Biblia Políglota Complutense: Obra católica que abrió caminos a los protestantes
Recuerdo el momento exacto en que supe por primera vez de la existencia de este objeto: en medio de todos los libros impresos por los que nos guiaba el profesor en aquellas clases prácticas, esta Biblia llamó mi atención. Primero porque, amante como soy de las lenguas muertas, reconocer el alfabeto griego entre tales páginas revivió mi interés por la clase.
En segundo
lugar, la protestante que hay en mí se emocionó al ver con mis propios ojos el
interés por conocer el texto bíblico original que hubo en nuestro país, antes
incluso de que Lutero publicara sus famosas tesis. A partir de ahí, me interesé
cada vez más por el movimiento evangélico español y fui, poco a poco,
descubriendo nombres, eventos y fechas que completaron el gran puzzle que había
en mi cabeza.
Por eso, en este aniversario de la Reforma Protestante
quería volver a este objeto, que quizás para muchos sea un gran desconocido. Se
trata de la Biblia Políglota Complutense, un ejemplo perfecto de la irrupción
del Renacimiento en el ámbito hispánico, estrechamente relacionado con la
defensa del catolicismo y, a su vez, con el recuerdo del protestantismo español
del siglo XVI. Pero, ¿cómo es posible esta curiosa e irónica relación?
La
Biblia Políglota Complutense
Ideada por el cardenal Cisneros (1436-1517), esta
Biblia consta de seis volúmenes en los que se puede observar el texto tanto en
latín como en las lenguas bíblicas: hebreo, arameo y griego. Los trabajos de
impresión, a cargo de Arnaldo Guillén de Brocar (1460-1523), se realizaron
entre 1514 y 1517, si bien no se llegó a publicar hasta recibir el placet (“aprobación”)
del papa León X
La Biblia Políglota Complutense: la obra católica que
abrió caminos a los protestantesEl exterior de la Políglota en esta imagen no
varía tanto del que podríamos encontrar en las biblias de nuestras estanterías
hoy en día: unas tapas marrones decoradas mediante la técnica del gofrado en
seco (es decir, con planchas metálicas aplicadas con presión y calor sobre las
cubiertas). Sin embargo, lo que observamos no fue la encuadernación original de
esta colección. Podemos imaginar que, en su día, dos tapas de madera cubiertas
de piel abrazaron las páginas, cuidadosamente cosidas a mano para formar varios
cuadernillos. Y estas secciones, a su vez, habrían sido unidas para formar el
conjunto del libro creando cinco costuras que se marcaban con elegancia en el
lomo del volumen, como si fueran las vértebras que sostenían ese cuerpo de
papel. Así es, al menos, la manera en la que estaban articuladas otras copias
cuya encuadernación original sí se ha conservado.
En cuanto al interior, se aprecia una diferencia con
respecto a la organización del texto en cada tomo de la Biblia. Los cuatro
primeros, correspondientes al Antiguo Testamento, tienen el latín de la Vulgata
en la columna central, con el griego de la Septuaginta —y su traducción
interlineal al latín— y el texto hebreo en las columnas exteriores. En cambio,
el quinto tomo, dedicado al Nuevo Testamento y el primero en ser impreso, tiene
la versión de la Vulgata y el texto griego.
El sexto tomo
se trata de un apéndice gramatical de hebreo, interpretaciones de nombres
hebreos, arameos y griegos y un diccionario de las lenguas semíticas.
La Biblia Políglota Complutense: la obra católica que
abrió caminos a los protestantes
En el caso del primer tomo (dedicado al Pentateuco), a
esta disposición se añade una parte inferior que incluye el Targum, es decir,
la traducción al arameo del texto en hebreo. Estas traducciones (targumim) se
realizaron entre los siglos I-VIII d.C. por las comunidades judías como
respuesta a la necesidad de traducir el texto a la que desde hacía siglos era
su lengua vehicular. Pero, además de una traducción, los targumim incorporaron
interpretaciones y paráfrasis “que documentan muy bien el sentido que se le
atribuye al versículo”, según los propios editores de la Políglota Complutense.
Más concretamente, esta obra incluye el Targum de Onquelos, la versión aramea
de la Torá, bajo el título de “Translatio Chaldaica” (“Traducción Caldea”)
acompañado de una traducción propia al latín (“Interpretatio Chaldaica”)
elaborada por los editores de la Biblia.
Comento esto porque es llamativo —quizás incluso
contradictorio— que, apenas unos años después de la expulsión de los judíos de
la Península Ibérica (1492), se decidiera incluir una traducción con la
interpretación especialmente popular en las comunidades sefardíes. No obstante,
el propio Cisneros aclara que se incluyó esta traducción porque “aquellos
lugares que no están corrompidos favorecen a la religión cristiana”, mientras
que los targumim del resto de la biblia hebrea se habrían rechazado por ser
“indignos de figurar justo a los que son libros sagrados”.
