"Si
el dinero no te da la felicidad, devuélvelo". Jules Renard
Desde pequeño escuchaba frases como: "Quien da
lo suyo a pedir se queda"; "Quien da nunca tiene"; "Un
amigo es un peso en el bolsillo"; etc.
El dinero en sí mismo no es riqueza, sino su
representación. Es un medio por el cual la gente puede intercambiar bienes y
servicios que sí tienen un valor. El dinero es un pedazo de confianza que se
pasa de mano en mano y que puede fácilmente ser acumulado sin caducar. Tiene
valía siempre y cuando la confianza perdure, conservando su común aprecio en el
tiempo, constituyendo un medio de acumular valor de uso y canjear riqueza al
portador.
Para que sea confiable, se supone que el dinero debe
existir en oferta limitada. Si hay demasiado, la gente confía menos en éste.
Entonces quiere más, y más dinero, a cambio de bienes y servicios. Puede
convertirse en prácticamente inservible, como en tiempos de inflación crónica.
Pero si hay muy poco dinero, la gente no puede expandir sus actividades porque
no pueden encontrar el crédito en forma de préstamos para mantenerse operando
mientras desarrollan sus negocios. Esto puede conducir a depresión económica, o
recesión, lo cual significa pocas inversiones, insuficiente dinero en los
bolsillos de la gente para crear demanda por bienes y servicios, y escasos
empleos.
Prácticamente no producimos de manera directa lo que
consumimos. Lo adquirimos vía el dinero (o cualesquiera de sus modalidades
actuales, como las tarjetas de crédito, las transferencias bancarias, remesas o
cheques). Por ello, estamos mentalmente monetizados. Estamos orientados al
consumo y los valores de nuestra sociedad han mutado en ese contexto. Sin
dinero el ser humano moderno es casi una nulidad.
No ha de extrañar que esta grandiosa creación del
genio humano sea el fin supremo junto a sus colaterales como el oro y demás
caudales. Por dinero sacrificamos principios y valores éticos ya que no se
compra nada con eso. Un medio idóneo para generarlo es acumulando poder
político. En el sector privado es perfectamente posible enriquecerse pero es
mucho más complejo y laborioso. El sector público tiene innumerables ventajas:
algo como "lo de todos es lo mío". Sólo hay que tener habilidad,
sagacidad, olfato... trabajar política con alto sentido de oportunidad y
astucia.
Un poquito de poder -primero- con gran capacidad de
manipulación rinde resultados. El dinero siempre hace el resto. Podemos apoyarlo
una pizca con estrategias pero al fin y al cabo él impone su fuerza. Seríamos
hipócritas no desearlo más y más. Sobre todas las cosas, a cualquier
sacrificio. Total, los textos que tratan sobre acumular poder/dinero, aún por
encima de preceptos morales, son best sellers. Si es vender la península de
Samaná con todos sus cayos y hasta negociar nuestra única frontera terrestre
para libre movimiento, por dinero, como en política, todo es posible. Por algo
se le dice "el arte de lo posible".
Sin dinero la soledad es imperiosa. Con él, me
aseguro todas las mañanas una buena cuota de adulaciones lisonjeras de cientos
o miles de "incondicionales" para quienes soy, con dinero/poder, una
especie de mesías. ¿Cómo resistirme a no pretenderlo? El argentino José Narosky
escribió: "Quien cambia felicidad por dinero no podrá cambiar dinero por
felicidad". Supongo que la vida se trata siempre de dar algo a cambio de
algo. Por dinero, ¿qué tanto estaría dispuesto a canjear?
Un político serio, que haya cumplido sus funciones
con honestidad, y se haya retirado sin erosionar el erario en ninguna de esas
formas sutiles tan en boga al presente, se le acuña el estigma de 'pendejo'.
No se dio cuenta a su tiempo que el dinero hasta
hace valer lo que no vale. Tiene esa cualidad de hiperinflar nuestros egos,
cediéndonos el derecho de avasallar a los demás. Asumiendo que sin él poco
somos, sacrificamos hasta el amor a cambio de su encantamiento. Esa sensación
de poder, sobre todo y sobre todos, es adictiva. Si es enfermiza, no importa.
Peor es la carencia material. Por lo tanto, envidio a los desfalcadores de los
patrimonios patrios que impunemente se mantienen activos en la política
dominicana. Gracias al dinero, nos conocemos todos.
Por
AGUSTÍN PEROZO BARINAS
agustinperozob@yahoo.com
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