Najib Bukele se ofrece para solucionar el caos y la violencia en Haití, pero pone tres condiciones


MADRID, España (10 Marzo 2024).- En las últimas semanas, Puerto Príncipe, la capital de Haití, es escenario de caos y violencia después de que cerca de 4.500 prisioneros 
se escaparon de una de sus cárceles y el principal líder de las pandillas exigiera la dimisión del primer ministro Ariel Henry.

A pesar de que el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó en octubre pasado una resolución en la que autorizó una misión internacional de restablecimiento de paz liderada por Kenia, no ha iniciado a operar todavía mientras todo apunta a una guerra civil e incluso con trascender las fronteras de la vecina República Dominicana con la que comparte la isla de La Española.


En este escenario, el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, elogiado por aplastar los niveles de criminalidad del país centroamericano, ofreció su ayuda para restaurar el orden en Haití.
«Podemos arreglarlo. Pero necesitaremos una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, el consentimiento del país anfitrión y todos los gastos de la misión que cubrir» aseguró el mandatario salvadoreño en un tuit en respuesta a una publicación de un haitiano que denunciaba la criminalidad en la que está envuelto Haití.


Aunque las condiciones puestas por Bukele son razonables e incluso necesarias, requerirá de un consenso internacional que no se avizora que sea tan rápido como lo amerita la situación.
Por otro lado, a pesar del éxito en la lucha contra la criminalidad a nivel local, no necesariamente eso le garantiza a Bukele alcanzar el mismo éxito en una operación lejos de sus fronteras y en un país sin una institucionalidad mínima para emprender las medidas y aislado naturalmente por ser parte de una isla.
De prosperar la propuesta del mandatario salvadoreño tendrá que enfrentar a Jimmy Cherizier, apodado Barbecue, principal líder de la bandas criminales de Haití y que ha amenazado que «si Ariel Henry no dimite, si la comunidad internacional sigue apoyándolo, nos dirigimos hacia una guerra civil que llevará a un genocidio».

Por EDGARDO PINELL/El Debate

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