KAMALA HARRIS ARROLLA A JOE BIDEN EN EL SEGUNDO DEBATE DEMÓCRATA
MIAMI (28 Junio 2019).- La senadora Kamala Harris arrolló a Joe Biden, el
vicepresidente de Barack Obama y favorito en los sondeos, en el segundo debate
demócrata para elegir al candidato en las elecciones presidenciales de 2020. La
noche del jueves estaba diseñada para convertirse en un duelo entre el moderado
Biden, de 76 años, y el senador izquierdista Bernie Sanders, de 77, que le
sigue a la zaga en las encuestas. Pero la exfiscal de California, de 54 años,
pasó como una apisonadora por las vulnerabilidades del veterano político: un
historial legislativo de medio siglo que no ha envejecido bien en asuntos
raciales y un legado obamaniano que en este nuevo tiempo del Partido Demócrata
se antoja demasiado conservador en economía e inmigración.
Este fue el
segundo de los dos debates consecutivos que los precandidatos demócratas han
celebrado en Miami como gran pistoletazo de salida a la campaña de primarias.
Hasta 10 se batieron el martes y otros tantos, este miércoles, una sesión mucho
más caliente, no solo por las intervenciones, sino porque reunía a cuatro de
los cinco favoritos de los sondeos. Estos eran Biden, Sanders, Harris y el joven
alcalde de South Bend (Indiana), Pete Buttigieg, un hombre de 37 años
desconocido hasta ahora por el gran público pero con un perfil rompedor:
exmilitar, religioso, homosexual, capaz de atraer voto demócrata y conservador
en su territorio. Esta noche salió reforzado con una oratoria impecable y
Sanders tuvo menos protagonismo del esperado.
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La ola
progresista que quiere jubilar la era Obama dejó aislado desde el principio a
un Biden algo apagado, nadie apeló directamente al vicepresidente como la
senadora Harris. Más que apelarle, se lanzó a la yugular. Primero, criticó la
política de deportaciones de su Administración, y relató cómo ella, desde su
puesto como fiscal, trató de contrarrestar. Pero el momento más tenso se
produjo a raíz del debate racial. La senadora, de padre jamaicano y madre
india, única persona negra del escenario, afeó a Biden haber presumido
recientemente de su buena relación con legisladores segregacionistas.
“No creo que
usted sea un racista”, dijo, “pero eso fue hiriente”. Porque, además, le
recordó, él colaboró con los segregacionistas para oponerse a los programas busing,
unos planes de transporte y distribución de niños por escuelas que trataba de
combatir la segregación en los años setenta. “Había una niña en California, de
segunda clase, a la que llevaban en esos programas, esa niña era yo”, enfatizó
Harris. Poco minutos después, la cuenta de Twitter de la senadora publicaba una
foto de una pequeña con coletas y esa misma frase, que es fácil imaginar ya
escrita en chapas y camisetas.
Biden se
defendió como pudo: “Eso es distorsión de mi posición”, empezó, para defender
su compromiso con los derechos civiles. Harris, que en el Congreso es una
interrogadora serena pero implacable, le cortó: "¿Considera que fue un
error oponerse a esos programas?". Biden respondió: "Yo no me opuse
al busing en EE UU, me opuse a que lo ordenara el Departamento de
Educación". “Yo no elogié a racistas, yo me metí en política por los
derechos civiles”, subrayó, pero acabó con otra frase de camiseta: “En
cualquier caso, ha terminado mi tiempo”, dijo en referencia a su intervención,
aunque carne de doble lectura. El congresista de California Eric Swalwell, de
38 años, le acabó de noquear por el flanco de la edad, en otro momento de la
discusión: "Biden tenía razón cuando dijo que había que pasar el testigo a
la nueva generación, cuando lo dijo hace 32 años".
Hay un gran
salto generacional entre los candidatos demócratas. El más joven, Buttigieg,
lleva 40 años con el mayor, Sanders, de 77. Y también diferencias ideológicas,
que no entienden de edad. Grosso modo, lo que divide a los demócratas es su
enfoque sobre el sistema sanitario, los que como Sanders o Elizabeth Warren
defienden un sistema público único y universal, frente a los que, como
Buttigieg o Biden, creen que hay que garantizar el acceso para todos sin renunciar
al modelo de seguros privados. Los hay que creen en la formación universitaria
gratuita –de nuevo, como el Sanders- y los que solo la contemplan así para
familias sin recursos. Los que quieren reformar la política migratoria de mano
dura de Donald Trump frente a los que quieren discriminalizar las entradas
irregulares.
El veterano
senador de Vermont, en su segundo intento por convertirse en candidato
demócrata (en 2016 perdió ante Hillary Clinton), se erigió en garantía de una
economía más justa. Acabó admitiendo que la clase media pagaría más impuestos
si él llegaba a la presidencia, pero a cambio, aseguró, “pagará menos en
Sanidad”.
Lo que el
Partido Demócrata elige con estas primarias es, en resumen, si acude al duelo
contra Donald Trump con un candidato progresista pero no escorado a la
izquierda, capaz de seducir al votante de centro, a lo que apela una figura
como Biden, percibido como moderado. O si, por el contrario, eligen como
apuesta para la Casa Blanca a un político con una agenda económica marcadamente
socialdemócrata, como la de Sanders. Si optan por un político veterano varón
–Biden, un hombre, blanco y católico– o se atreve de nuevo con una mujer
–Warren o Harris– o con un joven como Buttigieg, muy solvente en el debate, muy
preparado.
A diferencia
del día anterior, cuando se mencionó muy poco a Trump, la noche de este jueves
los precandidatos sí le atacaron. Sanders fue muy duro: “Es un mentiroso
patológico, un racista, y ha mentido a los estadounidenses porque les dijo que
estaría con los trabajadores y no ha sido así, ha bajado los impuestos a los
más ricos y recortado la cobertura sanitaria”.
Fue una mala
noche para Biden porque partía como favorito, y resultó victoriosa para Harris
porque nadie esperaba que fuera la noticia. Pero faltan casi 500 días para las
elecciones presidenciales, ganar un debate no es ganar las primarias, mucho
menos la votación final contra Donald Trump.
Por AMANDA MARS/El País
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