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HAY UN BOBO, ¡AY PERO QUE BOBO!

Es probable que casi todos los que me honran leyendo este escrito, de niños, al igual que yo, tuvimos un bobo en la boca, al que recurrían nuestros padres por diferentes motivos. 

En ocasiones, para que dejáramos de llorar en lo que preparaban el biberón. Así como distraernos y calmarnos de  una que otra rabietas de las que solíamos hacer  por hambre, sueño, para que  nos cargarán u otra causa

No obstante, y a pesar de haber crecido,   seguimos utilizando el bobo. Pero ahora,  un bobo distinto, aunque con objetivos, causas  y circunstancias parecidas o similares a las que sucedían cuando éramos infantes.

Por ejemplo, cuando protestamos y exigimos  ante las  autoridades,  la construcción de obras que  nos prometieron en campaña, rápidamente, detienen nuestras rabietas, asegurando que pronto las comenzarán,  y tal si  fuéramos  niños,  nos ponen un bobo de esperanzas, que se esfuman con  el tiempo. 

 De igual forma,  si reclamamos por el alto costo de la canasta familiar, por  los precios de los combustibles,   medicamentos, transporte, electricidad y por los bajos salarios, inmediatamente, surgen las promesas, para combatir el hambre y nos ponen un bobo de ilusiones, que se  diluyen en las nubes.

Lo mismo sucede,  cuando    demandamos  acciones  efectivas para frenar la delincuencia  que nos tienen dando   saltos  como el chivo,  y más broncos que una guinea tuerta, sin poder  conciliar el sueño, enseguida se reúnen y, bla, bla, bla, y otro bla, y nos ponen un bobo de paciencia, pero de pocas esperanzas.

Pero hay uno  más grande, medio brujo y encantador, por el que hacemos rabietas, pasamos hambre, perdemos el sueño,     nos colocamos en filas y de ñapa, sin que nadie nos cargue, nosotros mismos  lo  ponemos en la boca,  le llaman el bobo electoral

Y entonces,  seguimos sin pitos y sin flautas como en San Cristóbal,  por lo vota malo  que somos.

Hay un bobo. ¡Ay pero que bobo!



Por LEONARDO CABRERA DIAZ 

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