SIN SANTOS EN LOS ALTARES

Cuando  haya pasado esta especie de fiebre mala que arropa el espectro político dominicano, estaremos de frente a  un escenario incierto, lleno de brumas  y temores, todo apunta a que la sociedad tendrá que levantarse sobre los escombros y  las cenizas de principios, valores y reputaciones perdidas. Pero  tal cosa, no parece importar a mucha gente.

Nunca como ahora la población había sido testigo de tantos desparpajos,  de una gran parte de  nuestra clase política, como si todo se tratara de «fiesta y mañana gallo» han puesto sus  intereses particulares y ambiciones desmedidas por encima del  presente y futuro de la familia dominicana.

No han escatimado en nada; para algunos, es como si el barco hiciera agua, y quedan  pocos salvavidas. Tienen prisa, no se detienen a pensar, ni analizar, el  alcance de sus desatinos.

Para otros, en cambio, es como pescar en río revuelto, el mar es para ellos  y lanzan sus  redes. Mientras,  el capitán se aferra hasta más no poder al timón de la barca,  seguro de que sólo a él, le pertenece. Eso es todo suyo.

De repente, de golpe y porrazo, de  forma abrupta, desenfrenada,  el decoro se fue pal' carajo. La política se simula  en una gran playa de nudistas. Sin taparrabos, nada  cubre sus  ligerezas, casi todos  encueros, de igual a igual. De nada sirve el asombro,  si es que algo  de  asombro, aún nos queda.

Los inconversos de la política, desesperados, cuelgan  de forma  visible  sus precios, con o sin intermediarios, sujetos a suntuosas  rebajas y sin comprobantes fiscales, para no dejar rastros, ni huellas de su "patriótica transacción," a no ser, quizás, solo en sus conciencias, que por cierto, algunos parecen no tenerlas. Definitivamente, en cuestiones políticas, ya no hay santos en los altares.



Por LEONARDO CABRERA



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