El deseo de que la Políglota alcanzara una calidad
excepcional llevó a su impresor a diseñar desde cero unos caracteres
tipográficos propios y exclusivos para esta obra. Robert Proctor, bibliotecario
del siglo XIX experto en incunables y tipografías, afirmó que los tipos griegos
utilizados en el Nuevo Testamento son “la mejor fuente griega jamás creada”.[7]
Por el contrario, la tipografía griega usada en el Antiguo Testamento,
publicado posteriormente, se antoja un poco menos elegante, según el traductor
Juan Gabriel López Guix.[8] Esta decisión podría quizás parecer fruto del
agotamiento de un impresor que funde centenares de pequeñas piezas para después
colocarlas con sumo cuidado en el bastidor una y otra y otra vez, pero nada más
lejos de la realidad.
El
catolicismo y el Renacimiento en la Políglota Complutense
Todo en la Biblia Políglota estuvo meticulosamente
planeado para mostrar la supremacía del cristianismo, tal y como ejemplifica la
publicación del tomo del Nuevo Testamento con anterioridad a los otros cinco.
Los tipos móviles empleados no iban a ser menos, pues la elegancia de los
caracteres griegos neotestamentarios muestra la superioridad de los escritos
referentes a la vida de Jesucristo y sus primeros discípulos.
Asimismo, la Vulgata (es decir, la versión de San
Jerónimo) era el pilar de la ortodoxia católica y el texto que prevalecía ante
cualquier duda doctrinal, por lo que la distribución de las columnas es igual
de intencionada. El prefacio así lo deja constar: “Hemos colocado la versión de
San Jerónimo entre estas dos, es decir entre la Sinagoga (versión hebrea) y la
Iglesia Ortodoxa (versión griega). Al igual que la Iglesia Romana o bien Latina
coloca a Jesús en medio de los dos ladrones”.[9] Y el Targum judío, pese a
incluirse, se sitúa bajo el texto bíblico, como si el judaísmo estuviera siendo
pisado por el cristianismo.
La historiadora del arte Anna Muntada Torrellas ve en
esta organización un componente arquitectónico.
De esta forma, las columnas sostendrían el texto al
igual que sostendrían un templo católico renacentista, como el que se estaba
empezando a construir en el Vaticano. Como bien señala Anna, el orden, la razón
y la proporción son rasgos de la arquitectura renacentista que bien podríamos
emplear para hablar de la Políglota. Y quizás, cada una de las lenguas bíblicas
tiene su propio estilo que, bien sea dórico, jónico o corintio, “adorna la
doctrina de Dios”.[11]
La
Políglota y la Gran Comisión
Pero en la Biblia Políglota encontramos algo que va
más allá de esas conexiones renacentistas. Tras el arduo trabajo filológico se
esconde cierto afán didáctico y evangelístico que se deriva directamente de las
palabras de Jesús a sus discípulos:
“Por tanto, id, y haced discípulos a todas las
naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu
Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo
estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén. (Mateo
28:19-20).
El conocido pasaje de la gran comisión muestra la
tarea en la que todos los cristianos deberíamos participar: hacer discípulos
enseñando. Este encargo se relaciona con la Biblia Complutense en una especie
de docendo disco (“enseñando, aprendo”)[12]. Y es que, ¿por qué ofrecer la traducción
interlineal al latín de los otros idiomas? ¿Por qué esa necesidad de no sólo
recopilar las fuentes originales, sino de saber qué dicen? ¿No era suficiente
con la Vulgata? ¿Estaba acaso Cisneros desafiando la Vulgata a la par que la
exaltaba?
Pues bien, tanto si lo hizo de manera consciente como
si no, lo cierto es que “el conocimiento de las lenguas originales abre el
acceso directo a la Biblia”[13] y, por extensión, a Dios. Entender las palabras
reveladas en su idioma original permitía contrastarlas con la Vulgata, conocer
el significado pleno de ciertos términos y descubrir si quizás algunos vocablos
o interpretaciones habían sido añadiduras posteriores. Pero es cuestión clave
preguntarse: ¿a quién se lo permitía? Tan sólo a aquellos que sabían leer latín
y que podían permitirse acceder a este ejemplar, de modo que, si bien estaba
haciendo accesible a la Biblia y a Dios, solamente lo hacía a unos pocos.
Aquí enlaza la tradición protestante con la Políglota
Complutense. Una cuestión transversal en las inquietudes de Lutero es su pasión
por las Escrituras como fuente de conocimiento de Dios, la famosa Sola
Scriptura. Y si “la palabra de Dios es viva y eficaz, más cortante que toda
espada de dos filos”, si “penetra hasta partir el alma y el espíritu, las
coyunturas y los tuétanos” y “discierne los pensamientos y las intenciones del
corazón” (Hb 4:12), no es de extrañar que el alemán deseara que esa espada
atravesara los corazones de la mayor cantidad de gente posible.
