Suspendidos tres agentes del Servicio Secreto de la seguridad de Barack Obama tras una borrachera
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WASHINGTON (26 Marzo 2014).- El grupo de élite que
promete proteger con su vida la del presidente de Estados Unidos vuelve a ver
su reputación comprometida después del escándalo de prostitución en Cartagena
de Indias (Colombia) durante la Cumbre de las Américas a la que asistía Barack
Obama. Dos años después de que los hombres del presidente se cubrieran de vergüenza
internacional, tres agentes fueron enviados a casa el pasado domingo desde
Amsterdam tras una noche de borrachera, según informa el diario The Washington
Post citando fuentes familiares con lo sucedido.
Uno de los tres agentes fue encontrado inconsciente
y ebrio en el hall de un hotel el domingo por la mañana, un día antes de que
Obama aterrizase en Holanda. Los tres pertenecían al equipo conocido dentro de
la agencia como CAT (Counter Assault Team, siglas en inglés), el grupo
antiasalto de operaciones especiales que marcha al lado de la caravana
presidencial.
Según relata el Post, el personal del hotel que
encontró borracho al agente decidió llamar a la embajada de EE UU en La Haya,
quien contactó a los responsables del Servicio Secreto que organizaban el viaje
a Holanda, entre los que se encontraba la directora, Julia Pierson, que viajó a
bordo del Air Force One con Obama al día siguiente.
Uno de los tres agentes fue encontrado inconsciente
y ebrio en el hall de un hotel el domingo por la mañana
El CAT está considerado dentro del Servicio Secreto
como “la última línea de defensa” del presidente, el grupo con más rango de
élite dentro de la agencia. Los agentes que componen el CAT deben de ser
tiradores de gran precisión y estar siempre en excelente forma física, ya que
son quienes protegen al presidente si el convoy en el que viaja el mandatario
es atacado. Su misión entonces es defender la posición con armas de fuego y
extraer al presidente del área asaltada hasta conducirle a un lugar seguro.
El portavoz del Servicio Secreto, Ed Donovan,
confirmaba la noche del martes que la agencia había enviado “a casa a tres
empleados por motivos disciplinarios” y había abierto una investigación durante
la cual los agentes estarán suspendidos de empleo.
El escándalo de Cartagena sacudió los cimientos de
una institución, en su gran mayoría compuesta por hombres, sobre la que reinaba
la opacidad y que en los días que siguieron destaparon que entre el prestigioso
boys club imperaba un lema secreto: “¡Despegamos, fuera los anillos!” (“Wheels
up; rings off”).
Pero más allá de comportamientos reprobables, la
actuación de los miembros del Servicio Secreto implicados en el escándalo de
Cartagena generó una importante crisis de seguridad que puso en duda la credibilidad
del cuerpo al dejar en entredicho la protección del presidente.
Lo que sucedió en Colombia salió a la luz después de
que una de las prostitutas que pasaron la noche con los agentes iniciara un
altercado después de que uno de ellos se negara a pagarla por los servicios
prestados. El entonces director de la agencia, Mike Sullivan, declaró ante el
Comité de Seguridad del Senado que lo sucedido se trató de “un incidente
aisaldo” y que en absoluto representaba una conducta generalizada.
Lo sucedido ahora en Amsterdam, donde el presidente
Obama inició una gira de alto calado político que le llevará por Europa
–incluida una vista al Papa en Roma- y Arabia Saudí, justo cuando EEUU vive su
peor crisis con Rusia desde el final de la Guerra Fría, supone la violación de
las normas adoptadas por el Servicio Secreto tras el escándalo de Cartagena en
abril de 2012, entre las cuales está la prohibición de beber alcohol 10 horas
antes de estar de servicio. Debido a que formaban parte del equipo de
preparación del terreno antes de la llegada de Obama el lunes, los agentes
deberían de haber asistido a una reunión clasificada en la mañana del domingo.
El hecho de que hubieran estado bebiendo hasta la madrugada vulnera esa regla.
Los miembros del CAT suelen tener jornadas de hasta
12 horas cuando viajan al extranjero con el presidente por lo que se espera de
ellos que el tiempo libre lo empleen en descansar y estar en forma para el
siguiente turno. El Pentágono, el Servicio Secreto y el Departamento de Estado
movilizan a cientos de personas cada vez que el presidente viaja al extranjero
para preparar los encuentros y garantizar la seguridad del mandatario, que en
esta ocasión asistirá además a la Cumbre de Seguridad Militar en La Haya junto
a una docena de líderes mundiales.
Hace casi un año, el 27 de marzo de 2013, Julia
Pierson reemplazaba en la dirección del Servicio Secreto a Mark Sullivan, que
antes de despedirse se disculpó por el capítulo más vergonzoso de la agencia
–Cartagena-. Muchos vieron entonces en la designación de Pierson, 54 años, el
intento de reformar
una agencia en la que impera un estilo de club
británico masculino del siglo XIX, con agentes encarnados en el cine por Clint
Eastwood. El 90% de sus 3.500 agentes especiales son hombres y la plantilla
total del Servicio Secreto está integrada en un 75% por varones. La primera
mujer entró en el cuerpo en 1970 y al año siguiente, otras cinco juraban su
cargo como agentes.
El Servicio Secreto hace honor a su nombre y muy
poco es lo que trasciende de lo que sucede entre bambalinas. La propia Pierson
reconoció en una entrevista tras su nombramiento que “la gente no se da cuenta
de la cantidad de trabajo y preparación que hay en cada viaje que hace el
presidente, desde donde va a dormir, hasta si va a ir en avión o en coche, por
ejemplo”.
Pierson no concede entrevistas. Nadie en el Servicio
Secreto lo hace. La agencia vive bajo el lema “Sin Comentarios”. Por eso,
cuando Ronald Kessler publicó en 2009 su libro, In The President’s Secret
Service, se convirtió automáticamente en un éxito de ventas. A más de 100
agentes se les concedió permiso bajo la Administración de George W. Bush
(2001-2009) para hablar con ese antiguo reportero de The Washington Post y
dieron rienda suelta a años de anécdotas, cotilleos y quejas acumuladas.
Por
YOLANDA MONGE/El País
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