Subestimar o minimizar a los adversarios u oponentes independientemente del escenario de que se trate a la postre resultará ser una actitud arriesgada y peligrosa que bien pudiera degenerar con una amarga y dolorosa derrota o cuando menos tomarse un cafecito a las puertas del fracaso.
Subestimar en ningún modo resulta prudente, porque quien lo hace necesariamente reduce su capacidad de esfuerzo, trabajo y dedicación en aras de los objetivos y metas programados.
Subestimar, podría provocar perder de vista coyunturas que pudieran estar favoreciendo las posibilidades del éxito esperado. Más, si éste éxito, solo se basa en las ventajas que tienen sobre sus opositores en las encuestas del momento. Existe un reto, mantenerlas así.
En la actividad política, las debilidades y fallos de los contrarios se utilizan y forman parte de las estrategias de campaña, para sacarle todo el provecho posible, algo natural y hasta conveniente si se quiere.
No obstante, ignorar o hacerse de la vista gorda ante las virtudes y fortalezas adversas, por sentirse poseedor de mejores condiciones y cualidades que las de sus oponentes, es como creerse para sí, su propio cuento
Quienes subestiman casi siempre gozan y disfrutan más de sus propios chistes sin llegar a percatarse que solo ellos los aplauden no así, quienes los escuchan
Subestimar es arriesgado y peligroso, y quienes así lo hacen, y se duermen en sus laureles, pensando que como quiera ganan, pudieran caerse de bruces y quedar traumatizados, porque se puede escapar la lisa, después de creerla tan segura.”
Con Dios, siempre.
Por LEONARDO CABRERA DIAZ
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