Aprendamos a descansar de nuestras fatigas físicas y emocionales en los brazos del Señor, pues Él siempre se preocupa por nosotros.
A veces, el cuerpo se agota, pero es el alma la que
más clama por reposo.
Las prisas, los compromisos, los conflictos y hasta
nuestras propias exigencias nos van dejando sin aliento. Dios no nos quiere
desgastados y sin consuelo.
Él nos espera cada día con ternura, como un Padre que
abraza, comprende y consuela.
Descansar en el Señor es dejar de luchar solos, es
permitirle a Dios que sostenga lo que ya no podemos cargar.
Hasta mañana, si Dios, usted y yo lo queremos.
Por MONSEÑOR
RAMÓN DE LA ROSA Y CARPIO
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