Cuando ocurrió el avivamiento en el día de pentecostés en Jerusalén, poco se sabía de psicología de masas. Pero para algunos estaba claro que aquello se podía explicar perfectamente con los efectos del alcohol. En otras palabras: algunos suponían que los discípulos de Jesucristo estaban borrachos. Claro, esto tampoco explica cómo era posible que 3000 personas se convirtieran después del sermón de Pedro. Un borracho no suele captar mucha audiencia y menos convertir a miles de personas.
En el relato de Hechos no falta cierto toque de humor
en la manera como Lucas cuenta los acontecimientos. Como médico, sin lugar a
dudas, sabía diagnosticar lo que era una borrachera. Y aquello que él nos narró
evidentemente no lo era.
La primera vez que conocí una persona que quería
investigar científicamente el fenómeno de un avivamiento fue en 1980 en la
famosa iglesia “Calvary Chapel” en Costa Mesa, California. Su pastor se llamaba
Chuck Smith. Había cultos con miles de personas. No es mi intención analizar o
valorar aquella iglesia que creció exponencialmente en los años 80 y 90 del
siglo pasado. Pero recuerdo mi sorpresa cuando la chica que estaba a mi lado se
presentó como psicóloga, especializada en el fenómeno de psicología de masas.
Había viajado una distancia considerable para encontrar una explicación natural
de lo que estaba pasando en la iglesia del pastor Smith: el carisma del pastor,
la presión del grupo, la música dulzona, etc. Era toda una novedad para mi. Y
tengo que admitir que algunos de sus argumentos me hicieron pensar.
Borracheras psicológicas e histeria de masas se viven
en cualquier estadio de fútbol cuando la estrella de turno marca tres goles en 20
minutos contra el equipo adversario. En Alemania muchos se convirtieron en
nazis, pero no en primer lugar por la propaganda de Goebbels, sino por haber
participado en un mitin bien organizado del NSDAP, para caer víctimas de una
manipulación de masas de primera categoría. La lista de ejemplos se puede
seguir ad infinitum.
Sí, la manipulación psicológica existe y goza de buena
salud. Lo que es más preocupante es que la manipulación psicológica existe y
goza de buena salud también en el ámbito evangélico. Goebbels usaba frases
cortas, apelaba a los sentimientos y el contenido de sus discursos era fácil de
comprender. Si al final hubiera hecho un llamamiento para recoger una ofrenda,
los presentes hubiesen sacado su último centavo que llevaban encima -por la
patria y por el “führer”.
Las predicaciones de algunos de nuestros conocidos y
no tan conocidos tele evangelistas y pastores van exactamente por el mismo
sendero: voz chillona, frases cortas y autosugestivas, una retórica elaborada
que apela a los sentimientos, creación en un ambiente de unidad cargado de
emociones y un contenido intelectual tan bajo que a su lado cualquier
telenovela de Tele 5 parece una obra de Cervantes. La diferencia es que en los
mítines políticos no se recogen ofrendas.
El efecto de la manipulación de masas es un fenómeno
psicológico en el que las personas hacen algo principalmente porque otras
personas lo están haciendo, independientemente de sus propias creencias. Se
anula el pensamiento y las emociones se apoderan de todo. Esta tendencia de las
personas de sintonizar sus creencias y comportamientos con los de un grupo
también se denomina “mentalidad” de rebaño.
Sí, sin lugar a dudas, llevados por la presión
psicológica, el ambiente y la manipulación retórica hay “conversiones” y
“sanaciones” que no duran ni 24 horas. Tal parece que ocurren cambios, pero no
transformaciones.
La manipulación psicológica y la psicología de masas
existe y goza de buena salud. Pero esto no significa que no puede haber un
avivamiento auténtico. También hay conversiones y otros milagros auténticos. No
hay que olvidar nunca que nuestro Dios es soberano.
Por lo tanto, quisiera analizar algunos fenómenos y de
nuevo me sirvo del análisis de Jonathan Edwards que no solamente era uno de los
mejores teólogos de la historia, sino también un profundo conocedor de la
psique humana.
Las
"marcas distintivas" de Edwards
El que lee los libros de Edwards se da cuenta que no
somos los primeros en plantearnos estas cuestiones. La manipulación psicológica
ya era un tema hace casi 300 años atrás. Cada avivamiento desde Pentecostés
parece haber sido una mezcla de oro y escoria, o de trigo y paja, que a veces
requiere una profunda reflexión bíblica y teológica para separar lo malo de lo
bueno.
Y así ocurrió en las décadas de 1730 y 1740 durante
los famosos avivamientos en el norte de América e Inglaterra conocidos como el
Primer Gran Despertar. La predicación de Jonathan Edwards (1703-1758), George
Whitefield (1714-1770) y muchos otros dio lugar a un derramamiento del
Espíritu, que convirtió a miles de personas a ambos lados del Atlántico.
