Anoche tuve un sueño, bastante extraño, porque en ese sueño, yo soñaba que estaba soñando un sueño del que se me hacía difícil despertar.
En ese sueño, soñé que yo dizque estaba en lugar graande, muy graande, era como si fuera un mercado,o algo así parecido….
.…pero no era un mercado común y corriente, de esos, en los que hay mucha basura y suciedad…
... no habían víveres, legumbres, viandas, ni nada por el estilo…pero si, olía a mugre, era nauseabundo y putrefacto…
…había un lodo, que aunque diferente, no dejaba de ser lodo, en los que chapaleaban mis pies al caminar.
Al parecer, allí, se comercializaba con otras cosas, pero yo no entendía qué?
…me sentía muy inquieto porque mucha gente iba y venía de un lado a otro, apresuradas y un tanto desorientadas…
Otras, estaban distraídas como idas y ajenas del lugar y actuaban como si no se percataran de nada…
…o quizás, premeditadamente, se hacían los locos, y su proceder formaba parte de todo lo que ocurría a su alrededor en complicidad, o connivencia.
…otras, en cambio, observaban de reojos, de lejitos, pensativas, con caras de preocupación, como si sintieran miedo y gran temor, y con la mirada puesta en una puerta…
…una gran puerta, con algo inscrito, que aunque yo intentaba y hacía mis mayores esfuerzos, no lograba leer..
Entonces curioso y con ansias de averiguar me acerqué lo más que pude a la puerta…
... .había un hombre sentado frente a ella, bien vestido, con un sombrero pava de marchante, gafas oscuras y un maletín a su lado…
... brillaban en su boca, un par de dientes de oro que presuntuoso adrede dejaba ver con una amplia sonrisa …
…Mientras entregaba algo a quienes en fila india entraban por la puerta…
…estos, a su vez, depositaban o echaban, no sé qué cosa, en un zafacón allí colocado.
“Deje aquí su orgullo, principios, honor, honra, ética, moral, y el ruedo de las faldas o pantalones, si quiere pasar y disfrutar de la fiesta”….
Eso estaba inscrito en la puerta.
Ojalá que alguien arregle este sueño, antes del 19 de mayo, porque aún, yo no lo entiendo.
Con Dios siempre, a sus pies.
Por LEONARDO CABRERA DIAZ
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