El sábado 21 de diciembre, Bill Hackwell y yo
manejamos 700 kilómetros: cruzamos el rico valle central de California, a
través un camino de montañas que nos llevó al alto desierto de Mojave, adornado
con árboles Joshua, y una vista de cadenas montañosas, algunas visiblemente
nevadas, con un cielo azul rosado intenso coincidiendo con la puesta del sol.
Siempre deseamos que este interminable viaje para
visitar a nuestro amigo Gerardo, sea el último, porque significaría que ya está
de regreso en su Patria, junto a Adriana, sus amigos y todos sus seres
queridos, pero mientras permanezca en prisión, cada kilómetro recorrido durante
estos viajes valen la pena porque nos conducen a él.
Hoy al llegar a la prisión nos encontramos con un
cartel que decía «No habrá visitas hasta nuevo aviso». No éramos los únicos;
nos toco compartir la sorpresa y la desilusión. Un número de familias llegaban
desde todas partes para visitar a sus seres queridos; madres, esposas, hijos,
padres que venían a compartir este día cercano a las Navidades con su familiar
preso.
Nos conmovió una mujer que, con lágrimas en los
ojos, dijo: «No lo puedo creer… he viajado desde New Jersey para hacer esta
visita y me tendré que regresar sin verlo». Nos imaginamos todo lo que habrá
tenido que hacer esta pobre señora para tomar un vuelo de seis horas desde un
extremo al otro del país, pasar la noche de ayer en algún hotel, y llegar a
este lugar tan aislado para encontrarse con un cartel pegado en la puerta de
entrada a la prisión: «No habrá visitas hasta nuevo aviso».
Lo primero que nos vino a la mente fue Gerardo, que
continúa resistiendo con invencible estoicismo todo tipo de pruebas de más de
quince años de injusto encierro; su ejemplo nos alimenta. Pero también pensamos
en la falta de compasión de este sistema que castiga colectivamente a todos los
presos por la indisciplina o infracción de alguno, sin importarles en lo más
mínimo la tristeza de esos niños que hoy se esforzaban por entender por qué no
podían abrazar a sus padres.
A unos pocos kilómetros, el frenetismo de las
grandes cadenas comerciales en su carrera por incrementar sus ganancias durante
las fiestas navideñas (promovidas por un bombardeo publicitario noche y día), y
la gente comprando y gastando hasta lo que no tiene, contrastaba grandemente
con la escena del estacionamiento de la prisión de Victorville. Nos
preguntamos: ¿No es acaso la Navidad una fiesta para dar rienda sueltas a la
felicidad?
Los años han pasado para todos; hace ya más de 11
años que Bill y yo visitamos a Gerardo. Ha sido un gran honor y privilegio para
nosotros; sabemos que millones de cubanos y miles de amigos solidarios quisieran
tener este privilegio. No vamos a negar el sentimiento de tristeza que nos
embargó hoy, después de la frustrada visita. Qué les vamos a contar a ustedes
los familiares de los Cinco que durante todos estos años han tenido que pasar
por todo tipo de experiencias sumamente difíciles e injustas. La experiencia de
hoy nos sirve para apreciarlos y quererlos mucho mas.
Como siempre nos sucede después de cada visita, y
aún sin haber podido ver a Gerardo, regresamos más convencidos que nunca de la
necesidad de continuar luchando con más fuerzas por el regreso de los Cinco a
Cuba.
¡La lucha continúa!
Por
ALICIA JRAPKO/del Comité Internacional Por la libertad de los Cinco
No hay comentarios.: