San Cristóbal sin “abracadabras mágicos”

El yo perfecto, vive en el interior de nosotros y en lugar de él, parecerse a nosotros, nosotros somos quienes nos parecemos a él.

En consecuencia colocamos un sello de bueno y válido,  sólo a nuestros puntos de vista y criterios, adversando  las opiniones y comportamientos de los demás.

"Si hubiera sido yo, eso no pasaría." A mí, nadie me hace eso, si te hubieras llevado de mí, otra cosa sería; esas y otras expresiones son muy recurrentes escucharlas en los "Y os perfectos."

El yo perfecto, siempre va de la mano con un supuesto orgullo, camuflado de un imaginario y sagrado principio que bajo ninguna circunstancias puede dar su brazo a torcer y ceder la razón de su parecer, aunque otra idea  resulte más adecuada o certera que la suya.

El yo perfecto, acostumbra responder sin escuchar, actúa por impulso y si se equivoca, casi nunca se disculpa y cuando así lo hace, no se excusa, sólo simula un simple gesto de asentimiento, no más.

Son tantos y variopintos los yos perfectos, existen los psicorrigidos, los estrictos en cumplir al pie de la letra las  reglas establecidas en todo cuanto realizan sin faltas, ni fallos.

Pero hay otros yos perfectos, que son astutos, inteligentes y habilidosos, que dicen ser impolutos, se visten de lino inmaculado, tal si fueran santos terrenales incapaces de dar malos pasos y caer  en deslices humanos.

Algunos tienen la virtud de ser muy convincentes, tanto así que le llaman líderes y dirigentes, mucha gente le sigue los elige y los designa como sus autoridades; amos y señores

Y en sus manos ponen, todo el erario público, el que a veces malversan y distraen, además de defraudar y tirar por el suelo las esperanzas de un mejor vivir de quienes confiaron en la elocuencia y el histrionismo verbal de sus  grandilocuentes discursos

Discursos cargados de promesas, en los que toda solución era posible, solo era cuestión de llegar al poder y decir las palabras mágicas ¡Abracadabras! y todo cambiaría. Y llegaron al poder, pero al parecer, todavía no han dicho los ¡abracadabras!  prometidos, tal vez, en San Cristóbal, los abracadabras mágicos no funcionan, por eso nada se ha resuelto.

Con Dios siempre.

 

 

Por LEONARDO CABRERA DIAZ

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