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UNA MUERTE QUE QUEDÓ IMPUNE

Las campanas de la Catedral Primada de América todavía repican sin cesar y se afirma que es por Plinio Díaz. No cesan de repiquetear. Parecen pedir, reclamar, demandar que surjan luces que ayuden a esclarecer la desaparición del joven periodista.

Pero nadie responde. Nadie parece interesarse. ¿A quién le puede interesar? Total, fue un periodista. Hace casi 50 años de aquel funesto, trágico, doloroso hecho y todavía hay gente que afirma y confirma que la impunidad nació ayer, que aún no tiene edad que permita emitirle ya una Cédula del Estado.

En tanto, el badajo golpea con fuerza contra las asas de la campana. Dice esperar sin eco que su resonar sea escuchado por aquellos que, aunque tienen oídos, no quieren escuchar ese reclamo, aunque en su interior lo lacere su infame indiferencia.

Un turista de esos que vienen de países lejanos -y que se estacionó en un banco del parque Colón para ver y disfrutar del trajinar de los ciudadanos de todos los colores –hombres y mujeres- luego de un agotador paseo por la zona colonial-, se preguntó por qué gimen, casi llorosas, las campanas de la Catedral.

Y nadie, absolutamente nadie, ni funcionarios, ni los vigilantes de “seguridad”, limpiabotas, venduteros, “canjeadores” de dólares y residentes del sector, pudo explicar por qué tañen tan triste y apesadumbrada las campanas de la Catedral. Si me pregunta a mí, ni corto ni perezoso le digo: -“Las campanas repican, lloran y reclaman por la desaparición de Plinio Díaz y nadie, décadas después, ha dado una respuesta, así de simple”.

Asedio a La Voz del Pueblo

Cuentan algunos testigos -que se reservan sus nombres por razones de seguridad remontada a cinco décadas- que organismos de inteligencia del gobierno (Servicio Secreto) mantenían una vigilia permanente en el entorno del diario La Voz del Pueblo. Relatan que a partir de esa realidad, la situación a lo interno del periódico era difícil, compleja, o tal vez indescifrable.

Cuando entré a trabajar allí como redactor deportivo ignoraba totalmente la existencia de esa situación. La Voz del Pueblo nace en el marco del fragor que creó la tenaz lucha de una población ávida de libertad, decidida a establecer una  genuina democracia en el país. Según círculos periodísticos, las maquinarias del periódico habían sido donadas por un gobierno europeo al Movimiento Revolucionario 14 de Junio. La donación fue considerada ilegal por parte de los sectores dominantes y por eso terminó en manos del talentoso abogado y economista, doctor Marcio Mejía Ricart.

Ha sido talvez este origen, propio de la época, que dio lugar a que surgieran las vicisitudes por la que atravesó el matutino, En sus inicios este diario gozó de una formidable planilla de periodistas y ostentosos recursos humanos, situándose entre ellos al intelectual y luego presidente de la República, Leonel Fernández.

Allí laboraron, además, los prestigiosos periodistas Leo Hernández (a quien el profesor Juan Bosch apodó La Pipigua) Oscar Gil Díaz (que sufrió el dolor de la desaparición de su hermano Guido Gil Díaz), Plinio Díaz, Don Juan Holguín, César Vizcaíno, Juan Bautista Díaz Cuevas, Manuel Hernández Villeta, Augusto Álvarez y Julián Corporán Reyes (recientemente fallecido) entre otros.

“En el periódico La Voz del Pueblo trabajaron varios de mis amigos”, expresó el veteranísimo periodista Manuel Escaño en un comentario que hizo en la primera entrega de este trabajo. Agregó que, entre ellos, están “César Escoto Gómez (retirado) Oscar Gil Díaz (fallecido) Rey Díaz que había estudiado conmigo en el Instituto Dominicano de Periodismo (IDP) y según mis informaciones es Pastor de una Iglesia Cristiana en Estados Unidos”.

Apuntó: “Y Leonel Fernández que dicen que abandonó el periódico porque no le pagaban. Para esa época dijo Escaño, yo “hacía entrevistas para Universal”.

