Los llamamientos del papa Francisco a los gobiernos de todo el mundo para actos de clemencia para los encarcelados
CIUDAD DEL VATICANO (16 Enero 2025).- La celebración del Año Santo es un tiempo para leer la justicia a la luz del Evangelio y con ocasión de los Jubileos han sido numerosos los llamamientos de los Pontífices a los gobiernos de todo el mundo para la liberación de los presos o la reducción de las condenas.
El Jubileo es ocasión para obtener la indulgencia que,
como dice el Código de Derecho Canónico, consiste en la «remisión ante Dios de
la pena temporal por los pecados, cuya culpa ya ha sido perdonada, que el fiel,
debidamente dispuesto y bajo ciertas condiciones, recibe por intervención de la
Iglesia». El término indulgencia tiene la misma raíz que otra palabra
relacionada con el Año Santo. Se trata del término indulto, del latín indultum,
que indica una concesión o privilegio concedido, por gracia o benevolencia, por
una autoridad superior. En derecho penal, este término define una medida de
clemencia que conlleva la extinción de la pena impuesta al condenado. La
indulgencia y el indulto liberan al hombre de las cadenas, de las consecuencias
del pecado o de la culpa, para concederle un nuevo comienzo, una oportunidad de
redención y una vida nueva.
El
doble aspecto de la gracia
El espectro semántico del término perdón se conecta
luego con otras palabras relacionadas con la virtud “jubilar” del perdón, como
gracia, clemencia y amnistía. Cada una de estas medidas tiene su aplicación
específica. Desde el punto de vista jurídico, la amnistía y el indulto difieren
en un aspecto sustancial. Mientras que la amnistía extingue el delito, el
indulto cancela la pena. Con la amnistía, el Estado renuncia pues a la
aplicación de la pena, mientras que con el indulto se limita a perdonar, total
o parcialmente, la pena infligida, sin anular no obstante el delito. Hay otra palabra
que merece especial atención. Se trata de la gracia, que encaja en un marco que
puede leerse en dos niveles. Es el acto del jefe de Estado hacia una sola
persona condenada, con el cual se le perdona total o parcialmente la pena
impuesta o se le conmuta por otro tipo de pena establecida por la ley. En la
perspectiva cristiana la palabra gracia tiene una relevancia primordial. En el
Catecismo de la Iglesia Católica es “el favor, la ayuda gratuita que Dios nos
da para que respondamos a su invitación: a ser hijos de Dios, hijos adoptivos,
partícipes de la naturaleza divina, de la vida eterna”.
La
atención de la Iglesia a los encarcelados
La atención de la Iglesia a nuestros hermanos
encarcelados se expresa en obras de misericordia en respuesta al antiguo precepto:
"Visitar a los encarcelados". En el Evangelio Jesús se identifica con
el prisionero: “Estuve en la cárcel y me visitaste”. En el contexto del Año
Jubilar, esta atención constante se traduce también en un fuerte llamamiento
por parte de los Pontífices. Al detenernos en el magisterio de los Papas en la
historia reciente de la Iglesia, hay que mencionar ante todo la bula "Spes
non confundit". El Papa Francisco pide a los gobiernos que concedan a los
presos, durante este Jubileo de la Esperanza, el perdón de las penas. “Pienso
en los presos que, privados de su libertad, experimentan cada día, además de la
dureza del confinamiento, el vacío emocional, las restricciones impuestas y, en
muchos casos, la falta de respeto. Propongo a los gobiernos que en el Año
Jubilar tomen iniciativas que devuelvan la esperanza”.
El
respiro de la esperanza
Dios siempre nos puede perdonar. En las páginas del
Evangelio aparece de modo particular la figura del buen ladrón que se
arrepiente de sus pecados en la cruz. Es el único santo canonizado directamente
por Jesús. “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”, le dijo precisamente Cristo en
la Cruz. Invocando para los hombres y, sobre todo, para los privados de
libertad, el respiro de la esperanza, el Papa Francisco recuerda que la petición
de actos de clemencia «es una llamada antigua, que viene de la Palabra de
Dios». Sus predecesores, especialmente con ocasión del Año Santo, también
pidieron formas de remisión de las penas para los presos.
Pío
XII y el Jubileo de 1950
El año 1950, como subrayó el Papa Pío XII en su
mensaje radiofónico con ocasión de la Navidad de 1949, fue “el año del gran
perdón”. El Pontífice se dirige a las generaciones afectadas por la tragedia de
la guerra. “Los rostros tristes de los huérfanos, de las viudas, de las madres
que esperan un retorno que quizá no llegará nunca, de los perseguidos por la
justicia y la religión, de los prisioneros, de los refugiados, de los pobres,
pasan ante nuestros ojos como en una revista lúgubre; exiliados forzados,
prisioneros; de los desempleados, de los oprimidos, de los que sufren en el
espíritu y en la carne, de las víctimas de toda injusticia”. La esperanza del
Papa es que todo el pasado sea enterrado "con sincero
arrepentimiento". «Quien quiera ser cristiano sincero – afirma el Papa Pacelli
– debe saber perdonar».
