No se obró el milagro, evidentemente. De hecho, no
hubo ni partido, por mucho que compareciera y goleara el Bayern, el gran
favorito para esta Champions. Todo acabó antes de empezar, una hora antes del
pitazo del árbitro, cuando se filtró la suplencia de Messi. Con la nueva
recaída de Leo, ni remontadas, ni prodigios, ni nada por el estilo. Sólo el fin
de trayecto para un Barça penalizado con crueldad. Si no hicieron más sangre
los alemanes fue sencillamente porque no quisieron.
Vaya por delante el 0-7 en el global de la
eliminatoria, que ya es paliza. Los tres últimos, de Robben, Piqué en propia
meta y Müller. Todos en un rato de la segunda parte, ante un Barça sin
respuestas, sin Iniesta y sin Xavi, cambiados antes de la hora de juego, quizá
pensando en la Liga. Ahora hay que cerrar estas cinco jornadas y celebrar el
título con cierto entusiasmo. Sobre todo, para que el mal sueño de la Champions
pase pronto.
Fue el segundo sonrojo en una semana ante el gigante
bávaro, que aspira en Wembley a su quinta Copa de Europa. De sobra tiene para
lograrlo. Fuerza, fútbol y hambre. De todo hizo en el Nou Camp y todo bien.
Marcó desde la derecha, con el habitual eslalon de Robben, y dos veces desde el
perfil contrario, con los centros de Ribéry. Uno lo pifió Piqué con la rodilla.
El otro, lo cabeceó Müller para dejar aquello como un solar.
Camino de ese estadio se enteró el barcelonismo de
la baja de Messi, que el sábado había ilusionado de nuevo en San Mamés. El
jarro de agua fría que faltaba. El último mazazo de resignación. Formalmente,
aquello era una semifinal de Champions, aunque sin emoción, sin chicha, sin
alma. Mejor dedicar la tarde de primavera a otros menesteres.
Invasión
permanente
Se notaba al Barça conforme, con el único objetivo
de salvar el expediente, con la ilusión de un Gamper cualquiera. Había que
tener moral para formar un mosaico con la palabra 'Orgullo'. O para no
desesperarse demasiado con las alocadas subidas de Alves o los nervios de
Bartra. Más que dar la vuelta a la eliminatoria, Vilanova pretendía no repetir
lo de Múnich. Así que cubrió la ausencia de Busquets con Song y retrasó a
Iniesta, bien pegadito a Xavi.
No conviene volverse muy loco frente a este Bayern,
que es un equipazo y a la mínima te deja en ridículo. Con un fútbol que en sus
botas no parece deporte o espectáculo, sino maniobra militar. La invasión
permanente del campo contrario, con Schweinsteiger al tambor, más Ribéry y
Robben a la carrera. Primero jugueteó con el Barça. Tras el descanso, simplemente
le destrozó.
Sobra cualquier otro comentario, porque la
superioridad germana fue aplastante. Como de más estuvo la última media hora,
el cabezazo al palo de Villa o el trajinar de Alexis. Todo era castigo para el
Barça, que este verano deberá resolver múltiples interrogantes. No se discute
el estilo, pero algo hay que inventar contra la autocomplacencia. Este equipo,
referente del fútbol en el último lustro, no puede permitirse otro ridículo
similar en Europa.
Por
MIGUEL A. HERGUEDAS/El Mundo
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