Del asedio a los hechos

El joven periodista Plinio Díaz había desaparecido cuando salía de trabajar en el diario, es lo que se ha dicho siempre. Y hasta el sol de hoy, casi 50 años después, nadie ha vuelto a saber de él, se ignora qué pasó con la vida de este comunicador que tenía entonces apenas 23 años.

En esos días la policía había desatado una tenaz persecución contra otros comunicadores que laboraban allí, como fue el caso del colega Augusto Álvarez.

Álvarez había regresado de Moscú y se integró como reportero del periódico. Todos sabían, según me contó otro colega, que éste, además de ejercer como periodista se desempeñaba en la clandestinidad como un activo militante de la izquierda revolucionaria del país.

Algo similar ocurría con Plinio Díaz. Al parecer militaba en un partido de izquierda y fue detectado por el Servicio Secreto (SS) del gobierno del presidente Joaquín Balaguer que, como es de todo bien conocido, persiguió y aniquiló a muchos jóvenes que pertenecían a ese litoral político.

Galarza

El periodista Freddy P. Galarza, quien también fue víctima de la persecución del régimen balaguerista en su natal Barahona y por lo que tuvo que emigrar a Estados Unidos, deplora en un artículo que publicó en el digital Almomento.net, en el año 2014, que 40 años después de la desaparición de Díaz no haya sido esclarecida todavía por las autoridades ni la justicia dominicana.

¿A dónde llevaron a Plinio Díaz? ¿Qué hicieron sus verdugos con su cuerpo? ¿Por qué las autoridades de entonces y las de ahora han sido indiferente frente a este trágico hecho?

“Luego de 40 años de la desaparición del periodista Plinio Díaz, parece que a nadie le ha importado aquel hecho, mucho menos su esclarecimiento, ahora que se trae a colocación otros crímenes recién pasados”, señala Galarza, y añade: “Su posible asesinato ha quedado en el misterio y cuando se mencionan o se realizan honores a otros periodistas asesinados y desaparecidos, el nombre de Plinio Díaz se olvida”.

Galarza escribió que “al momento de su desaparición el siete de octubre del 1974, (él) se graduaba del bachillerato en la clandestinidad de los doce años del balaguerismo. Plinio rondaba los 23 años de edad y laboraba en la redacción del diario “La Voz del Pueblo” propiedad del doctor Marcio Mejía Ricart”.

Según relató Galarza en su artículo, publicado en el 2014: “Para la época se decía que Plinio militaba en el Partido Comunista de la República Dominicana (Pacoredo). De este grupo de la izquierda dominicana se ha dicho siempre que no hizo nada para que se esclareciera la misteriosa desaparición del periodista y su posible asesinato”.

Por su lado, el periodista Augusto Álvarez, otro integrante de la redacción de La Voz del Pueblo y que también fue tenazmente perseguido, nos habla del ambiente de tensión que vivió en aquella época. Álvarez había vivido en Rusia y Rumania, luego permaneció durante 20 años residiendo en Estados Unidos.

El periodista, retirado hace tiempo del ámbito de la comunicación, dijo no estar seguro de si el allanamiento al periódico era para apresar al doctor Mejía Ricart o si el operativo estuvo dirigido a apresar allí a los periodistas que militaban en la izquierda, incluyéndolo a él.

 –“Marcio tenía un partido, apellidos y dineros, y lo que buscó el SS (Servicio Secreto) en su hoja de vida no encajaba en el perfil del hombre de interés para el gobierno”, meditó recordando a lontananza a aquellos tiempos inciertos.

-“No sé detalles, pues prefiero pensar que la búsqueda se produjo a raíz de yo aparecer en los diarios buscado por la PN, aunque ya antes Plinio Díaz desapareció ahí también”, narró Álvarez. “Además, yo recién llegaba de Rusia y Leonel (Fernández, ex presidente de la República) de Estados Unidos”.

Por la redacción de La Voz del Pueblo desfiló también “La Pipigua (Leo Hernández) el ex presidente Fernández; también (Manuel Hernández) Villeta, Oscar Gil Díaz y otros”. “Incluso, Leonel se sentaba detrás de mí”, subrayó. Al respecto recordó que en aquellos tiempos convulsos de la política vernácula, los partidos progresistas enviaban a sus cuadros a formarse en el exterior, sosteniendo que “hasta el PRD preparó militantes fuera”.

