La vida cristiana no debe ser una representación en la que lo que mostramos en público no refleje lo que realmente somos en privado.
Debemos dejar el teatro para el escenario y vivir con
sinceridad, mostrando autenticidad y transparencia en todas nuestras acciones.
La verdadera fe se construye sobre una vida coherente, donde nuestros valores y
creencias no solo se ven en las palabras, sino que se reflejan en cada aspecto
de nuestra vida.
Vivir con integridad es un testimonio más poderoso que
cualquier palabra, pues es en la coherencia donde se encuentra la verdadera
expresión de nuestra fe.
Hasta mañana, si Dios, usted y yo lo queremos.
Por Monseñor RAMÓN
DE LA ROSA Y CARPIO
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