A LOS 81 AÑOS DE EDAD MUERE EL CANTAUTOR SIXTO RODRÍGUEZ PROTAGONISTA DEL DOCUMENTAL "SEARCHINGH FOR SUGAR MAN"
MADRID (9 Agosto 2023).- El cantautor Jesús Sixto Díaz Rodríguez, conocido como Rodríguez, cuya vida contó el documental Searching for Sugar Man, premiado con el Oscar en 2013, ha fallecido este miércoles a los 81 años, según ha anunciado la web oficial del músico. “Con gran tristeza, anunciamos que Sixto Díaz Rodríguez ha fallecido hoy temprano. Mandamos nuestras condolencias a sus hijas, Sandra, Eva y Regan, y a toda su familia”.
Rodríguez, de clase obrera y origen mexicano, nació en
Detroit en 1942. Pasó por diferentes empleos extramusicales hasta que empezó a
actuar en clubes de su ciudad (como uno llamado Sewer, alcantarilla en inglés),
en el vecindario que, históricamente, también ha sido sede de artistas de
renombre como los MC5, Iggy Pop o los White Stripes, donde atrajo la atención
de varios productores relacionados con el mítico sello Motown Records: parecía
que del underground de la Motor City surgía un diamante por pulir, uno que se
parecía al mismísimo Bob Dylan. Pero en su breve carrera solo grabó dos discos,
a comienzos de los sesenta: Cold Fact (1970) y Coming from Reality (1971).
Pasaron sin pena ni gloria.
En el documental Searching for sugar man (que hace
referencia a la canción Sugar man, “hombre de los caramelos”, es decir, a un
camello), escrito y dirigido por el sueco Malik Bendjelloul (fallecido en 2014,
al año siguiente del Oscar, con solo 36 años), se cuenta la historia de cómo
Rodríguez descubre, tras muchos años, ya sexagenario, que en la lejana
Sudáfrica (también en Nueva Zelanda o Australia) es toda una estrella a la que
rinden pleitesía decenas de miles de personas que intercambian sus grabaciones
durante los setenta y ochenta. “Es una historia perfecta. Tiene el elemento
humano, el aspecto musical, una resurrección y una historia de detectives”,
dijo entonces Bendjelloul a The New York Times.
En el país austral Rodríguez es tan popular como Elvis
o los Rolling Stones. Hay quien se tatúa las portadas de sus discos. Incluso
corrían rumores sobre su muerte, cometiendo suicidio sobre un escenario (por
ahí, por cierto, comenzó la investigación del documental que rescató su figura:
no estaba muerto). Su música se convirtió en una inspiración para el movimiento
antiapartheid.
“Yo me pregunto - sobre las lágrimas en los ojos de
los niños. / Y me pregunto - sobre el soldado moribundo. / Yo me pregunto -
¿acabará jamás el odio? / Y me pregunto… y me preocupo, amigo. / ¿Tú no?”, dice
el estribillo de su éxito I Wonder.
Sixto Rodríguez, el cantante estadounidense que se
convirtió en un fenómeno en la Sudáfrica del Apartheid, sin que él llegara a
conocer tal éxito.
Sixto Rodríguez, el cantante estadounidense que se
convirtió en un fenómeno en la Sudáfrica del Apartheid, sin que él llegara a
conocer tal éxito.
Mientras, en Estados Unidos, ajeno a su éxito, en una
era sin internet, Rodríguez vive con un músico fracasado: la poca aceptación de
sus discos le obligaba a trabajar como obrero de la construcción, lejos de su
vocación musical. “Hice mucho trabajo pesado: construcción, demolición, ese
tipo de cosas. Trabajo sucio y polvoriento”, explicó en una entrevista en el
diario británico The Guardian. La discográfica le había ocultado su éxito
trasatlántico. La película, y su triunfo en los Oscar, donde obtuvo el premio a
mejor documental, devolvió a Rodríguez a la primera fila musical y le hizo
disfrutar de su fama en Sudáfrica. Y, ahora, merecedor de obituarios.
De
la pobreza a la riqueza
Desde entonces no fue todo de color de rosas: en 2014,
Rodríguez se enfrentó a una demanda por la propiedad de las canciones de su
álbum Cold fact: los dos productores con los que Rodríguez había firmado
contratos, Harry Balk y Clarence Avant, litigaron por los derechos de aquellas
canciones olvidadas. Aunque Rodríguez había firmado un contrato con el primero
en 1966 (y por cinco años), acabó publicando el disco con el segundo. El truco:
firmar la autoría como Jesús Rodríguez y no como Sixto. Después de su
resurrección, el breve catálogo de Rodríguez se había de pronto revalorizado
notablemente y estaba por ver quién iba a rentabilizar esa revalorización. “La
mía es solo una historia típica de la pobreza a la riqueza”, bromeaba a The
Guardian, “pero mejor así que de la riqueza a la pobreza”.
Por otro lado, su condición de nuevo mito de la
historia de la música, de fenómeno extraño, de enigma, le permitió pisar
escenarios en lugares del mundo antes inopinados para el artista. Por ejemplo,
en el mismo 2013, dio un único concierto en España en el Poble Espanyol de
Barcelona. Se presentó ante los más de 5.000 espectadores tal y cómo había
construido su imagen escénica: de riguroso negro, con sombrero de ala ancha,
melena oscura y gafas de pasta negra, cristales tintados.
El crítico de EL PAÍS, Luis Hidalgo, destacaba de
aquella noche el cariño del público que empatizaba con su historia de
cenicienta: “No todos los días se ve a un artista querido unánimemente más allá
de su propio cancionero (...) De ahí el ambiente, inusual en un concierto.
Porque nadie deseaba una mala actuación”. No salió del todo bien. Pero “no era
el concierto de un artista popular, era el trabajo de una persona honesta
recuperada por la justicia poética”.
Por SERGIO C.
FRANJUL/El País.es
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