Como Santa Teresa de Calcuta, cada uno de nosotros está llamado a aliviar las penas y angustias de nuestros semejantes, aunque ese gesto represente solo una gota en el mar. Ella misma solía decir que sin esa gota el mar estaría incompleto. Así también, nuestras obras de caridad, por pequeñas que sean, tienen un valor inmenso cuando nacen del amor sincero.
El mundo necesita corazones dispuestos a consolar, a
acompañar y a tender la mano al que sufre. No se trata de resolver todos los
problemas, sino de aportar con generosidad lo que está a nuestro alcance.
Hasta mañana, si Dios, usted y yo lo queremos.
Por MONSEÑOR
RAMÓN BENITO DE LA ROSA Y CARPIO
El autor es Arzobispo Emérito de Santiago
No hay comentarios.: