RIESGO GEOMAGNÉTICO: EL SOL SORPRENDE CON LOS NIVELES DE ACTIVIDAD MÁS ALTOS DE LOS ÚLTIMOS 20 AÑOS
BARCELONA (20 Septiembre 2023).- En los últimos meses, los científicos se han visto sorprendidos por un inesperado incremento de la actividad solar, que se ha traducido en un aumento de llamaradas solares y de eyecciones de masa coronal, fenómenos en los que el Sol lanza al espacio, y de forma muy direccional, grandes flujos de radiación (en el caso de las llamaradas) y de partículas (eyecciones de masa, principalmente de electrones, protones y núcleos de helio).
La llegada a la Tierra de estas emisiones puede
afectar a las comunicaciones e incluso dañar satélites y otros equipamientos,
como por ejemplo centrales eléctricas. Estos efectos se conocen colectivamente
como tormentas solares (o tormentas geomagnéticas), y aunque las llamaradas
solares y las eyecciones de masa del Sol siempre han existido, es ahora, en un
mundo cada vez más tecnificado, cuando pueden causar un daño mayor.
Los
ciclos del Sol
Las llamaradas solares y las eyecciones de masa
coronal son fenómenos que se generan debido a la constante actividad del
intenso campo magnético del Sol, una actividad que también da lugar a las
conocidas manchas solares, regiones oscuras que aparecen en la fotosfera del
astro (el equivalente a su superficie).
De hecho, las llamaradas acostumbran a producirse
cerca de las manchas solares y muchas veces son seguidas por eyecciones de
masa. Esta relación entre los tres sucesos permite usar el recuento de máculas
en la superficie del Sol como indicador del nivel de actividad solar.
Desde el siglo XIX, se sabe que la actividad del Sol
varía en ciclos de unos 11 años aproximadamente. Un ciclo comienza con un
mínimo de manchas solares (y de fenómenos asociados, como llamaradas y
eyecciones de masa), y progresivamente la actividad va aumentando hasta
alcanzar un máximo. A partir de ese instante, la cantidad de máculas solares
empieza a disminuir hasta llegar a un nuevo mínimo que marca el final del
ciclo.
El
inesperado ciclo solar actual
Actualmente nos encontramos dentro del ciclo solar
número 25 (el primero se definió empezando en el año 1755), que se inició en
diciembre de 2019. En ese momento, algunos organismos como la NASA o la Oficina
Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de los Estados Unidos (NOAA),
discutieron sus previsiones para el nuevo período solar, unas previsiones que
indicaban un ciclo relativamente suave (como el que acababa de finalizar, el
menos intenso de los últimos 100 años), con el máximo ubicado en julio del año
2025 y un recuento mensual esperado de manchas solares de 115 en el momento del
máximo.
Sin embargo, el número de máculas solares alcanzó la
cifra de 159 en julio de este año y de 115 el pasado agosto. Todo apunta a que
nos encontramos en un nivel de actividad solar inédito en los últimos 20 años y
que el máximo del ciclo actual podría llegar el año próximo, con meses de
antelación respecto de la previsión.
Perturbaciones
en las comunicaciones y aparición de auroras
Los flujos de radiación y de partículas provenientes
del Sol son capaces de provocar diversas afectaciones a su llegada a la Tierra.
En concreto, la luz de alta energía de las llamaradas solares (normalmente
rayos X) perturba la ionosfera terrestre, la región de la atmósfera situada por
encima de los 80 kilómetros de altura y que es fundamental para la transmisión
de las ondas de radio. Y, por su parte, las partículas de las eyecciones de
masa coronal alteran el campo magnético del planeta, lo cual provoca tormentas
geomagnéticas que tienen consecuencias sobre el funcionamiento de determinados
equipos electrónicos. La cara más amable de estas tormentas solares es el
aumento en el número e intensidad de auroras.
Para estimar las consecuencias de una tormenta
geomagnética se emplea una escala que va desde el grado G1 al G5. Una tormenta
de nivel G1 puede provocar oscilaciones leves en la red de suministro
eléctrico, mientras que una de grado G5 puede llegar a colapsar algunas de
estas redes, dejando inoperativos transformadores, e impidiendo las
comunicaciones por radio de alta frecuencia durante días en determinadas zonas
del planeta.
