Mary-Claire King científica estadounidense gana premio Princesa de Asturias de Ciencia por sus hallazgos en genética del cáncer
MADRID, España (12 Junio 2025).- La bióloga estadounidense Marie-Claire King, nacida en Chicago hace 76 años, ha ganado el Premio Princesa de Asturias Investigación Científica y Técnica por sus contribuciones esenciales en campos como la evolución humana, la genética del cáncer, y el uso del ADN para defender a las víctimas de dictaduras. Sus hallazgos han contribuido a salvar “millones de vidas”, ha destacado el jurado.
En los años 90 del pasado siglo, King identificó y
nombró el gen BRCA1, el primer factor genético conocido que multiplica el
riesgo de sufrir este tipo de tumor. Su trabajo y el de otros investigadores
acabó identificando el gen BRCA2, relacionado con tumores de mama y ovario. El
hallazgo de King fue fundamental para desarrollar los métodos actuales de
vigilancia, diagnóstico y tratamiento del cáncer en función de la genética de
cada paciente.
En los años 80, King ayudó a identificar a los niños
robados durante la dictadura argentina (1976-1983). La investigadora desarrolló
una técnica para analizar el ADN mitocondrial, que se hereda de madres a hijos,
que permitía demostrar quiénes eran los abuelos de los niños que fueron
apartados de sus padres, que en muchos casos habían sido asesinados por la
junta militar. La técnica, bautizada como “índice de abuelidad”, ayudó a
reunificar más de 100 familias. La científica también usó el ADN para poner nombre
a asesinados anónimos enterrados en fosas comunes, y contribuyó a crear el
Banco Nacional de Datos Genéticos del país para seguir identificando a
víctimas, una actividad amenazada ahora por el Gobierno del actual presidente
argentino, Javier Milei.
“La ciencia es neutra, se puede usar para bien o para
mal, y este es un ejemplo paradigmático del poder que tiene para ayudar a
causas justas por los derechos humanos”, dijo King en 2023 durante una visita a
Argentina en la que fue homenajeada por su trabajo.
En 2017, la genetista confesó en un monólogo
radiofónico la dificultad de ser científica, mujer y madre soltera. En la misma
semana de 1981, su marido la abandonó por una estudiante, y unos ladrones
desvalijaron su casa, pero también consiguió la ayuda estatal que desembocaría
tres décadas después en el descubrimiento de los factores genéticos del cáncer
de mama.
“Si hay una mujer que representa todo en la ciencia,
es ella”, confiesa Tomás Marqués-Bonet, biólogo evolutivo de la Universidad
Pompeu Fabra, en Barcelona. Marqués-Bonet era estudiante de doctorado cuando
conoció y trabó amistad con King en 2007 en la Universidad de Washington, donde
la estadounidense sigue dirigiendo su grupo de investigación. “King pertenece a
una generación de científicas que han tenido que trabajar el doble para llegar
a lo más alto, y ha sido una de las primeras defensoras de la igualdad de
oportunidades en este campo”, destaca el investigador ICREA.
King llegó a la universidad con la idea de estudiar
matemáticas y estadística, pero por consejo del biólogo evolutivo Allan Wilson,
que estaba a punto de jubilarse, se apuntó una clase de genética solo “por
diversión”. Eso le hizo cambiar el rumbo de su carrera para siempre, según
explicaba King en una entrevista en 2014, tras recibir el Premio
Lasker-Koshland de Investigación Médica, considerado el Nobel estadounidense,
por toda su trayectoria científica.
Ya como estudiante de doctorado en biología en la
Universidad de California en Berkeley, King contribuyó a demostrar que humanos
y chimpancés comparten el 99% de sus genes. Esto demostró que la diferencia
entre ambas especies tenía que estar en la regulación diferencial de esa
genética compartida, y en concreto en mutaciones específicas.
