines de lo humano; entró en la
oscura inmensidad del odio y del abandono para iluminar cada vida y abrazar
cada realidad”.
““No tenemos un dios desconocido que está allá arriba
en el cielo, poderoso y distante, sino un Dios cercano, tierno y compasivo,
cuyos brazos abiertos consuelan y acarician””
En su homilía, Francisco también explica que Él no
mira nuestra vida sólo un momento y ya, sino que permanece ahí, a brasa aduerte
(a brazos abiertos), para decirnos en silencio que nada de lo nuestro le es
ajeno, que quiere abrazarnos, volvernos a levantar y salvarnos, así como somos,
con nuestra historia, con nuestras miserias y con nuestros pecados.
También ha asegurado que nos da la posibilidad de
reinar en la vida "si te rindes ante la mansedumbre de su amor, que se
propone, pero no se impone; el amor de Dios no se impone jamás, a su amor que
siempre te perdona, nosotros tantas veces nos cansamos de perdonar a las
personas, les hacemos la cruz y hacemos la sepultura social, él no se cansa de
perdonar jamás, jamás, siempre te vuelve a poner en pie, que siempre te
restituye tu dignidad real". De hecho - puntualiza - “la salvación nos
viene al dejarnos amar por Él, porque sólo así somos liberados de la esclavitud
de nuestro yo, del miedo de estar solos, de pensar que no lo lograremos”.
Al mismo tiempo, nos invita a reflexionar sobre la
frase que Jesús pronuncia en el Evangelio de hoy: «Estarás conmigo en el
paraíso». “Esto es lo que quiere decirnos Dios cada vez que nos dejamos mirar
por Él. Y entonces entendemos que no tenemos un dios desconocido que está allá
arriba en el cielo, poderoso y distante, sino un Dios cercano, tierno y
compasivo, cuyos brazos abiertos consuelan y acarician” afirma el Papa.
El
Papa nos pregunta hoy: ¿Somos espectadores o nos involucramos?
Hoy el Evangelio nos pone ante dos caminos. Frente a
Jesús hay quien se queda de espectador y quien se involucra y depende de
nosotros decidir si ser espectadores o involucrarnos.
Los espectadores son muchos, la mayoría. De hecho
–dice el texto– «el pueblo permanecía allí y miraba». No era gente mala, muchos
eran creyentes, pero al ver al Crucificado se quedan como espectadores. No dan
un paso adelante hacia Jesús, sino que lo ven desde lejos, curiosos e
indiferentes, sin interesarse verdaderamente, sin preguntarse qué podrían
hacer. “Todos estos espectadores tienen en común una frase recurrente: “Si eres
rey, ¡sálvate a ti mismo!”” recuerda el Papa.
“¿Eres capaz de mirar a los ojos de ese pobre que te
pide limosna?, cuando le das limosna ¿le tocas la mano o le tiras la moneda?
¿eres capaz de tocar una miseria humana?”
La
ola del mal
Pero, ese “Sálvate a ti mismo” es contagioso – dice el
Papa – es “la ola del mal” que alcanza a casi todos. Y es aquí donde el
Pontífice habla del “contagio letal de la indiferencia”, asegurando que
"es una fea enfermedad" la indiferencia: "esto no me toca a mi,
indiferencia frente a los enfermos, frente a los pobres, a los miserables de la
tierra, a mí me gusta preguntar a la gente , sé que cada uno de vosotros da la
limosna a los pobres, yo me pregunto: cuando tu das la limosna a los pobres ¿le
miras a los ojos? ¿eres capaz de mirar a los ojos de ese pobre que te pide
limosna?, cuando le das limosna ¿le tocas la mano o le tiras la moneda? ¿eres
capaz de tocar una miseria humana?
Por tanto, insiste: "esa ola del mal que se
propaga siempre así: comienza tomando distancia, mirando sin hacer nada, sin
dar importancia, y luego se piensa sólo en los propios intereses y se
acostumbra a mirar hacia otro lado. “Es un riesgo también para nuestra fe –
dice el Papa – que se marchita si se queda en una teoría y no se hace práctica,
si no hay compromiso, si no se da en primera persona, si no se arriesga.
Entonces nos convertimos en cristianos superficiales, que dicen creer en Dios y
querer la paz, pero que no rezan ni se preocupan por el prójimo”.
La
ola del bien
Para el Papa, también está la ola benéfica del bien.
“Entre los muchos espectadores, uno se involucra, el “buen ladrón”. Los otros
se ríen del Señor. Él le habla y lo llama por su nombre, “Jesús”. Es así que un
malhechor se convierte en el primer santo. Se acerca a Jesús por un instante y
el Señor lo tiene consigo para siempre”.
Francisco ha explicado entonces que, el Evangelio
habla del buen ladrón por nosotros, para invitarnos a vencer el mal, dejando de
ser espectadores. “¿Por dónde comenzar?” pregunta – “por la confianza, por llamar a Dios por su
nombre, tal como lo hizo el buen ladrón, que al final de la vida vuelve a
encontrar la confianza valiente que caracteriza a los niños, que se fían,
piden, insisten”.
Una
mirada a nosotros mismos: ¿Hacemos algo?
Al final de su homilía, el Santo Padre nos hace
reflexionar: “Vemos las crisis de hoy, la disminución de la fe, la falta de
participación. ¿Qué hacemos? ¿Nos limitamos a elaborar teorías, a criticar, o
nos ponemos manos a la obra, tomamos las riendas de nuestra vida, pasamos del
“si” de las excusas a los “sí” de la oración y del servicio? Todos creemos
saber qué es lo que no está bien en la sociedad, en el mundo, incluso en la
Iglesia, pero luego, ¿hacemos algo? ¿Nos ensuciamos las manos como nuestro Dios
clavado al madero o estamos con las manos en los bolsillos mirando?”.
Por MIREIA
BONILLA/Vatican News
No hay comentarios.: