En ocasiones, para que dejáramos de llorar en lo que preparaban el biberón. Así como distraernos y calmarnos de una que otra rabietas de las que solíamos hacer por hambre, sueño, para que nos cargarán u otra causa
No obstante, y a pesar de haber crecido, seguimos utilizando el bobo. Pero ahora, un bobo distinto, aunque con objetivos, causas y circunstancias parecidas o similares a las que sucedían cuando éramos infantes.
Por ejemplo, cuando protestamos y exigimos ante las autoridades, la construcción de obras que nos prometieron en campaña, rápidamente, detienen nuestras rabietas, asegurando que pronto las comenzarán, y tal si fuéramos niños, nos ponen un bobo de esperanzas, que se esfuman con el tiempo.
De igual forma, si reclamamos por el alto costo de la canasta familiar, por los precios de los combustibles, medicamentos, transporte, electricidad y por los bajos salarios, inmediatamente, surgen las promesas, para combatir el hambre y nos ponen un bobo de ilusiones, que se diluyen en las nubes.
Lo mismo sucede, cuando demandamos acciones efectivas para frenar la delincuencia que nos tienen dando saltos como el chivo, y más broncos que una guinea tuerta, sin poder conciliar el sueño, enseguida se reúnen y, bla, bla, bla, y otro bla, y nos ponen un bobo de paciencia, pero de pocas esperanzas.
Pero hay uno más grande, medio brujo y encantador, por el que hacemos rabietas, pasamos hambre, perdemos el sueño, nos colocamos en filas y de ñapa, sin que nadie nos cargue, nosotros mismos lo ponemos en la boca, le llaman el bobo electoral
Y entonces, seguimos sin pitos y sin flautas como en San Cristóbal, por lo vota malo que somos.
Hay un bobo. ¡Ay pero que bobo!
Por LEONARDO CABRERA DIAZ
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