San Cristóbal necesita construir un Nuevo Rumbo

Incluso lo que aparenta estar planificado, en la Ciudad Constitución, no es más que improvisación disfrazada.

El liderazgo —o más bien, su profunda ausencia— es la primera gran herida de San Cristóbal. Ser figura principal en el gobierno no es sinónimo de liderar. Liderar es inspirar, orientar, escuchar, comprometerse... y eso ha escaseado de forma alarmante.

La estructura social que una vez nos sostuvo parece haber colapsado. La involución y el deterioro de nuestra ciudad se explican, en gran parte, por esa fractura social. La desconexión con nuestra identidad espiritual y la pérdida del apego sentimental por la tierra es, sin exagerar, un veneno silencioso que consume el alma colectiva de San Cristóbal.

Hemos sido testigos por más de seis décadas una cadena de liderazgos efímeros, inconsistentes, sin sustancia ni visión. Muchos llegaron sin conocer ni sentir esta tierra, sin entender su historia, sin dolerles sus símbolos. Así es difícil construir algo duradero.

Como psicólogo diría que el desapego emocional hacia nuestra ciudad nos ha sumido en una especie de desarraigo colectivo; como  sociólogico, que la ruptura de los vínculos comunitarios ha generado una ciudadanía dispersa y desvinculada; como  historiador, que hemos dejado de narrarnos, de contarnos, de reconocernos en lo que fuimos y podríamos volver a ser. Y como sancristobero fiel, solo puedo decir: me duele.

Vivimos en una sociedad que ha dejado de amar su memoria histórica, que no valora su riqueza intangible. Esa orfandad espiritual debería preocuparnos más que cualquier otro síntoma visible. Una ciudad que olvida lo que ha sido, difícilmente sabrá a dónde va.

Sí, es justo reconocer que, a pesar de todo, algunos han hecho esfuerzos desde el rol que les ha tocado ocupar. No se puede negar que ha habido dedicación y voluntad de promover acciones y obras importantes. Esas intenciones también forman parte de nuestra historia reciente, y merecen ser reconocidas.

Hoy vemos agendas más abiertas, propósitos que ilusionan y despiertan una esperanza legítima de que podemos retomar el rumbo. Pero no bastan los discursos ni las buenas intenciones sueltas.

La cohesión social no nace de una coyuntura ni de un evento aislado. Es una construcción paciente, que requiere voluntad, experiencia, humildad y sentido comunitario. Se teje como un buen traje a la medida, con cada hilo representando a un ciudadano, un sector, una historia, una esperanza.

San Cristóbal necesita urgentemente una planificación sensata, integral, participativa e inteligente. Pero esa planificación no puede ser solo técnica o administrativa. Debe ser, antes que nada, emocional y espiritual.

Necesitamos reconstruir la identidad sancristobera. Volver a enamorarnos del terruño. Recordar por qué esta ciudad fue importante, por qué aún puede serlo, y por qué vale la pena luchar por ella. Solo así podremos construir un nuevo rumbo. Solo así San Cristóbal podrá volver a mirar al futuro con dignidad y esperanza.


Por ELVIN SÁNCHEZ 



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