JOHANNESBURGO.- El sucesor, el chico llamado a pulir
el apellido sagrado, se convirtió en un simple desenterrador ilegal de tumbas.
Antes había sido un amante avergonzado, un político denunciado y un familiar
denostado. Nada con lo que aquella familia no estuviera acostumbrada a
convivir.
Mandla Mandela es el ejemplo del fracaso de una
estirpe que estaba llamada a algo más que a hacer casquería con el viejo y
amado líder. «Dinero, hermano, dinero», explicaba un político del Congreso
Nacional Africano (CNA). Dentro de unas semanas se enfrenta a un juicio por
amenazar a otro conductor con una pistola. Su abuelo, al menos, no verá cómo su
amado nieto pisotea su apellido en un tribunal.
La terrible historia de la familia de Mandela viene
de lejos. «Todo empezó hace unos años cuando Nelson Mandela comenzó a tomar
notas para recordar las cosas que se hablaban y su postura en las duras
reuniones familiares. Un día olvidó también recordar que se le olvidaban las
cosas y dejó de escribir aquellas notas». Fue entonces cuando la jauría se
lanzó al acecho, cuando el anciano enfermo ya no tenía capacidad mental de
poner orden.
Importante
patrimonio
El que desveló esa anécdota fue Mac Maharaj, hoy
portavoz del CNA e íntimo amigo de Madiba (nombre de Mandela en su clan) desde
hace 50 años, desde los tiempos de la lucha contra el apartheid. Él, como
tantos de los viejos compañeros de batalla, asistió apenado y abochornado a la
lucha desatada dentro del clan Mandela por el control de su fortuna; mientras
el viejo líder estaba ya muerto en vida.
No es una fortuna pequeña, los Mandela están, según
datos oficiales, involucrados en 110 compañías (minas, ingeniería civil, marcas
de vino y ropas, restaurantes, así como los beneficios de la imagen de su
abuelo y todo un selectivo parque inmobiliario que incluye casas en los mejores
barrios de Johannesburgo). El negocio es tal que hasta se ha vendido un
'reality show'. Protagonizado por sus nietas y emitido por la televisión
estadounidense, muestra su vida de ensueño por las mejores tiendas bares y
restaurantes de Sudáfrica y, de paso, como acuden a la prisión de Robben Island
con las cámaras a «honrar» la memoria de su abuelo, que cumplió allí 18 de los
27 años de su condena.
Feroz
disputa
El problema es que los Mandela no son una unidad,
son un clan partido en dos. Por un lado está la rama que lidera una de sus
hijas, Makaziwe y, por otro, está el que lidera su nieto Mandla. En realidad,
la división, pese a que Makaziwe es hija de la primera esposa, Evelyn, parece
más entre la estirpe de Winnie Mandela, de la que forman parte también las
hijas de Madiba, Zindze y Zenani, y el resto.
En el medio, está Graça, la viuda y mujer más
importante de África, como se la presenta en este continente, por ser también
viuda del libertador y presidente de Mozambique, Samora Machel. La abnegada
mujer, millonaria también por herencia en su país natal, parece que es la única
que no necesita la fortuna. Algo que los familiares nunca creyeron.
La feroz disputa entre estos irreconciliables bandos
viene de lejos. La parte procedente de Evelyn cree que no ocupan el lugar que
les corresponde. Ellos son los primeros y, por tanto, los únicos legítimos,
dicen; pero la fama de Winnie les relegó a un segundo plano. «La segunda
familia cree ser dueña de mi abuelo», explica la nieta mayor de Madiba,
Ndileka.
El centenario del CNA fue otro de los momentos donde
se escenificó esa ruptura. Winnie criticó duramente a la nieta mayor de
Mandela, Ndileka (otra rama) por participar en los actos de conmemoración de la
coalición política. «Ella no tiene nada que decirme, soy la nieta mayor»,
contestó la joven. «Nos oponemos al uso que de la familia hace el CNA. Nos
llaman sólo cuando les interesa», había dicho antes la ex de Mandela.
Y mientras esto sucedía, el viejo Tata, como se
conocía también a Mandela, callaba. «Ya estaba mayor y no tenía capacidad para
poner orden», dicen algunos amigos. «Él siente que no ha cuidado a su familia y
quiso remendar ese error dejándoles bien provistos», añaden otros.
Mandela reconoció en numerosas ocasiones no haber
estado con los suyos, involucrado siempre en una vida política que le llevo a
esconderse para crear el grupo armado del CNA, a la cárcel y a una Presidencia
que no le permitía tener tiempo para su familia. «Me arrepiento de no haber
prestado más atención a los míos», afirmó en sus memorias.
Bochornoso
espectáculo
Pero el gran motivo de ruptura llegaría en 2011 tras
un primer ingreso y amago de muerte del líder sudafricano. Es entonces cuando
el joven Mandla decide sin consultar a nadie llevar las tumbas de sus dos tías
y su padre del lugar donde estaban enterrados, en la villa de Qunu, a la villa
de Mvezo, de la que él es jefe. La primera localidad es en la que Mandela
creció tras la muerte de su padre, y la segunda es la suya de nacimiento y
donde el clan tiene derechos de linaje tribal.
No se trataba de una decisión más, lo que estaba en
juego era el lugar donde sería enterrado Mandela. O lo que es lo mismo, donde
peregrinarían miles de personas para visitar su mausoleo: ¿Qunu o Mvezo?
La otra parte de la familia reaccionó a ese
movimiento en junio pasado, cuando la muerte del patriarca se daba por hecho, y
dio un bochornoso espectáculo que se narró en todos los medios y que acabó con
demandas y la sospecha de que se mantenía a Mandela enganchado a una máquina
hasta que se solucionara este controvertido asunto. Finalmente, un juez
dictaminó que los cadáveres volvieran a Qunu donde se celebrará finalmente el
próximo 15 de diciembre el funeral de Estado.
Mientras, las hijas interpusieron una demanda a
finales de abril en la que solicitan que los tres apoderados nombrados por su
padre e íntimos amigos suyos dejen de ser los representantes de las compañías
Harmonieux Investment Holdings y Magnifique Investment Holdings. Ambas empresas
gestionan los derechos de imagen de su padre, que hoy generan en torno a 20
millones de euros, cifra que se disparará con su muerte y que es un valor de
por vida.
Por
JAVIER BRANDOLI/El Mundo
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