Tienen razón los que han observado que el escandaloso expediente de la @ARSSeNaSaRD tiene, entre otras, una causa básica: la irresponsable inclusión de dos millones de personas por razones estrictamente electorales, no políticas porque eso sería otra cosa.
El desorden causado por esa errática e irresponsable
medida creó las condiciones para el desastre, algo que iba más allá de la
imperdonable práctica de poner esa carga estrictamente sobre los hombros del
contribuyente dominicano, cargado con ligereza imprudente, sin piedad ni
misericordia alguna.
Por supuesto que ese desastre tiene actores
fundamentales dentro de esa institución, sean quienes sean, ya se encargará la
justicia de precisarlos, sin embargo, que nos quede claro, además de las
estructuras enquistadas en la institución, sin proveedores de instrumentos
médicos, centros hospitalarios y médicos involucrados la mafia no hubiese sido
posible, salvo en aquellos casos en que la falsedad se encargó de todo.
La realidad planteada nos plantea una reflexión: al
margen de la responsabilidad política y penal que se pueda derivar de este y
otros temas, como sociedad debemos admitir el colapso del espíritu ético y
moral llamado a mantener a raya el monstruo de la corrupción que lleva larvada
nuestra humanidad, no se trata solo de un fenómeno de la política, entre
nosotros es un fenómeno social y que alcanzado el rango de cultura.
Como en muchos otros temas, el diagnóstico y abordaje
del problema nunca sobrepasa la maldita superficialidad con que nos encanta
eludir soluciones, nunca lo asumidos como se debe, somos prisioneros de la
imperdonable pasión de andar por las ramas mientras abandonamos el cuidado de
la raíz enferma del árbol.
Por JOSÉ
RICARDO TAVERAS
El autor es abogado y catedrático universitario
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