"Estoy feliz. Me he dado cuenta de que ya no tengo nada que demostrar, que ocultar ni que temer": Alejandro Sanz
MADRID, España (4 Diciembre 2025).- Alejandro Sanz (Madrid, 1968) no puede disimular que está radiante. Muestra una cercanía y una relajación no impostadas y muy difíciles de encontrar una celebridad de su calibre.
Él mismo no fue así durante muchos años, pero disfruta de un cambio vital exitoso que le sacó de un hoyo y le ha devuelto a la cima. Acaba de ganar dos Grammy Latinos, incluido el premio gordo de Mejor Grabación del Año por 'Palmeras en el jardín', llega de una gira feliz por México antes de recorrer España en 2026 y saca nuevo disco, '¿Y ahora qué +?'.
P. Hace poco más de un año, te reiniciaste tras una etapa difícil en lo personal y lo profesional. ¿Cuál es el balance?
- ¿Qué hacías?
- Tenía que poner todas las estampitas de mis seres queridos que han fallecido, tenía que contar las veces que me santiguaba antes de salir, tenía que poner la botella de agua en el sitio exacto, tenía que hacer tres veces un ejercicio de voz concreto y el resto, en un orden establecido... Y si algo se me pasaba o no me salía, empezaba otra vez desde el principio. Era un circo. Y, luego, fallaba algo en el concierto y le echabas la culpa a que la botella estaba mal colocada. Crees que te ayuda a concentrarte y, en realidad, lo que hace es cargarte de tensión porque tienes que poner los cinco sentidos en eso como si fuera tan importante como el concierto.
- La verdad es que se te ve extremadamente relajado.
- R. Nunca se está extremadamente relajado cuando estás ante un lanzamiento, pero es verdad que estoy más tranquilo que nunca.
- Es que tienes 56 años, 28 Grammy, 25 millones de discos vendidos... Imagino que llega un punto en que piensas: "¿Qué demonios tengo que demostrar ya?".
- Sí [risas]. Cuando maduras, empiezas a relativizar muchas cosas y te das cuenta de que, es verdad, ya no tienes nada que demostrar ni que ocultar ni que temer. Entonces, ¿por qué no divertirte, estar relajado y disfrutar? Estoy feliz. Por eso te decía que he disfrutado cada segundo en el escenario porque, coño, sólo voy a cantar, a hacer lo que llevo haciendo 30 años y sé que lo hago bien. Tengo una banda que suena como un cañón, el escenario está perfecto... ¿Qué me puede preocupar? Esto es como una época en que me dieron miedo los aviones y el piloto siempre me decía lo mismo: "El avión está bien y yo sé pilotar". Es tan sencillo como, pero me ha costado entenderlo. Pero ahora he ido a México y me ha parecido otro país al de los pasados 30 años. Me he permitido disfrutarlo y todos los colores parecen más brillantes y los sabores, más intensos.
- P. ¿Cómo te afecta esa felicidad a la hora de componer?
- Es curioso porque no me está costando, pero sé que toda la parte oscura que he vivido antes me hacía falta de algún modo. No la quiero volver a vivir por un tiempo, pero la necesito para crear. En momentos de felicidad supina no he podido escribir demasiado, pero tener la experiencia dolorosa cerca y su recuerdo fresco y, a la vez, estar feliz y satisfecho con tu vida es muy productivo. Trabajo con una alegría que no recordaba. Ya no hago sesiones de 14 horas en el estudio, excepto que alguna canción concreta lo amerite. Se acabó que esa sea mi rutina habitual. Quiero sesiones cortas, ir al grano y no comerme la cabeza con una melodía hasta manosearla. Ya hice ingeniería musical mucho tiempo, pero ya no tengo esa necesidad de sentir que todo es perfecto.
- P. Ahora, en pleno dominio mundial de la música latina, ¿te sientes un referente y un pionero?
- Las percepciones y las realidades son de cada uno. Yo me sigo viendo como un artista que intenta hacer su trabajo y que quiere mejorar y disfrutar. Entonces, no sé lo que pensarán los artistas más jóvenes de mí, pero yo a ellos los veo como iguales, gente que está intentando hacer lo mismo que yo.
- Por ÑACO DIAZ-GUERRA/El Mundo


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