El Real Madrid gana al Valladolid y aplaza el alirón del Barcelona



MADRID.- El Bernabéu se acuerda de sacar al 'santo' cuando quiere que llueva sobre Mourinho. La eliminación de la Champions reactivó una ceremonia de hace mes y medio, 50.000 en la grada con más pitos que aplausos para el "entrenador tres veces semifinalista de la Champions con el Real Madrid en tres años". Y se volvió ovación para su portero damnificado, Casillas. Los muelles de Cristiano, con un gol en cada parte de testarazo, amortiguaron una ápera y torva resaca después de una primera mitad de bajadas y subidas de juego y tensión de la que se salió con empate 2-2. Los goles finales de Kaká y el portugués calmaron algo el trauma de no estar en Wembley. En fin, contra la resaca, la cabeza de Cristiano, que encontró el gol que le faltó en su última sesión contra el Dortmund.

Se presentaba dividida la noche en Chamartín pese al buen gesto el del equipo aplaudiendo a su afición, que devolvió el cariño con aplausos. El Valladolid mostró en sus principios ese descaro con pelota que le imprime la filosofía de Djukic. Y el local, el duro golpe de la eliminación, en una de esos funciones delicadas y engorrosas, con nada que ganar más que un mal sofocón. La noche de divisiones se puso fea pronto. Primer error grave y gol en contra. Di María cometió un pecado horizontal en el borde del área hacia Carvalho, que Oscar, más rápido y listo, interceptó y definió perfecto delante de Diego López.


    Cristiano Ronaldo avanza en busca del balón

La cosa reactivó en algo el orgullo de jugadores bajo sospecha. Kaká, que nunca salió de esas desde que viste de blanco, y a Di María, que este año entró en ella y le ponen el cartel de se vende pero no a cualquier precio. Faltaría más. Benzema se esforzaba, presionaba y se desgastaba, pero con poca ayuda del resto y escasa coordinación en ataque. Llegaba tarde hasta Cristiano. El Valladolid, que no regala una pelota hay que quitársela, apenas pasó apuros en la primera media hora de una tarde anodina y de calorina.

La espesura del juego blanco impacientó a la afición hasta un disparo Kaká, previo al gol a pachas entre Di María y el central pucelano Marc Valiente. Fue en uno de esos caracoleos que tanto se prodigaba la temporada pasada, en los que encara al marcador y se va abriendo en busca del ángulo de disparo. Sacudió un disparo mordido cuya trayectoria la desvió la pierna de Marc Valiente, acertijo sin solución para el portero. El gol espabiló de golpe y Cristiano se fue alegrando a medida que su quipo encontró un rato de ritmo y velocidad. El Fideo puso la rosca de zurda y el portugués se elevó entre los dos centrales para imponer su fiero remate de cabeza. Golazo. La vuelta se dio en apenas cinco minutos, pero otro error defensivo blanco se pagó caro en el tercer balón en diagonal que se paseaba delante de la retaguardia. Porque el centro desde la izquierda de Omar se paseó por delante de los dos centrales portugueses y el caza goles Javi Guerra la pinchó dentro.

El empate pucelano causó otra bajada de tensión general en la atención y el esfuerzo local. Y eso, pese a que Cristiano estuvo a punto de recetar un libre directo colosal. Su impacto con el empeine a descoser el balón le dio ese efecto diabólico en caída de golpe: escuadrazo a plomo contra la madera. Poco más que runrún en la grada hasta completar los 45 minutos.

La vuelta del refrigerio trajo un regalo para Kaká que nació en la combinatoria entre Di María y Benzema. El pase final del francés no parecía con destinatario cierto, pero acabó con el brasileño enchufando un gol, algo que necesita más que comer, pese a que casi ni se festejó. El tercer calmante local anestesió un buen rato el empuje del Valladolid, con un Ever aislado en más fases, intentando sacar agua el solito. Apenas se acercaron los morados sino en descuidos puntuales de los blancos hasta sus arreones finales.

Cambio doble. Kaká y Di María dejaron sitio a Özil y Xabi Alonso. Y Cristiano que ejecutó otro cabezazo imponente para sentenciar aquello en un córner sedoso de la zurda de Özil. Qué forma de ganar la posición, atacar la pelota y mandarla al otro palo con la cabeza. Pero el Valladolid dijo muchas más cosas que los blancos en el último tramo, empezando por una contra en la que Ever no conectó con precisión con mucho a su favor. Porque también obligó a una rectificación a tiempo de Diego López a un tiro que escupió su pecho. Y sacó el premio del tercero cuando Sastre engatilló un derechazo ajustado desde 30 metros que sorprendió a Diego López. En fin, que Pucela se despidió del Bernabéu en el área rival. Y al Bernabéu no se lo quitó el dolor de cabeza del todo.

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