INTENTA HAITÍ CERRAR CIENTOS DE ORFANATOS CON MÁS DE 30 MIL NIÑOS Y REUNIRLOS CON SUS FAMILIAS
SAINT-LOUIS-DU-SUD, Haití (13 Junio 2023).- Mylouise Veillard tenía 10 años cuando su madre la dejó en un orfanato en el sur de Haití y le prometió una vida mejor. Durante tres años, Mylouise durmió en un suelo de concreto. Cuando tenía sed, caminaba hasta un pozo comunitario y cargaba ella misma pesados cubos de agua. La comida era escasa, y perdió peso. Temía por su hermano menor, que sufría aún más que ella en el centro.
Es una historia conocida entre los aproximadamente
30,000 niños haitianos que viven en cientos de orfanatos marcados por reportes
de trabajos forzosos, tráfico y abusos físicos y sexuales. En los últimos
meses, el gobierno haitiano ha redoblado los esfuerzos por sacar a cientos de
esos niños y reunirlos con sus padres o parientes dentro de un gran esfuerzo de
cerrar las instituciones, que en su gran mayoría son privadas.
Los trabajadores sociales lideran la iniciativa, en
ocasiones armados solo con una foto y una vaga descripción de dónde vivía el
niño antes. Es una ardua tarea en un país de más de 11 millones de personas sin
listados de teléfonos fijos y donde muchas familias no tienen dirección física
ni huella digital.
"Son casi como detectives", dijo Morgan
Wienberg, cofundadora y directora ejecutiva de Little Footprints, Big Steps,
una de varias organizaciones sin fines de lucro que ayudan a reunir a niños con
sus familias. "Desde luego requiere mucha persistencia".
Los trabajadores sociales recorren ciudades y pueblos.
Suben colinas, buscan en laberintos de chozas con tejado de metal y llaman a las
puertas. Con una sonrisa, sostienen una foto y preguntan si alguien reconoce al
niño.
Descubren que algunos orfanatos trasladaron a los
niños sin notificar a sus padres, o las familias se vieron obligadas a huir de
la violencia en su comunidad y perdieron el contacto con sus hijos
En ocasiones, el trabajador social Jean Rigot Joseph
dice que enseña a los niños fotos de edificios reconocibles para ver si
recuerdan dónde vivían. Si localiza a los padres, primero determina si están
dispuestos a una reunificación antes de revelar que ha encontrado a su hijo.
Como más del 80% de los niños en orfanatos de Haití,
Veillard y su hermano estaban considerados como "huérfanos de
pobreza". Haití es el país más pobre del Hemisferio Occidental y en torno
al 60% de la población gana menos de dos dólares al día. Cuando los padres no
pueden permitirse alimentar a sus hijos, les envían temporalmente a orfanatos
donde creen que estarán mejor atendidos.
"Cuando los padres entregan a sus hijos a
orfanatos, en realidad no lo ven como entregarlos para siempre", explicó
Wienberg.
Unos 30,000 niños de los aproximadamente 4 millones
que viven en el país viven en unos 750 orfanatos en el país, según cifras del
gobierno. Muchos se construyeron después del devastador sismo de 2010 que mató
al menos a 200,000 personas. En los meses siguientes, el número de orfanatos en
Haití se disparó en un 150%, lo que llevó a un incremento del tráfico, los
trabajos forzosos y los abusos.
Un reporte de 2018 del Instituto haitiano de
Investigación y Bienestar Social y otras organizaciones concluyó que apenas 35
de los 754 orfanatos -menos del 5%- cumplía los estándares mínimos y tenía
autorización para operar. En el otro extremo, 580 centros obtuvieron la nota
más baja, lo que implicaba que el gobierno debía ordenar su cierre.
En respuesta al informe, el gobierno haitiano ha
prohibido la construcción de nuevos orfanatos y el cierre de varios que ya
existen. Pero cerrar orfanatos puede ser peligroso. Los funcionarios han
recibido amenazas o se han visto obligados a esconderse porque los propietarios
quieren que las generosas donaciones del extranjero sigan llegando. Una de las
principales fuentes de donaciones de orfanatos en Haití son comunidades
religiosas estadounidenses, según Lumos, un grupo sin fines de lucro que
trabaja para reunir a niños de orfanatos en todo el mundo con sus familias.
No hay ningún grupo o asociación que represente a los
orfanatos en Haití, dado que la gran mayoría son propiedad de particulares.