-“¿Sabes que estuve en solitarias con (Jorge Puello Soriano) El Men y una persona que aún es ministro?”, refirió Álvarez. Y tras rubricar sus andanzas en la militancia de izquierda, éste apuntó: -“A raíz de la formación del PLD (también) asumimos la defensa del local en la Independencia”.

Malicias en los pagos

Realmente el periódico, previo a la catástrofe incendiaria, enfrentó serios bretes económicos que llevaron a que el personal confrontara problemas con el pago de sus salarios. No solo Leonel se marchó del diario, había razones de sobra para que cualquiera alzara vuelo: asedio de los organismos de seguridad del Estado, limitaciones operativas y retrasos en los pagos.

La administración del periódico, en manos del doctor Mejía Ricart y su esposa Sira, pagaba con dificultades. Ellos atribuyeron el hecho a los retrasos en los pagos de la publicidad del gobierno.

Se llegó a pagar con cheques sin fondos que “rebotaban en los bancos como bolas de pimpón”. Los empleados reclamaban y la administración culpaba a los bancos, a los cuales, con voz tronante, el propio doctor Mejía Ricart amenazó con demandar.

Para remediar el problema, nos remitían a una “casa de cambio” ubicada en la calle Isabel La Católica. Allí nos cobraban altos porcentajes, hasta 20% y más del salario, para canjear los cheques. Luego nos enteramos que la casa de cambio pertenecía a él, o era de un socio de Mejía Ricart.

Pero no todo fue malo. La liquidación y la última quincena de trabajo que yo ya daba como algo perdido, incobrable, apareció cuando menos esperaba. Caminando una mañana por la calle El Conde, luego  del incendio de la rotativa del periódico, me encontré con el compadre Julián Reyes (epd) quien también era parte del personal de redacción, y éste me preguntó:

-¿Cobraste tus prestaciones? Le dije que no. Me explicó que él y otros empleados las habían cobrado. Fui al periódico y allí, ¡oh un  milagro! Me calcularon y pagaron, no solo las prestaciones sino también la quincena atrasada y hasta dietas que tenía pendientes. Ese pago me llenó de alegría.

Las interrogantes

El doctor Mejía Ricart era parte integrante de una prestigiosa familia de la sociedad dominicana, definido para la época como un político controversial, desafiante, aspirante sempiterno a la Presidencia de la República por el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) un académico y autor de enjundiosos textos jurídicos legados al régimen de la jurisprudencia del país.

El prominente profesional del derecho y economista falleció de un infarto durante un viaje a Barahona, ciudad costera del Sur del país. Acudió allí a realizar diligencias propias de su ejercicio profesional.

Supe después, pasado los años, que las maquinarias del periódico La Voz del Pueblo que se incendiaron en la calle San Juan Maguana, dejándonos sin fuentes de trabajo, tenían un seguro en el exterior que pagó por la ocurrencia del siniestro. Me enteré que fue con esos recursos que se  hizo la liquidación del personal.

Ahora, rememorando aquellos tiempos y el panorama vivido, me surgen muchas interrogantes que difícilmente puedan ser respondidas. ¿Por qué desaparecieron a Plinio Díaz? ¿Por qué el gobierno de Balaguer mantuvo la persecución contra el periódico La Voz del Pueblo y sus periodistas? ¿Por qué persiguieron al periodista Augusto Álvarez?

En el allanamiento al periódico y a la residencia del doctor Mejía Ricart ¿qué buscaban realmente los organismos de seguridad del Estado? ¿Ciertamente se quería apresar al doctor Mejía Ricart? Si no era a él ¿a quién o a quienes se quería apresar entonces? ¿Quién o quiénes desaparecieron a Plinio Díaz? ¿Seguirán repicando las campanas de la Catedral por la desaparición de este periodista de apenas 23 años?.



Por EMILIANO REYES ESPEJO

El autor es periodista

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