Las enfermedades mentales son “la última gran
incógnita de la genética”, según King. Su equipo ha contribuido a identificar
genes que aumentan el riesgo de esquizofrenia. Lo han hecho en parte gracias al
análisis de personas cuyas madres sufrieron la gran hambruna de Holanda entre
1944 y 1945, y la gran hambruna de China tras el Gran Salto hacia Delante
promovido por el dictador comunista Mao Zedong (1958-1962). La incidencia de
esquizofrenia en esta población es mucho más alta. King ha identificado
mutaciones genéticas que surgen de forma espontánea durante el desarrollo
embrionario, afectan al desarrollo del cerebro, y acaban produciendo la enfermedad
pasados 20 años o más.
“El mayor desafío en todo nuevo descubrimiento es
plantear preguntas que tengan sentido tanto para la comunidad científica como
para la sociedad en general”, explicó King al aceptar el Lasker. “En ese
empeño, me guío por tres principios que Zena Stein [epidemióloga sudafricana]
me enseñó hace casi 40 años: Las preguntas más importantes son las que hacen
quienes están en la primera línea. Los proyectos más justos requieren la
ciencia más rigurosa. Ninguna pregunta es demasiado grande para ser formulada”,
añadió.
La candidatura de King ha sido propuesta por Peter
Greenberg, ganador del Princesa de Asturias de Investigación Científica y
Técnica en 2023, con el apoyo de Gene Robinson, director del Instituto de
Bilogía Genómica Carl R. Woese de la Universidad de Illinois, en Estados
Unidos. El jurado ha decidido concederle el premio a King por unanimidad.
En la edición del año pasado, los galardonados fueron
los cinco científicos que han revolucionado el tratamiento de la obesidad. El
jurado del Princesa de Asturias reconoció el trabajo del canadiense Daniel J.
Drucker, el danés Jens Juul Holst y los estadounidenses Jeffrey M. Friedman,
Joel F. Habener y Svetlana Mojsov, que ha culminado en varios fármacos para
combatir la diabetes y la obesidad, como Ozempic, un medicamento inyectable
cuyas ventas están generando miles de millones de euros cada año. El galardón
reparaba la injusticia que se había cometido hasta ahora con Mojsov, a la que
siempre se había dejado fuera de los reconocimientos por este logro, y que en
una entrevista con EL PAÍS dijo: “No sé si me borraron de la historia del
Ozempic por ser una mujer”.
Este galardón científico está destinado, según señala
su reglamento, a galardonar “la labor de cultivo y perfeccionamiento de la
investigación, descubrimiento y/o invención en la astronomía y la astrofísica,
las ciencias médicas, las ciencias tecnológicas, las ciencias de la Tierra y
del espacio, las ciencias de la vida, la física, las matemáticas y la química,
así como de las disciplinas correspondientes a cada uno de dichos campos y de
las técnicas relacionadas con ellas”.
El Premio Princesa de Asturias está dotado con 50.000
euros y una escultura de Joan Miró. Las deliberaciones en la categoría
científica comenzaron este miércoles en Oviedo, con un jurado de 17 miembros
presidido por el físico Pedro Miguel Echenique, en el que figuraban la bióloga
Cristina Garmendia, la matemática Peregrina Quintela, el genetista Ginés Morata
y el paleoantropólogo Juan Luis Arsuaga. En esta ocasión, al galardón optaban
un total de 59 candidaturas de 23 nacionalidades.
El de Investigación Científica y Técnica es el séptimo
de los ocho galardones en fallarse en la XLV edición de los Premios Princesa de
Asturias, y tan solo queda por fallarse el de Cooperación Internacional, el
próximo 18 de junio. La ceremonia de entrega, como es tradicional, se celebrará
en el mes de octubre en una solemne ceremonia presidida por los reyes en el
Teatro Campoamor de Oviedo, acompañados por la princesa Leonor y la infanta
Sofía.
Por NUNO
DOMÍNGUEZ/El País
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