Las viviendas son algo imprescindible para niños cuyos
padres no pueden alimentarles o protegerles de la violencia, indicó sor Paesie,
que fundó la organización religiosa Kizito Family en Puerto Príncipe. La
institución aloja y ofrece educación gratuita a unos 2,000 niños de villas
empobrecidas.
"La idea es sacarlos de la violencia", dijo,
y se invita a los padres a hacer visitas.
Las pandillas controlan hasta el 80% de Puerto
Príncipe, según Naciones Unidas, y se les ha atribuido un aumento en los asesinatos
y secuestros, especialmente en las zonas de las que proceden los niños de
Kizito Family.
Sor Paesie condenó los orfanatos asociados al rentable
negocio de las adopciones.
"Da pie a muchísimos abusos en lugar de intentar
ayudar a los padres, como nosotros siempre intentamos hacer", afirmó.
Pero reunir a los niños con sus padres es difícil
cuando estos han huido de la violencia y no tienen hogar, dijo.
"En el último mes, he visto a muchas madres
durmiendo en las calles con sus hijos", dijo. "Tengo docenas de
madres que me piden cada día que acoja a sus hijos porque no tienen comida que
darles".
Los esfuerzos de reunificación han tenido éxito en
zonas más rurales del país, donde las pandillas no tienen tanto poder y las
familias pueden cultivar su propia comida
En el sur rural de Haití, unos 330 niños han regresado
con sus familias. Cuando llegó el día para Mylouise, que ahora tiene 17 años, y
su hermano, estaban tan emocionados que salieron corriendo del orfanato y se
dejaron las sandalias, recordó Renèse Estève, su madre.
Se reunieron con Estève, su nueva pareja, la nueva
hija de ambos y otros hermanos en una casa de una habitación al pie de una
montaña, donde la gente cultiva maíz, patatas y vetiver, una planta cuyo aceite
se utiliza en perfumes de lujo.
La organización sin fines de lucro de Wienberg
construyó la casa de Estève dentro de una campaña para ayudar a las familias a
evitar las dificultades económicas tras la reunificación y evitar otra
separación. Otras iniciativas incluyen contratar a un agrónomo que ayude a las
familias a cultivar cosechas para comer o vender, en medio de una inflación
disparada que ha agravado la pobreza de los haitianos.
En la casa sólo hay dos camas pequeñas, y dos de los
niños duermen en el suelo. Cerca de las camas, los niños tienen sus únicos
juguetes: un pequeño alce y un oso de felpa, un bolso de Hello Kitty y una
lonchera de "Black Panther".
Estève dijo que dejar a los niños en el orfanato era
doloroso, aunque los visitaba de forma ocasional. No tenía un empleo ni una
pareja para ayudar a atenderlos y alimentarlos. Durante sus visitas, los niños
le decían que no estaban bien y pedían comida. La propia Estève tenía problemas
para comer, y pensaba en sus dos hijos.
"En ocasiones pensé en suicidarme", dijo.
Un día, asustada por el peso que habían perdido los
niños, decidió llevárselos con ayuda de trabajadores sociales. Estaba
convencida de que estarían mejor en la pobreza extrema que en el orfanato.
Una clave de los esfuerzos de reunificación son
mentores como Eluxon Tassy, de 32 años, que trabaja con niños que viven en la
calle, en orfanatos o en la transición preparándose para volver a casa.
"Comprendo exactamente por lo que están
pasando", explicó.
Él tenía cuatro años cuando su madre le dejó en un
orfanato a las afueras de Puerto Príncipe, donde vivió casi 15 años. Dijo que
también estuvo obligado a pasar dos años con una familia que le explotó como
trabajador doméstico infantil, una figura conocida en Haití como restavek.
Nunca fue a la escuela, pese a las promesas de la familia de matricularle a
cambio de que limpiara la casa y atendiera a los animales de la granja.
La prioridad de Tassy cuando ayuda a los niños a
gestionar la transición de regreso a casa es construir confianza. Utiliza arte
y música, y canta el alfabeto con los más pequeños. Les pregunta cómo se
sienten sobre el orfanato, pero tiene cuidado de no interrogarles demasiado.
En ocasiones tiene que explicar el concepto de familia
y la importancia del afecto, si un niño no recuerda a sus padres o ha pasado
demasiado tiempo alejado de ellos.
En el caso de Estève, sus hijos reconectaron casi de
inmediato con ella. Para celebrarlo, ese día preparó dos comidas: el
tradicional desayuno haitiano con espaguetis y, más tarde, arroz y frijoles con
salsa de pescado.
"Fue fácil", dijo. "Volvíamos a ser una
familia".
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