Indulto
y amnistía durante el período jubilar de 1950
La Segunda Guerra Mundial infligió heridas profundas
en el tejido social de varios países. En varios estados, después de ese
conflicto, se adoptaron medidas de clemencia. En Italia, por ejemplo, poco
antes de la apertura del Año Santo de 1950, se concedieron la amnistía y el
indulto. Las penas de prisión inferiores a cinco años impuestas o por imponer
han sido condonadas por dos años. En 1953, siempre en Italia, se concedió una
amnistía para cualquier delito, no militar o financiero, para el cual se
establecía una pena de prisión no superior a cuatro años. Además, se concedió
el indulto por delitos políticos y relacionados con la guerra, cometidos por
quienes formaban parte de grupos armados.
En
1975 Pablo VI invoca actos de clemencia
El Año Santo de 1975 está dedicado a la
reconciliación. En la bula de indicción “Apostolorum Limina” el Papa Pablo VI
pide que, según la tradición de los jubileos pasados, “las autoridades
competentes de los diversos países consideren la posibilidad de conceder,
siguiendo las sugerencias de su sabiduría, un indulto inspirado en la clemencia
y equidad, especialmente en favor de los presos que hayan dado prueba
suficiente de rehabilitación moral y civil, o que sean víctimas de situaciones
de desorden político y social demasiado graves para que puedan ser considerados
plenamente responsables de ellas". El Papa Montini también expresó su
gratitud "a todos aquellos que trabajarán para que este mensaje de
caridad, sociabilidad y libertad que la Iglesia dirige a todos, con la viva
esperanza de ser comprendido y escuchado, sea acogido y traducido en realidad
de un orden político y social”
1983,
el perdón del Papa a Ali Agca
Algunos años después del llamamiento de Pablo VI, la
Iglesia vive un nuevo Jubileo. El Año Santo de la Redención se inicia en 1983,
coincidiendo con el 1950 aniversario de la muerte y resurrección de Jesús. Este
Año Santo es también el contexto de un encuentro particular: el que se produjo
entre un Pontífice y la persona que intentó matarlo. El Papa Juan Pablo II
recuerda este acontecimiento en un discurso del 27 de diciembre de 1983 a los
detenidos de la cárcel romana de Rebibbia: "Pude encontrarme también con
la persona, que todos ustedes conocen, de nombre Ali Agca que, en el año 1981,
el 13 de mayo atentó contra mi vida, pero la Providencia llevó las cosas a su
manera, diría excepcional, diría incluso maravillosa. Hoy, después de más de
dos años, pude reencontrarme con mi agresor y también pude reiterarle mi
perdón, que concedí inmediatamente después del ataque y luego también declaré
públicamente, cuando me fue posible, desde el hospital. “Creo que el encuentro
de hoy, en el contexto, en el marco del Año de la Redención, es providencial”.
“Todos los acontecimientos de nuestra vida – explicó en aquella ocasión el Papa
Juan Pablo II – deben confirmar esa fraternidad que nace del hecho de que Dios
es nuestro Padre y de que todos nosotros somos sus hijos en Jesucristo”.
En
el año 2000 Juan Pablo II pide reducciones de penas
El gran Jubileo que inaugura el tercer milenio se
inscribe en la tradición de los años jubilares que lo han precedido. En su
mensaje para el Jubileo de las Prisiones, el Papa Juan Pablo II subraya que "aquellos
Estados y gobiernos que están en proceso o tienen intención de emprender
revisiones de su sistema penitenciario, para adaptarlo mejor a las necesidades
de la persona humana" merecen ser alentado. El Papa Wojtyla se dirige a
los líderes de los Estados para invocar un signo de clemencia en favor de todos
los presos: "una reducción, incluso modesta, de la pena constituiría para
los presos un claro signo de sensibilidad hacia su condición, que no dejaría de
suscitar en sus almas ecos favorables, alentándolos en el compromiso del
arrepentimiento por el mal realizado e instándolos a su arrepentimiento
personal”.
El
indulto en 2006 en Italia
La petición de reducción de la pena, lanzada por el
Papa Juan Pablo II durante el Jubileo de 2000 y reiterada en 2002 a senadores y
diputados durante su visita al Parlamento italiano, encontró una respuesta
concreta por parte de los políticos algunos años después. El 29 de julio de
2006, de hecho, se aprobó en Italia, con una amplia mayoría multipartidista, la
ley que introduce el indulto por los delitos cometidos hasta el 2 de mayo de
ese año, para penas no superiores a tres años de prisión y con una reducción
máxima de 10.000 euros por aquellos pecuniarios. Los delitos que han provocado
mayor alarma social, como las asociaciones subversivas, el secuestro y los
actos de terrorismo, han quedado excluidos de esta medida, que ha supuesto la
liberación anticipada de casi 25 mil personas.
