Hermano Luciano Cófreces Cea, S.J. (1931–2019): el jesuita de la ventanilla que educaba

El Hermano Luciano Cófreces Cea, S.J., fue uno de esos hombres que, sin grandes discursos ni títulos rimbombantes, dejó una huella profunda en la historia educativa y espiritual de San Cristóbal. 

Nacido el 12 de enero de 1931 en Bustillo de la Vega (Palencia, España), fue el segundo de siete hijos del agricultor Victoriano Cófreces y Fabiana Cea, una familia campesina que le inculcó el valor del trabajo, la fe y la constancia.

Ingresó joven al noviciado jesuita de Salamanca (España) el 10 de abril de 1947, iniciando un camino de servicio que pronto lo llevaría a cruzar el Atlántico. Durante su segundo año de formación fue trasladado al noviciado de El Calvario, en La Habana, Cuba, donde consolidó su vocación de hermano coadjutor: aquellos jesuitas que sirven a la misión no desde el púlpito, sino desde el trabajo manual, la administración y el ejemplo silencioso.

⚙️ Oficio, disciplina y formación técnica

Su paso por los talleres jesuitas marcó su vida. Ejerció como carpintero entre 1947 y 1954, y luego fue ayudante del director en instituciones educativas técnicas de Cienfuegos (1954-1956) y de la prestigiosa Escuela Electromecánica de Belén (1956-1961), donde también cursó estudios de mecánica, electricidad y automovilismo.

En 1960-1961 realizó su tercera probación en Molino de San Cayetano, México, y el 15 de agosto de 1961, poco antes de ser deportado junto a otros religiosos por el régimen cubano, emitió sus votos perpetuos en la capilla doméstica de El Calvario. Embarcado en la motonave Covadonga, partió hacia una nueva misión en el Caribe: la República Dominicana.

📚 Medio siglo de servicio en el Instituto Politécnico Loyola

En suelo dominicano, el destino le tenía reservado un hogar y una misión ejemplar: el Instituto Politécnico Loyola (IPL) de San Cristóbal. Allí, desde 1961, el Hermano Luciano fue mucho más que el encargado de la librería: fue guardián del orden, del conocimiento y de los valores jesuitas.

Durante más de cinco décadas, su figura se volvió inseparable de la ventanilla donde atendía a estudiantes y profesores con precisión, exigencia y una sonrisa apenas contenida. Su disciplina se mezclaba con un trato humano que muchos recuerdan como una lección de vida. También fue encargado de la flota de los vehículos del IPL, fotógrafo de la institución y pasaba las películas en el cine. 

Su rector, el padre Ceferino Ruiz, llegó a declarar que “no podría gobernar sin él”, testimonio del rol crucial que desempeñaba no solo en la administración, sino también como soporte moral y operativo del Politécnico. En los momentos más difíciles de la institución, fue el hombre de confianza que sostuvo la estructura cotidiana, incluso cuando algunos conflictos con estudiantes “revoltosos” lo llevaron a rendir cuentas ante la justicia civil, siempre respaldado por su comunidad y sus superiores.

Ya en sus últimos años, el Hermano Luciano siguió colaborando en tareas menores, apoyando la pastoral vocacional y manteniendo viva su devoción por la educación técnica y espiritual. Su vida fue una demostración de que el trabajo bien hecho es una forma de oración, y que la santidad también se alcanza con el serrucho, el libro y la llave inglesa.

En 2012, con la salud debilitada, fue trasladado a la enfermería de Manresa-Loyola, donde pasó sus últimos años en paz y oración, rodeado de sus hermanos jesuitas. Falleció en 2019, dejando tras de sí una estela de gratitud, respeto y cariño entre generaciones de alumnos del Loyola que aún evocan su figura con ternura: siempre puntual, recto, discreto y sabio.

El Hermano Luciano Cófreces Cea, S.J., representa una época en que los colegios eran verdaderas comunidades de formación humana. Su vida entre libros, herramientas y jóvenes moldeó una cultura de respeto, disciplina y fe que perdura en la identidad del Instituto Politécnico Loyola y en la memoria sancristobalense.

Su historia nos recuerda que la educación no se transmite solo con palabras, sino con la constancia silenciosa del ejemplo.

🕊️ “Servir en silencio es el modo más alto de enseñar.”


✍️Por ANDRÉS JULIO RIVERA BAZIL


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