PARIS.- "Es increíble, boludo, increíble. Una más, siempre una más", se asombra en su propia convicción un colega argentino, a la izquierda en el cemento de la Lenglen. Una. Y otra. Y otra. Nadal responde a las acometidas de Mónaco, que busca su derecha y le ataca con el resto. Soberbio comienzo el del argentino: ideas claras, caminando bien sobre la pista, buen trabajo táctico. Son centenares de horas uno frente al otro. Amigos, socios de entrenamiento. Saben cómo jugarse. Otra cosa es que resulte inútil para 'Pico', quien carece de las armas para hacerle daño. Hay un punto de inflexión, en la primera bola del quinto juego, una derecha paralela del zurdo, de fuera hacia dentro, preludio del primer 'break', de la inclinación que toma la disputa. Nadal vence por 6-2, 6-0 y 6-0, en una hora y 46 minutos. Se medirá el miércoles con Almagro, en cuartos.
Nadal busca su séptimo título de Roland Garros, pasar por encima de Borg. Mónaco quiere debutar entre los ocho mejores en uno de los 'grandes'. La diferencia en los objetivos dice suficiente sobre las distancias en la arcilla. Nadal viene de tres encuentros vertiginosos, en los que dejó a todos sus adversarios de rodillas. Mónaco se mató para vencer a Raonic en cinco sets. No le importa de primeras, pues se mueve bien, es un atleta, corre, se abre de derecha, busca los rincones donde hacerle daño.
Mónaco es 15º del mundo. Se lo ha ganado azadón en mano, disimulando carencias a base de orgullo y obstinación. "A cualquier otro le estaría haciendo partido. Bueno, de hecho, lo está haciendo", comenta el periodista vecino, cuando aún había una lucha algo abierta, antes de que Nadal coronase el primer set, a la tercera, con un remate, de que rompiera presto en el comienzo del siguiente. No hay quién lo pare. ¿Podrá 'Nico' Almagro, en el tercer intento en este torneo, tras dos fracasos de diferente gestación? Resulta difícil imaginarlo. No porque el murciano esté haciendo las cosas mal (cuatro victorias sin ceder un set, más templado, más tenista), sino porque el enemigo se las trae. Quiere la séptima y la quiere ya.
Mónaco marcaba una fractura cualitativa con respecto a los anteriores rivales de Nadal en el torneo, un salto considerable en el 'ranking'. Si alguna duda quedaba sobre el verdadero significado de las exhibiciones del español era por la falta de estatus de sus oponentes hasta hoy. Mónaco es un especialista en arcilla, campeón este año en Viña del Mar y Houston, un guerrero ante quien no conviene despistarse.
No lo hizo Nadal, mordiendo cada pelota, sin dejarse ir en una sola. Diecisiete juegos consecutivos y el encuentro finiquitado: del 1-2 del primer set al 6-2, 6-0 y 6-0 final que se lleva el de Tandil en las costillas. Le era difícil esconder la frustración. Antes de la conclusión, empezaba a querer que el castigo concluyera cuanto antes. Se cubría el rostro en la silla. Monologaba. Buscaba auxilio en su rincón. Sale con el resultado más cruel de los hombres que han pasado este año por delante de Nadal. El hexacampéon llega a cuartos con 19 juegos perdidos. Es para echarse a temblar.
Por JAVIER MARTINEZ/El Mundo
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