Francisco
en 2015: Que venga la misericordia del Padre
El Jubileo Extraordinario de la Misericordia comienza en 2015. En la carta de concesión de la indulgencia con ocasión de ese Año Santo, el pensamiento del Papa Francisco se dirige también a los presos, «que experimentan la limitación de su libertad». «El Jubileo – escribe el Papa – ha sido siempre ocasión de una gran amnistía, destinada a involucrar a tantas personas que, aun siendo merecedoras de un castigo, han tomado conciencia de la injusticia cometida y desean sinceramente reintegrarse en la sociedad, dando su aporte honesto». “A todos ellos que les llegue la misericordia del Padre, que quiere estar cerca de quienes más necesitan su perdón”. El 6 de noviembre de 2016, un gran número de presos provenientes de varias partes de Italia y de otros países estuvieron presentes en la Basílica de San Pedro para vivir su Jubileo con el Papa Francisco: "la privación de libertad – subrayó el Pontífice en su homilía – es la forma más severa de castigo que se aplica, porque toca a la persona en su núcleo más íntimo. Sin embargo, la esperanza no puede disminuir".
En 2016, medidas de amnistía e indulto
En 2016, las autoridades cubanas decidieron conceder
la amnistía a 787 presos, entre ellos mujeres, menores y enfermos, en respuesta
al llamamiento del Papa lanzado con motivo del Año Santo de la Misericordia.
Quedan excluidos de esta disposición – según recordó el diario Granma – las
personas condenadas por "asesinato, corrupción de menores, violación y
tráfico de drogas". El llamamiento de Francisco en favor de los presos, en
el marco del Jubileo de la Misericordia, también fue acogido en Paraguay. De
hecho, 22 presos de la “Casa del Buen Pastor” fueron indultados. También en
2016, el presidente de Mozambique, Filipe Nyusi – como recuerda también “Mondo
e Missione”, la revista mensual del Pontificio Instituto de Misiones
Extranjeras – anunció el indulto de mil presos condenados por delitos comunes.
Abrir
las puertas
También con ocasión del Año Santo 2025, el Papa
Francisco, en la bula de convocación, pide expresamente «formas de amnistía o
de remisión de penas destinadas a ayudar a las personas a recuperar la
confianza en sí mismas y en la sociedad; itinerarios de reintegración
comunitaria que correspondan a un compromiso concreto con el cumplimiento de
las leyes». Por primera vez un Papa abre una Puerta Santa dentro de un Centro
Penitenciario. En su homilía del pasado 26 de diciembre en la cárcel de
Rebibbia, el Papa pronunció estas palabras: “Quise abrir la Puerta de par en
par, hoy, aquí. El primero lo abrí en San Pedro, el segundo es suyo. Es un bello
gesto el de abrir, el de abrir: abrir las puertas. Pero lo más importante es lo
que significa: es abrir el corazón. Corazones abiertos. Y esto es lo que
significa la fraternidad”.
Clemencia
de Cuba y Estados Unidos
La gracia del Jubileo es abrir puertas, abrir
corazones a la esperanza. En este Año Santo, que acaba de comenzar, ya se
registran actos de clemencia. El Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba
publicó un comunicado anunciando la decisión de liberar a 553 personas
"condenadas por diversos delitos". La medida se tomó como parte de la
mediación con la Iglesia Católica. La noticia llegó apenas horas después de que
la administración estadounidense anunciara que eliminaría a Cuba de la lista de
estados patrocinadores del terrorismo. Otro gesto de clemencia viene de Estados
Unidos. En diciembre pasado, el presidente Joe Biden anunció que los reclusos
condenados a pena capital en prisiones federales verán reducidas sus sentencias
de ejecución a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional. El Papa
Francisco, que mantuvo una conversación telefónica con el presidente
estadounidense, lanzó un llamamiento a rezar por los presos condenados a muerte
en Estados Unidos.
Testigos
del perdón
Hay momentos en que la esperanza logra abrirse camino
en el corazón del hombre. Durante los Juegos Olímpicos, por ejemplo, resonó el
llamamiento de los Papas a una tregua olímpica, siguiendo el ejemplo de lo que
ocurrió en la antigüedad. Una tradición que se ha convertido en un llamado
constante a lo largo de la historia para silenciar las armas en todas las
regiones del planeta durante los Juegos Olímpicos. La petición de los Papas de
remisión de las penas durante el Jubileo es también una semilla de esperanza
para el mundo. No son numerosos, pero no faltan, como también lo atestigua la
historia, respuestas concretas de los políticos a las peticiones de clemencia.
Al fin y al cabo, al detenernos en los términos indulgencia y perdón, se trata
de dar confianza al hombre que ha tropezado en el camino de la vida. Corresponde
entonces a la persona vivir el tiempo de gracia y ser testigo del poder del
perdón.
Por AMEDEO
LOMONACO/Vatican News
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