Ruido hace de Nueva York la ciudad que “nunca duerme”; US$70 dólares por ladridos perros
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NUEVA YORK.- Con razón se dice que Nueva York es
la ciudad que nunca duerme. Porque, ¿quién va a dormir con tanto ruido?
El chirrido de los trenes, las bocinas de los
vehículos, el tronar de los aviones, los ladridos de los perros y el bullicio
de la gente hacen que el ruido sea la principal queja sobre la calidad de vida
en la ciudad. Un número telefónico especial recibió más de 260,000 llamadas de
personas quejándose por el ruido el año pasado.
El silencio, parece ser, es lo único imposible de
hallar en esta ciudad de más de 8 millones de habitantes pese a las drásticas
medidas que se han tomado. Uno de los legados menos conocidos del gobierno
municipal de 12 años presidido por Michael Bloomberg que acaba de terminar es
uno de los códigos más drásticos contra el ruido en todo el país. En
cumplimiento de las normas, todas las construcciones están obligadas a
presentar un plan de mitigación de ruido, mientras que el ruido excesivo
procedente de los restaurantes, aceras e incluso de los camiones de basura es
ilegal. Las multas van desde 70 dólares por los ladridos de un perro hasta 350
dólares a los carros que toquen la bocina innecesariamente, hasta 8,000 dólares
a los clubes nocturnos que tocan música a un nivel excesivo.
Sin embargo, pese a las miles de multas impuestas el
año pasado, las autoridades de salud advierten todavía hay lugares donde el
ruido excede los 85 decibeles, que puede provocar daño auditivo a largo plazo.
Algunas partes de la ciudad con frecuencia exceden
los 100 decibeles, especialmente donde los aviones descienden a poca altura
sobre las viviendas.
Aunque no hay una lista completa, el gobierno
municipal señala estas causas frecuentes de quejas por el ruido que afecta la
calidad de vida:
El tráfico en Time Square.- “íEste es el lugar más
ruidoso de Nueva York!”, dice Jesse Davis, que se dedica a distribuir volantes
en pleno Times Square para una vidente. “Las bocinas de los carros suenan todo
el día”, agrega. Durante dos décadas, el hombre de 57 años ha realizado este
tipo de trabajo, distribuyendo volantes de promoción de empresas, rodeado de un
mar de taxis, automóviles y camiones, cuyos conductores tocan mucho la bocina
para que los peatones se les quiten del camino.
Davis trata de apagar un poco el ruido con la música
de sus audífonos. “Nueva York es así, la ciudad es ruidosa”, señala. “Pero uno
se llega a acostumbrar, hay que trabajar”.
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