LULA DA SILVA LLEGA POR TERCERA OCASIÓN AL PALACIO DEL PLANALTO TRAS UN AÑO SIENDO UNA PURA CIENCIA FICCIÓN

BRASILIA (1 Enero 2023).- La visión de la Explanada de los Ministerios, un mar de gente y de símbolos rojos, pudo hacer pensar a Luiz Inácio Lula da Silva que el reto de unir a Brasil no es tan complejo. Pero en un domingo de calor agobiante, euforia y tensión en Brasilia, el hombre que llega por tercera vez al Palacio del Planalto tiene bien claro que el reto es tan ineludible como difícil.

Lula, de 77 años, regresa a la Presidencia 12 años después de abandonar el puesto. En el medio, su partido, el de los Trabajadores (PT), sufrió un impeachment que desalojó a Dilma Rousseff del poder, el propio Lula pasó 581 días en la cárcel por corrupción y el derechista Jair Bolsonaro gobernó durante cuatro años llevando al país a un paroxismo de tensión y enfrentamientos.

Es por eso que la imagen de este domingo 1 de enero, Lula a bordo de un Rolls Royce descapotable, rumbo al Congreso para jurar su cargo y al Palacio del Planalto para asumir el poder, conmovió a los seguidores del líder izquierdista: hace poco más de un año era pura ciencia ficción.

A bordo del auto iba Alckmin con su tercera esposa, Janja, pero también Geraldo Alckmin, el nuevo vicepresidente, y su esposa. Alckmin, un conservador que fue el rival de Lula en el balotaje por la Presidencia en 2006. La imagen daba una clara idea de la amplitud de la colación que necesitó Lula para derrotar por la mínima a un Bolsonaro que huyó del país dos días antes de terminar su gobierno y se instaló en Orlando, la ciudad del parque temático Disney.

Tata fue la tensión en la recta final hacia el 1 de enero, que el propio vicepresidente de Bolsonaro, Hamilton Mourao, criticó en la noche del sábado, en un inesperado discurso en cadena nacional, al que hoy ya es ex presidente. Mientras Lula asumía, Bolsonaro saludaba a seguidores en Orlando vistiendo una camiseta del Sport Club de Recife.

"Líderes que deberían tranquilizar y unir a la nación en torno a un proyecto de país, dejaron que su silencio o protagonismo inoportuno y deletéreo creara un clima de caos y desintegración social y, de forma irresponsable, dejaron que las Fuerzas Armadas, de todos los brasileños, pagaran la cuenta: para unos, por la inacción, y, para otros, por fomentar un supuesto golpe", dijo un Mourao presentado como "Presidente de la República en ejercicio".

Según "O Globo", Lula "pretende reforzar la necesidad de que la sociedad brasileña supere el odio que ha marcado las discusiones políticas como forma de preservar la democracia. El petista se enfrentará al reto de gobernar una nación dividida, bajo la sombra de una derecha reforzada por el bolsonarismo".

"Bolsonaro buscó los límites, intentó gobernar sin contrapesos, sin Parlamento, sin justicia. Lo intentó, pero no pudo. Aunque hubo momentos en que no estuvo lejos de alcanzar varios de sus objetivos", aseguró a EL MUNDO un hombre que participó del día a día de esa lucha de instituciones brasileñas clave -en especial la Justicia- por frenar los ímpetus autoritarios del capitán retirado del Ejército.

Más allá de los desatinos de Bolsonaro, Lula tiene también el desafío de corregir su propia historia: debe quitarse de encima la enorme mancha de la corrupción que convirtió en un infierno la política brasileña a partir del escándalo Lava Jato y otros anexos. Un infierno que terminó con Lula pasando 581 días en la cárcel. Salió de prisión gracias a una decisión del Tribunal Supremo, que no dictaminó la inocencia del líder de izquierdas, sino simplemente la incompetencia del tribunal que lo sentenció.

El "Luladrao" ("Lula, ladrón") sigue a la orden del día para la mayoría de los que no lo votaron en la elección más estrecha desde el regreso de la democracia a Brasil, en 1985: Lula ganó por 50,9 a 49,1%. Si su gobierno volviera a hundirse en la corrupción, el daño a su partido y al sistema político sería enorme.

El desafío económico es claro, y en cierto modo paradójico: sectores del nuevo gobierno acusan a Bolsonaro de haberse desviado de la ortodoxia en los últimos meses y dejarles una hipoteca de gasto. La izquierda cuestiona a la derecha por gastar dinero de más, aunque ya logró desembarazarse del techo de gasto que tenía rango constitucional desde la Presidencia de Michel Temer: así, Lula obtuvo unos 30.000 millones de euros que le permitirán sostener y reforzar los programas de asistencia social en un país en el que el hambre es una realidad para 33 millones de personas.


Por SEBASTIÁN FEST/El Mundo








No hay comentarios.: