Realizados los estudios y analíticas recomendadas por el médico, medio “orejón” acudía a su consultorio.
De inmediato comenzó a chequear los resultados, las placas y sonografias, cotejó y encerró algunos datos en un círculo, al tiempo de fruncir las cejas, mientras se reclinaba en su asiento
Luego amuzgó los ojos y me miró en silencio, respiró hondo, suspiró se entrecogió de hombros, y de nuevo observó las placas, las sonografías y los demás resultados.
Estaba un poco nervioso, comencé a sudar frío, pensando, que habían empezado los trámites para subir al cielo.
Porque supongo, que un hombre bueno como yo, debe tener una curul reservada en las alturas para el día después de los después.
Pasaron raudas y veloces tantas imágenes por mi cabeza, que en el delirio, sin pensarlo siquiera con voz alta y entrecortada exclamé:
¡Carajo!, y yo con tantos tiros en el cinto todavía!, y con el tino en su punto, que donde pongo el ojo, ahí mismo pongo la bala. “y que eso en amores no barajo pleitos. “Que vaina”
El médico, al escuchar mis palabras, disimuladamente se reía, pero no aguantó la emoción, y soltó una fuerte carcajada que hacía vibrar la puerta y me puso a mil el corazón.
“Párate, pa que peleé, y no dizque tú eres un hombre guapo.” y le tienes tanto miedo a la muerte, me dijo.
“Tú estás como un trinquete, no tienes nada de qué preocuparte, esa ansiedad que sientes es por un virus que anda suelto y tiene a la gente loca, le dicen, “mal de amores y pujamiento de celos”.
Eso en un par de semanas se te pasa. Además nadie se muere en la víspera
Y como dice Reymond Pozo.
Solo tres cosas hacen daño
1.-Una gotera en la cama
2.-Una mesa coja
3.- y una mujer peleona
Quien tenga esos tres golpes que se entregue, antes que lo salgan a buscar.
Con un cura, la junta de vecinos, un periodista famoso o por cualquier otra vía de su preferencia.
Pero que se entregue, que se entregue, que eso es lo que más le conviene, porque “con candela y puya, hasta el diablo suda” la ropa deja y de la casa se muda.
Ese es, el mundo y su cruce,
Tan raro y tan extraño,
Que ni mundo parece,
Pero al fin y al cabo,
El mundo es.
Con Dios siempre, a sus pies
Por LEONARDO CABRERA DÍAZ
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