SANTO DOMINGO, República Dominicana (25 Noviembre
2016).- Este 25 de noviembre se celebra el Día Internacional de la Eliminación
de la Violencia contra la Mujer.
Fue declarado en reconocimiento a los sacrificios de
las hermanas dominicanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal, asesinadas en
una fecha como la de hoy por esbirros del tirano Rafael Leonidas Trujillo Molina.
Las hermanas Mirabal, también conocidas como Las
Mirabal fueron opositoras fervientemente a la dictadura de Trujillo. Una cuarta
hermana, Bélgica Adela "Dedé" Mirabal, no tuvo un papel activo en las
actividades hechas contra el dictador.
Aunque la hermana mayor, Patria, no tenía el mismo
nivel de actividad política que las otras, pero las apoyaba; incluso prestaba
su casa para guardar armamentos y herramientas de los insurgentes.
El triple asesinato se produjo en las afueras de Puerto Plata.
El jeep se desplazaba las Mirabal por la
serpenteante carretera y al llegar al puente de Marapica, fueron detenidos por
cuatro hombres que iban en un cepillo, el cual atravesaron en medio del puente.
Las tres mujeres fueron obligadas, a punta de pistola, a subirse al asiento
trasero del vehículo de sus verdugos, mientras tres de estos se montaban con el
chofer en el jeep, dirigiéndose hacia La Cumbre donde estaba la casa, en la que
les esperaba el capitán Peña Rivera para darles las instrucciones finales.
Los dos vehículos entraron al patio de la casa. Las
hermanas y el chofer fueron llevados a la fuerza por los sicarios dentro de la
casa. De inmediato, Peña Rivera hizo una seña a de la Rosa para que actuaran,
retirándose hacia una lejana habitación de la casa. Entró a la casa y los
repartió entre sus otros tres compañeros que debían ejecutar el plan, al igual
que pañuelos para ahorcar a las víctimas.
Fue así entonces que durante varios minutos unos
quejidos y alaridos que no pudieron escucharse fuera de la estructura de la
vivienda construida de adobe y forradas de caoba fueron emitidos, y con la
respiración entrecortada, los sicarios dieron por terminada su labor de
exterminio.
Los cuerpos de las mujeres y el hombre ya no hacían
ningún movimiento convulsivo, las apalearon hasta morir para luego introducir
los cuerpos en el coche y simular un accidente de tráfico. El sargento de la
Rosa se dirigió entonces al aposento donde estaba Peña Rivera y le dijo:
"Señor, misión cumplida".
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