LA HABANA (7 Julio 2023).- El cubano Elián González tiene los mismos ojos grandes y de mirada penetrante de hace más de dos décadas, cuando con apenas seis años y tras naufragar junto a su madre en el Estrecho de Florida se convirtió en el centro de una disputa jurídica y diplomática entre Cuba y Estados Unidos.
Pero ahora es un joven ingeniero, se casó, fue padre
de una niña, trabaja en una empresa turística y acaba de convertirse en
diputado.
"Tengo un compromiso, tengo una responsabilidad
con este pueblo", respondió González durante una entrevista exclusiva con
The Associated Press a la pregunta de por qué había aceptado la postulación de
varias organizaciones sociales a la Asamblea Nacional del Poder Popular, el
Parlamento cubano.
La Asamblea con los nuevos diputados -470 en total- se
renovó en abril y González ocupó una banca en representación de su municipio
natal de Cárdenas, en la provincia de Matanzas y a unos 130 kilómetros al este
de La Habana. El cargo de parlamentario no es rentado en Cuba, por lo que
González continuará vinculado con su trabajo.
"Un hipócrita sería si le doy la espalda a mi
pueblo", sostuvo González, de 29 años. "Creo que desde Cuba podemos
hacer mucho para que tengamos un país más sólido y yo se lo debo a los cubanos,
a todos los que lucharon por mí, los que estuvieron con mi padre y eso es lo
que voy a intentar hacer ahora desde mi puesto".
Muchos tienen grababa en la memoria la dramática
instantánea del fotógrafo de AP Alan Díaz tomada en abril de 2000 -por la cual
ganó un premio Pulitzer- del pequeño aferrado a un adulto y con expresión
aterrorizada mientras un agente uniformado del Servicio de Inmigración y
Naturalización de Estados Unidos les apuntaba con su arma. El objetivo era rescatar
al niño para entregárselo a su padre.
Esa escena en una vivienda de Miami fue el final de
meses de tensiones trilaterales entre Cuba, Estados Unidos y grupos de exiliados
anticastristas de Florida.
Corría noviembre de 1999 cuando su madre, Elizabeth
Brotons, subió al pequeño Elián de cinco años a un a bote sin la autorización
de su padre para llevarlo ilegalmente a Estados Unidos. En el naufragio
murieron 10 personas, incluida ella y su pareja.
El niño, amarrado a una cámara de neumático, fue rescatado
tras permanecer varios días a la deriva en el mar y en virtud de las leyes
vigentes entonces -que otorgaban el asilo político a los cubanos que por
cualquier medio llegaran a Estados Unidos- fue entregado a un tío abuelo.
En Cuba, su padre Juan Miguel González, un trabajador
humilde del turismo, acudió al propio Fidel Castro para que lo ayudara a
reclamar por su hijo.
El caso del pequeño balsero se popularizó, las cámaras
de televisión cercaban la casa en Florida donde se hallaba el pequeño y los
grupos anticastristas presionaban para que se quedara en Estados Unidos
alegando que su madre había dado su vida para llevarlo a un país con libertad
cívica y prosperidad material.
Mientras, en Cuba, cientos de miles encabezados por
Castro se manifestaban en las calles en solidaridad con el padre.
"No haber tenido a mi mamá ha sido difícil, ha
sido un lastre, pero no ha sido un obstáculo cuando he tenido un padre que ha
sabido dar el frente (defenderme) y estar a mi lado", dijo González al
hacer un balance de aquellos sucesos. "Me siento un niño, un joven y un
adulto dichoso".
La entonces fiscal general de Estados Unidos, Janet
Reno, dictaminó que el niño debía volver con su padre, pero ante la negativa de
sus parientes a devolverlo el 22 de abril de 2000 fue recuperado por la fuerza
para entregárselo a su progenitor, quien había viajado a recogerlo. El 28 de
junio los González aterrizaron en el aeropuerto habanero José Martí.
"Creo que lo más importante es que he crecido
como otros jóvenes. He crecido en Cuba", dijo González.
Vestido con pantalón y playera negra, con una discreta
pulsera trenzada en su mano derecha y su alianza de bodas en la izquierda,
González concedió la entrevista a AP en el Capitolio de La Habana, la renovada
sede del Parlamento.
"También hubo un esfuerzo muy grande de mi papá
porque la prensa en los inicios de mi niñez estuviese muy alejada de mí",
relató González.
Por años no hubo forma de acercarse al menor, pero a
veces se lo veía de lejos jugando con otros niños o acompañando a su padre a
actividades políticas. Castro solía visitarlo, sobre todo el día de su
cumpleaños, el 6 de diciembre.
Con los años su padre se retiró de la vida pública y
González se convirtió en cadete militar y luego en ingeniero industrial.
También se incorporó a una empresa de la firma de turismo Gaviota -manejada por
una corporación militar- en la provincia de Matanzas que provee insumos al
sector.
"Confío en el modelo cubano y en lo que se ha
tratado de construir, que no es lo que tenemos. Nos queda mucho por
hacer", dijo González al rechazar la idea de que Cuba adopte el
capitalismo el cual, dado que la isla es "un país pequeño y de pocos
recursos", sería más parecido al de Haití que al de Estados Unidos,
explicó.
González aseguró que no vive en una cápsula y que
padece y le duelen las mismas cosas que a sus compatriotas -los apagones, el
desabastecimiento, los problemas de transporte- pero pidió considerar el contexto
antes de acusar al gobierno.
"Todos tenemos el derecho de manifestarnos y de
estar inconformes con lo que nos sucede, pero creo que siempre hay que tener la
cabeza bien puesta en su sitio y pensar por qué suceden las cosas antes de
salir a manifestarse", expresó. "¿Es culpa de mi gobierno o es culpa
de alguien más? ¿Quién está haciendo que a Cuba no llegue en tiempo, en lugar y
hora lo que tiene que llegar?", se preguntó.
González responsabilizó a las sanciones
estadounidenses que, dijo, privaron durante seis décadas a las autoridades
cubanas de recursos para el desarrollo, pero insistió en que se pueden lograr
nexos "de amistad, de fraternidad con el pueblo norteamericano y con su
gobierno" siempre que partan del respeto a las diferencias políticas.
El parlamentario integra una generación de cubanos que
protagoniza actualmente una emigración récord en algunos puntos similar a la de
la década de 1990, cuando dejó la isla con su madre.
"Respeto a todo el que tomó la decisión de
marcharse de Cuba. Respeto a los que hoy lo hacen como mi respeto siempre
estará para mi mamá", reflexionó. "Mi mensaje siempre sería que hagan
todo lo posible (los emigrados) porque en Cuba se vuelva a tener un estatus
igual al de cualquier país del mundo para... con toda esa presión poder
levantar esas sanciones y poder un día regresar con sus familias que, yo creo,
es al final el anhelo de todos los cubanos".
En lo personal, consideró que vivir en Cuba fue la
mejor opción para él y le agradeció a su padre haber dado batalla para traerlo
de regreso.
"Hubiese sido mucho más fácil irme y vivir mejor,
tal vez hubiese vivido mejor... hubiese sido más fácil, pero no creo que
hubiese sido lo correcto porque viendo tantas cosas buenas que hay aquí para
salvar yo creo que lo mejor fue quedarme y luchar", aseguró.
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