Aunque muchos estaban claramente bajo la influencia
del Espíritu Santo, Edwards y otros admitieron que hubo distorsiones y
problemas durante los avivamientos. Esto incluía manifestaciones emocionales y
físicas preocupantes. Algunos líderes eclesiásticos criticaron los avivamientos
por tales excesos, llamándolos "entusiasmos descarrilados". Otros los
rechazaron de entrada por considerarlos obra de Satanás.
Edwards respondió a estas acusaciones, escribiendo y
publicando su libro “Un avivamiento verdadero”1. Se trata de una evaluación del
avivamiento a la luz de 1 Juan 4.
El libro de Edwards ofrece unas pautas sabias para
ayudarnos a separar el trigo de la paja. Primero habla de los signos neutrales.
Signos
neutrales
En la primera parte de su libro, Edwards habla de
cosas que no son necesariamente señales de una obra del Espíritu de Dios, pero
que tampoco lo contradicen. Aquí van algunos ejemplos:
Efectos corporales. Las respuestas emocionales o
físicas como desmayarse o gritar no son necesariamente señales que indican que
el Espíritu se está moviendo. Convulsiones, sacudidas, risas y muchas otras
cosas estuvieron presentes en el Primer Gran Despertar. No son ni muchísimo
menos un fenómeno de nuestro tiempo. Edwards advirtió, sin embargo, que éstas
pueden ser atribuidas a factores que tienen que ver con la personalidad de cada
persona o una tendencia hacia un comportamiento radical bajo coacción
emocional, pero no necesariamente tienen que ver con el Espíritu Santo. Como
siempre hay que aplicar la norma: si hay una explicación “natural” entonces uno
debe de tener cuidado con atribuir el comportamiento al Espíritu Santo.
Emociones forzadas. Edwards observa que una
"visión conmovedora de la belleza y el amor de Cristo puede abrumar a una
persona y agitar sus emociones”. Sin embargo, advierte que no hay que
sobrevalorar las reacciones emocionales, ya que la gente con una estructura
emocional diferente, podrían responder de forma mucho menos contundente y, sin
embargo, estar realmente bajo la influencia del Espíritu.
Revelación personal inmediata. Entre los carismáticos
contemporáneos se dice a menudo: "Dios me ha dado una palabra para
ti". A veces esa palabra será la Escritura. Pero Edwards señaló que
Satanás conoce la Biblia y puede fácilmente citarla y tergiversarla, tal como
lo hizo al tentar a Jesús. Por lo tanto, no siempre se puede confiar en los
impulsos mentales, ni siquiera en los que tienen que ver con las Escrituras.
Edwards constata que los avivamientos siempre han
estado plagados de errores a la hora de evaluar los acontecimientos
correctamente, tanto por parte de los líderes como de los participantes y han
sufrido engaños. Por lo tanto, siempre hay que tener mucho cuidado y
discernimiento.
Signos
positivos
Entonces, ¿qué constituye una obra del Espíritu?
Edwards identificó tres áreas que indican hacia una obra espiritual auténtica.
1. Un profundo amor por la persona y la obra de Cristo
Cuando el Espíritu de Dios obra profundamente en un
ser humano, la reacción muchas veces es abrumadora. La Biblia habla del “primer
amor”2. En este momento, Cristo se convierte en el objeto principal del deleite
de un creyente.
2. Un deseo de vencer el pecado y romper las ataduras
terrenales
El Espíritu Santo crea en los cristianos regenerados
un rechazo del pecado y un deseo de vivir según la voluntad de Dios. Su estima
por lo que este mundo puede ofrecer -aun las cosas buenas- disminuye en
comparación.
3. Un profundo reconocimiento de la inmerecida gracia
divina
Alguien tocado por el Espíritu de Dios jamás se convertirá
en una persona arrogante o legalista, sino vive con una creciente convicción de
la gracia inmerecida de Dios. El fruto de esta convicción es una actitud humilde,
misericordiosa y generosa.
4. Un profundo amor y deseo de deleitarse con la
Palabra de Dios
Puesto que la Biblia es “la Palabra de Dios dada para
conducir a los pecadores a Cristo”, Edwards señaló que Satanás nunca produciría
tal deseo en la gente. "El Diablo siempre ha mostrado un rencor y un odio
mortales hacia ese libro sagrado que es la Biblia”, concluye Edwards.
Conclusión
Si uno simplifica y condensa al máximo lo que Edwards
y otros teólogos que tienen alguna experiencia inmediata con un avivamiento
escriben, uno llega a una conclusión muy sencilla:
No hay avivamiento que no esté vinculado a la Biblia.
No hay un avivamiento “perfecto”.
Cualquier experiencia que no sea avalada por la Biblia
es simplemente producto de la psicología humana.
En este sentido tenemos que guardarnos de dos
extremos. Por un lado no se debe privar nuestra fe de un elemento experimental
y emocional. Y por otro lado, hay que cuidarse de una dinámica “híper
espiritual” y sectaria que se desvincula de lo que Dios ha revelado en la
Palabra de Dios. En otras palabras: Se puede bailar, pero hágalo al ritmo que
marca la Biblia.
Por JOSÉ HUTTER
El autor es teólogo, profesor y escritor
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