Papa Francisco: La pena de muerte no hace justicia, es un veneno para la sociedad
CIUDAD DEL VATICANO (20 Agosto 2024).- «Un cristiano en el corredor de la muerte. Mi compromiso junto a los condenados» es el título del libro de Dale Racinella, publicado por Libreria Editrice Vaticana, que sale a la venta el martes 27 de agosto, con prólogo del Papa Francisco. Recinella, de 72 años, antiguo abogado de éxito en Wall Street, acompaña espiritualmente a los condenados en algunas penitenciarías de Florida desde 1998 como capellán laico junto a su esposa Susan.
El Evangelio es el encuentro con una Persona viva que
cambia la vida: Jesús es capaz de revolucionar nuestros proyectos, aspiraciones
y perspectivas. Conocerle es llenar de sentido nuestra existencia, porque el
Señor nos ofrece la alegría que no pasa. Porque es la alegría misma de Dios.
La historia humana de Dale Recinella, a quien conocí
en una audiencia, llegué a conocer mejor a través de los artículos que escribió
a lo largo de los años para 'L'Osservatore Romano' y ahora a través de este
libro, que llega al corazón, es una confirmación de lo que se ha dicho: sólo
así se explica cómo fue posible que un hombre, con otras metas en mente para su
futuro, se convirtiera en capellán, como cristiano laico, esposo y padre, de los
condenados a la pena capital.
Se trata de una tarea muy difícil, arriesgada y ardua
de llevar a cabo, porque toca el mal en todas sus dimensiones: el mal hecho a
las víctimas, y que no puede ser reparado; el mal que experimenta el condenado,
sabiéndose destinado a una muerte segura; el mal que, con la práctica de la
pena capital, se inculca a la sociedad. Sí, como he dicho en repetidas
ocasiones, la pena de muerte no es en absoluto la solución a la violencia que
puede sobrevenir a personas inocentes. Las ejecuciones, lejos de hacer
justicia, alimentan un sentimiento de venganza que se convierte en un veneno
peligroso para el cuerpo de nuestras sociedades civilizadas. Los Estados
deberían preocuparse por dar a los presos la oportunidad de cambiar realmente
de vida, en lugar de invertir dinero y recursos en reprimirlos, como si fueran
seres humanos que ya no merecen vivir y de los que hay que deshacerse. En su
novela El Idiota, Fiódor Dostoievski resume impecablemente la insostenibilidad
lógica y moral de la pena de muerte de la siguiente manera, hablando de un
hombre condenado a la pena capital: «¡Es una violación del alma humana, nada
más! Se dice: 'No matarás', y en cambio, porque él ha matado, otros le matan.
No, es algo que no debería existir». Precisamente el Jubileo debería
comprometer a todos los creyentes a pedir con voz inequívoca la abolición de la
pena de muerte, una práctica que, como dice el Catecismo de la Iglesia
Católica, «¡es inadmisible porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad
de la persona!» (n. 2267).
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