COMO NEHEMÍAS, DANIEL Y JOSUÉ

De un  lado hay mucha gente angustiada con un dolor profundo que les encorva, desespera y los oprime con fuerza, anudando pecho y  garganta,   enmudeciendo  las palabras. 

Gentes que pueden  ver,    pero se resisten a creer, todo cuanto ven.   Gentes que oyen, pero por la perturbación, no entienden, ni alcanzan a comprender lo sucedido. Atónitos están. 

Son  tantas las  preguntas, y  tantos los por qué, para los que no hayan, y parecen no tener las  respuestas. Nada logra llenar su  gran  vacío, su desconcierto.  El desconsuelo los abraza.

La solidaridad de mucha gente, sale a flote, llora y sufre junto a los deudos, a los afligidos, esos,    a los que quisieran    darles  alivio, aminorando  el dolor que les desgarra, que los  abate y embarga, y se esfuerzan, dando el todo por el todo, con dedicación y entrega, por  amor al prójimo, sin esperar nada a cambio, solo prima y prevalece su satisfacción intrínseca inspirada en su vocación de servicio, en su caridad y calidad humana, distante y muy lejos de toda sinecura 

Del otro  lado está,  el otro lado, lugar hábitat  y morada, de unos,   que afirman  sentir y dicen que les duele el dolor de aquellos,  a los que el dolor encorva, desespera y oprime, anudando pecho y garganta, enmudeciendo la palabra.

De ese otro  lado está, el otro lado, en donde residen,  los pésames de compromisos, esos pésames, a los que el deber y las circunstancias obligan,  a veces, tan bien logrados que,  en cierta forma, hasta  llegan a sentirlos  y se  conmueven  y actúan en consecuencia, tendiendo sus manos, más a   la espera del reconocimiento y del lauro, que por  la satisfacción interna de la misión cumplida y de sentirse como un verdadero ser humano, de solidaridad no  calculada.

Pero ahí vamos, ensayando como aprendiz, lo ya aprendido, abrazando la esperanza de ser y convertirnos en  los Lázaro de hoy, escuchando la voz del Todopoderoso, y  levantarnos  de en medio de las angustias, salir de la fosa,  soltar las ataduras  y  con pasos firmes seguir el camino. 

Tomar la bandera de Nehemias, para así como él,  reconstruir los muros y las puertas de Jerusalén, orar   cada mañana, tarde y noche, así como Daniel,  para cimentar nuestras vidas, poniendo en alto,   nuestra fe,  por encima y sobre todo contratiempo, pidiendo la bendición de Dios, para ser fuertes y valientes como Josué,  para afrontar  toda batalla, e izar el pendón de la victoria y de una solidaridad sincera.


Por LEONARDO CABRERA DIAZ 

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