En los últimos días, se han registrado tormentas
solares de hasta nivel G3 (catalogadas como fuertes). Así, el sábado 16 de
septiembre se desprendió del Sol un enorme filamento al mismo tiempo que se
generaba una eyección de masa coronal dirigida hacia la Tierra. Algunas de las
imágenes del Sol se hicieron virales en redes sociales.
Tres días después, el campo magnético terrestre se vio
afectado por la llegada del flujo de partículas, lo cual provocó la aparición
de auroras en regiones del norte de Europa y de Estados Unidos.
Y este pasado martes, a primera hora de la mañana,
algunas zonas de Kenia experimentaron alteraciones en las comunicaciones por
radio cuando llegó, unos ocho minutos después de haber salido del Sol, el flujo
de luz de alta energía generado por una llamarada solar. Unas horas más tarde,
las afectaciones se repetían en Indonesia a causa de otra llamarada solar. En
un solo día, se contabilizaron hasta un total de 18 de estos fenómenos.
La
tormenta perfecta
Justamente el pasado día 5 de septiembre se publicaron
los datos recogidos por la sonda solar Parker de la NASA hace un año, cuando se
topó con la nube gigantesca de partículas emitidas por una gran eyección de
masa coronal. Durante dos días, la sonda navegó a través del intenso flujo de
material, a sólo 9,2 millones de kilómetros de distancia del Sol, y midió
velocidades de hasta 1.350 km/s en las partículas.
El acontecimiento fue tan intenso que uno de los
responsables de la misión admitió que, en el caso que la eyección de masa solar
se hubiese dirigido hacia la Tierra, las consecuencias para nuestra tecnología
podrían haber sido colosales, generando una tormenta geomagnética de nivel
parecido a la más grande jamás registrada y conocida como el evento Carrington.
Esta tormenta, acontecida el año 1859, dejó
inoperativo, durante días, el servicio de telégrafo entre Europa y los Estados
Unidos, provocando incendios en algunas de las centrales y auroras boreales que
pudieron ser observadas en numerosas regiones del planeta llegando incluso
cerca del ecuador.
Existen precedentes en épocas más recientes. Por
ejemplo, en marzo de 1989 una tormenta solar dejó la región del Quebec, en
Canadá, sin electricidad durante nueve horas. Una afectación que se repitió, en
octubre de 2003, en extensas zonas de Suecia. Y en julio de 2012, una gran
eyección de masa coronal estuvo a punto de alcanzar nuestro planeta (no lo hizo
por sólo nueve días). Su potencia era tan intensa que algunos expertos
estimaron que, en el caso de haber generado una tormenta geomagnética, las
consecuencias hubiesen sido globales, afectando a satélites, comunicaciones y
equipos electrónicos, y se hubiese tardado entre cuatro y diez años para recuperarse
de las afectaciones.
Con
la mirada puesta en el Sol
Debido a la creciente importancia de los fenómenos
solares para nuestra tecnología, existen diversos organismos que monitorizan
constantemente el Sol, a través de instrumentos terrestres y también con
satélites, con el objetivo de generar previsiones y alertas.
Por ejemplo, la Agencia Nacional Oceánica y
Atmosférica (NOAA) de Estados Unidos gestiona la constelación de satélites
GOES-R que, desde la órbita geoestacionaria terrestre, realizan el seguimiento
de fenómenos meteorológicos y solares. Por su parte, la NASA tiene, también en
órbita geoestacionaria, el telescopio solar SDO, capaz de capturar una imagen
del Sol por segundo en alta definición y a través de diferentes filtros.
La agencia espacial europea (ESA) mantiene un panel en
internet en el que se centralizan las observaciones solares más relevantes
realizadas por los diversos instrumentos que el organismo europeo tiene
dedicados a seguir el comportamiento del llamado clima espacial.
Por JOAN ANTON CATALÁ/La Vanguardia
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