Martín Lutero también siguió el principio de “hacer
discípulos”. Pero, a diferencia de Cisneros, Lutero defendió la traducción de
la Biblia a las lenguas vernáculas —al igual que hicieron otros antes que él,
como el inglés John Wycliffe (1328-1384)—. En palabras del historiador Rafael
Lazcano, “con la lectura de la Sagrada Escritura en lengua vernácula, Lutero
buscaba la adhesión a la fe en Cristo del hombre común alemán, y el encuentro
con Dios, no lejano ni oculto, sino cercano desde la sola fe, misericordioso,
generador de confianza y de amor salvífico”.
La conexión de la Políglota con el protestantismo es
tal que Cipriano de Valera (s. XVI), co-traductor de la famosísima
Reina-Valera, concibió y produjo su versión como heredera de las Biblias
políglotas de Cisneros y Arias Montano. Valera admiró estas empresas
multilingües, las “reivindicó para la causa de la difusión de la palabra de
Dios” y considera que su obra entronca con ellas, aunque en un ámbito
lingüístico más reducido.
Pensada por Cisneros, inquisidor de Castilla entre
1507 y 1517, todo en la materialidad de la Biblia Políglota Complutense
pretendió subrayar la superioridad de la Iglesia de Roma y su doctrina. Pero,
menos de un siglo después de su impresión, este convencido calvinista se
presentó como el continuador del camino que había abierto la Políglota. ¿Es
cierto? ¿Pudo acaso un represor de la herejía crear algo que fuera a su vez
reivindicado por los disidentes religiosos? Tras este análisis, la respuesta a
esas preguntas no puede ser otra que un sí: el deseo de profundizar en los
textos que daban sentido a su cosmovisión es lo que une a Cisneros y su
Políglota con las creencias protestantes.
Quizás sin saberlo, Cisneros estaba proporcionando a
los curiosos (y posteriormente considerados heterodoxos) una poderosa
herramienta para acceder al significado original de las divinas palabras. Y el
significado que interpretaron los llevó, en última instancia, a desvincularse
de la Iglesia Católica. Sin embargo, y a pesar de que cada rama tomara su
propio rumbo, la Biblia Políglota se une con las dos de una singular manera,
dejando claro que había algo —o, mejor dicho, Algo— en común entre personas tan
dispares como Cisneros y Cipriano de Valera.
Notas
[1] Luis Díez Merino, “El Targum Onquelos en la
tradición sefardí”, Estudios Bíblicos 57 (1999): 205-225, esp. 207.
[2] Antonio Carpallo Bautista y Juan Bautista Masso
Valdés, “Las encuadernaciones de la Biblia Políglota Complutense”, Pecia
Complutense 11 no. 20 (2014): 1-16, esp. 6.
[3] Para profundizar en la cuestión filológica de esta
Biblia y sus fuentes, recomiendo el catálogo de la exposición del V Centenario
de la Biblia Políglota Complutense, llevada a cabo por la UCM en 2014. Es
también de utilidad el volumen editado en 2014 por la Universidad San Damasco,
titulado Una Biblia a varias voces. Estudio textual de la Biblia Políglota
Complutense.
[4] José Bonifacio Bermejo Martin, “La Biblia
Políglota Complutense y la edición en el siglo XVI”, El Cardenal Cisneros en
Madrid: Ciclo de conferencias (2017): 101-112, esp. 102.
[5] Diéz Merino, “El Targum…”, 213.
[6] Diéz Merino, “El Targum…”, 214.
[7] Robert Proctor, The printing of Greek in the
Fifteen Century (Oxford: Bibliographical Society at the Oxford University
Press, 1900), 144: “To Spain belongs the honour of having produced as her first
Greek type what is undoubtedly the finest Greek font ever cut”.
[8] Juan Gabriel López Guix, “Biblias políglotas y
traducciones bíblicas al castellano en el siglo XVI”, TRANS: Revista de
Traductología 25 (2021): 17-60, esp. 21-22.
[9] Traducción de Anna Muntada Torrellas, “Del Misal
Rico de Cisneros y de la Biblia Políglota Complutense o bien del manuscrito al
impreso”, Locus Amoenus 5 (2000): 77-99, esp. 97.
[10] Muntada Torrellas, “Del Misal Rico…”, 95.
[11] Tito 2:10. “No defraudando, sino mostrándose
fieles en todo, para que en todo adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador.”
[12] “Enseñando, aprendo”, expresión derivada de la
cita latina “homines, dum docent, discunt” (Sen. Ep. 7. 8). Del verbo discere
proviene precisamente la palabra “discípulo”.
[13] Muntada Torrellas, “Del Misal Rico…”, 96.
[14] Rafael Lazcano, “Un paseo por las obras de
Lutero”, Revista de historiografía 32 (2019): 107-118, esp. 117.
[15] López Guix, “Biblias políglotas…”, 52.
Por MARINA
FERNÁNDEZ CAMPO/Protestante digital


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