Hoy quiero confesar que todo mi yo, está invadido por un sentimiento extraño, realmente raro, que me confunde, y me hace sentir perdido, andar sin rumbo, dando los mejores pasos de cualquier borracho, pretendiendo caminar derecho, ciertamente, estoy atolondrado, pero algo resuena en mis oídos.
Y lo peor de todo esto es, que al tratar de interpretar lo que siento en mis adentros, pasan raudas y veloces cientos de imágenes que por la rapidez no logro descifrarlas, y aumenta esta desazón que me abate, es como si cayera por un gran abismo, de un silencio sepulcral, en donde, por más fuerte que grito y pido auxilio nadie me oye, nadie me escucha,me atraganto y el corazón se me quiere salir del pecho con tan fuertes latidos, que creo han oírse, en muchos kilómetros a la distancia.
Y en este loco devaneo, en que todo me da vueltas, quisiera detenerme para poder eructar, asumiendo que podría sentir algún alivio, pero que va, no hay formas de hacerlo, voy a la velocidad de un rayo, abriendo trochas al viento, que absorto, y con ojos agigantados me ve pasar.
Oh, Dios, ¡cuán grande es mi letanía, que cosa me sucede, porque esta odiosa sensación no me deja, no me suelta y me aprisiona tanto que ya casi quebranta mis huesos.
Pero hago un gran esfuerzo, en esta lucha tenaz, tratando de entender de donde proviene todo esto, estoy al borde de la locura, si tan solo pudiera pensar, y coordinar mis ideas, si pudiera descifrar esto que llevo por dentro y que poco a poco me consume, juro que sería el hombre más dichoso de la bolita del mundo, denlo por seguro.
Y me digo, piensa, piensa Leonardo, tal vez, fue algo que comiste que te cayó mal en el estómago o algunas cervezas te bebiste demás. Caramba o en algún otro lugar, pero no, no ha sido nada de eso, y de tanto pensar y meditar, y volver a pensar y repensar, ¡albricias¡, se asoma algo a mi mente, que pudiera ser esto que me ha llevado al peor y más terrible de los laberintos, ahora creo recordarlo, es que tuve un sueño.
Y ese sueño yo pronunciaba un discurso delante muchas personas, incluyendo casi todos los funcionarios, autoridades municipales y legisladores de San Cristóbal, a estos últimos, reclamaba a viva voz, que pensaran en grande, que dejaran los parches y remiendos para las necesidades de este pueblo e impulsen proyectos de envergadura que propicien el avance y la prosperidad de la población.
Pero al parecer, mis palabras no cayeron bien, comenzaron a salir del salón, con rostros de enojo y cejas fruncidas y me soltaron un estruendoso "chuipi," que aún resuena en mis oídos, al tiempo de hacer ademanes y gestos queriendo insinuar como que yo estaba loco.
Y señalándome con el dedo índice, me vociferaban que !San Cristóbal estaba mejor que nunca!, en medio de una risa burlona, y al escuchar eso, vaya usted saber, ahí empezó mi desagilo y estos terribles jervores que aún no se me quitan.
Pero como cada loco tiene su tema, yo tengo el mío, se llama San Cristóbal, aunque sigan los chuipis y los enojos.
Por LEONARDO CABRERA DIAZ
El autor es periodista
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