Hoy es un buen día para detenernos y reconocer el trabajo incansable de nuestros agricultores. Son ellos quienes, con dedicación y y sabiduría heredada, cultivan la tierra y hacen posible que cada alimento llegue fresco a nuestras mesas.
No es solo sembrar y cosechar: es resistir el clima, superar adversidades, levantarse temprano y apostar por el futuro de todos.
Mientras disfrutamos de una comida, rara vez pensamos en el camino que han recorrido esos productos, ni en las manos que los hicieron posibles.
Aplaudamos con gratitud a quienes sostienen con su labor silenciosa una de las bases más esenciales de nuestra vida: la alimentación. Y recordemos que el Estado debe apoyar siempre al campo, con recursos, tecnología y condiciones justas.
Hasta mañana, si Dios, usted y yo lo queremos.
Por MONSEÑOR
RAMÓN DE LA ROSA Y CARPIO
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