BUENOS AIRES, Argentina.- Juan pasó 10 años de su
infancia, entre los siete y los 16, internado en el Hogar San Juan Diego de la
diócesis de San Isidro, una alcaldía ubicada al norte de la periferia de Buenos
Aires Allí estaba al cuidado del párroco Juan Antonio Mercau, un cuarentón que
cada noche escogía a uno de los pupilos para satisfacer su pedofilia.
"Siempre aparecía a medianoche -contó la
víctima, ahora de 22 años-. Tenía horario fijo. Entonces, yo me tapaba en la
cama y me hacía el dormido. Ni respiraba. Pero él tenía un día para cada uno:
todos sabíamos qué día nos tocaba ser abusados. Estábamos clasificados. Venía y
se acercaba a tu cama y te empezaba a tocar la pierna. Esa era la señal para
que vayas a su cuarto".
Gracias a la valentía de Juan y tres compañeros
suyos dentro de aquel infierno, que se atrevieron a querellar al sacerdote
pederasta y pidieron 30 años de encierro, la Justicia lo condenó en 2011 aunque
a una pena muy inferior, 14 años de cárcel. Los cargos fueron
"sometimiento sexual agravado por acceso carnal en forma continuada".
"Puedo recordar exactamente cada detalle de
cada uno de los días que abusó de mí. Cada día, desde los 7 hasta los 16
años", dijo Juan, en declaraciones a rostro cubierto que hizo al diario
Clarín.
Indemnización
Pasado aquel proceso penal, la diócesis de San
Isidro, de la que dependía el hogar dirigido por Mercau, y los abogados de las
víctimas pactaron la cuantía de la indemnización monetaria que la Iglesia
abonaría a las cuatro víctimas. Nunca trascendió a cuánto asciende esa suma en
metálico.
Para reunir aquel dinero, el obispo sanisidrense
Oscar Ojea ha dispuesto la venta de bienes inmuebles de la curia. Y en un gesto
sin precedentes en Argentina ha asumido la responsabilidad del obispado
pidiendo perdón públicamente durante la misa de este domingo en la catedral de
San Isidro.
"Las secuelas que deja el abuso sexual en el
futuro de los niños y de los jóvenes no se pueden medir. Su vida vincular y
afectiva queda lastimada en lo más hondo por la violación de su
intimidad", reza el comunicado del religioso.
El obispo es llevado a prisión
El obispo a la vez se refiere críticamente a su discípulo.
"La conducta del que abusa también hiere a todo el cuerpo de Cristo y
quiebra la confianza en la comunidad". "Este mal causado nos hace
experimentar un vivo dolor como miembros de la Iglesia", concluyó.
En
la línea del Papa
Este golpe de timón de Ojea dentro de la Iglesia
argentina sigue la dirección indicada hace dos semanas por el Papa Francisco.
Ha dicho públicamente que tiene presente en sus oraciones a "las víctimas
de los abusos sexuales y a sus familias" y deseó para ellos su "compasión".
Sin embargo, el Vaticano todavía no ha finalizado el
proceso canónico para juzgar dentro de la Iglesia a Mercau y otro compañero
suyo de 'andanzas'. Se trata de su actual colega de prisión, el cura Julio
César Grassi, condenado a 15 años de encierro por otros casos de abuso sexual
de chicos a su cargo.
También en la diócesis de Quilmes, al sur del
cinturón urbano bonaerense, ha habido otro sacerdote violador de niños y la
justicia condenó a la Iglesia a indemnizar a las víctimas. En Alemania, Irlanda
y los Estados Unidos, la Iglesia ha indemnizado a víctimas de curas pederastas.
Durante los 12 años que pasó de cardenal primado de
Argentina antes de sentarse en el trono de Pedro, el Papa Francisco conoció de
cerca los escándalos de sexo. Y tuvo que vérselas con varios súbditos
protagonistas de escándalos de portada en los periódicos.
El caso más grave ha sido el arzobispo de la
provincia de Santa Fe en los años '90, Edgardo Storni, 'número tres' de la
Iglesia argentina, que protagonizó un escándalo de abuso sexual contra al menos
45 seminaristas.
Más morbo y periodismo amarillo ha cosechado quien
era obispo de la ciudad de Santiago del Estero, Juan Carlos Maccarone. No es
frecuente ver por televisión a un purpurado de 64 años en pleno juego sexual
con un 'taxi boy' de 23.
Otro caso muy sonado ha sido el de Fernando María
Bargalló, quien fuera obispo de Merlo y titular de Cáritas latinoamericana pero
que terminó expulsado en forma exprés de la diócesis luego de que le pillaran
'in fraganti' con una señora retozando en las playas doradas del caribe mexicano,
en Oaxaca.
Por
JUAN IGNACIO IRIGARAY/Enviado especial EL MUNDO
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