EL EMPERADOR SIN CORONA; BURLA POR EL ESTREPITOSO FIASCO DE DONALD TRUMP EN SU VUELTA AL RUEDO POLÍTICO

NUEVA YORK (22 Junio 2020).- El bólido de Trump derrapó antes de arrancar en su vuelta al circuito de la carrera política.

Esta es la historia de como un prototipo de fórmula 1 se convirtió en un utilitario, después de tres meses y medio en boxes.

El mitin de Tulsa tenía que ser el regreso triunfal del presidente Donald Trump al territorio en el que un showman como él mejor se maneja, en un acto frente a sus bases y de verso libre.

“La última vez que vi una multitud tan pequeña fue la de la toma de posesión de Trump”, se mofó en las redes el congresista demócrata Brendan Boyle.

Los asientos vacíos en el BOK Center hablaban por sí mismos, y ya se sabe que a Trump le importa mucho el tamaño de la multitud.

Según el presidente, se había registrado un millón de peticiones de entradas.

La capacidad de ese pabellón es de 19.000 personas. El departamento de bomberos cifró el número de asistentes en 6.200, informó Axios. Fuera se montó otro escenario, al que acudirían Trump y el vicepresidente Pence, con capacidad para 20.000 espectadores. Se desmontó antes de que Trump aterrizara.

“Al presidente no le va a gustar lo que ve”, comentó el veterano periodista Wolf Blitzer en la CNN. “Van a rodar cabezas en el equipo de Trump”, apostillaron otros comentaristas.

“El emperador no tiene corona”, se burló Dan Pfeiffer, exconsejero de Barack Obama.

Jugaba en casa, en un estado que en el 2016 Trump ganó por 36 puntos. Había de ser el momento que cambiase la narrativa a una semana ignominiosa en la que se han acumulado despropósitos: dos sentencia liberales (a favor de los homosexuales y de los jóvenes inmigrantes sin papeles) dictadas por un Tribunal Superior dominado por conservadores; el intento fallido de parar la publicación del libro del exasesor John Bolton, en cuyas páginas, además de quedar como un idiota indocumentado, se confirma que Trump es un corrupto, y, bajo ese perfume de podredumbre, el remate por el despido del fiscal de Nueva York, Geoffrey Berman, que investiga al entorno del presidente.

Y, sobre todo, el meollo del asunto consistía en poner freno al goteo de que los meses de la pandemia y la agitación de las calles contra el racismo apuntan a un giro en el panorama electoral.

Las encuestas le dan unos índices de popularidad pésimos, de los peores a lo largo del mandato.

Sondeos, como el nada sospechoso de la Fox, su cadena amiga, que le dejan a doce puntos por debajo de su rival Joe Biden. Incluso estados muy rojos (conservadores) tienden al azul progresista.

A esto se suma otro vuelco en mayo. El exvicepresidente y los demócratas recaudaron 81 millones de dólares ese mes (20 más que en abril), superando a Trump y los suyos (74 millones).

El gran despegue de Tulsa se quedó en vuelo rasante. “Vamos a Oklahoma y apuesto a que habrá una multitud que nadie nunca ha visto, tenemos una cifra tremenda de solicitudes, probablemente algo que nunca ha ocurrido antes en una convocatoria política”, aseguró en los días previos.

“Lo de Oklahoma es increíble, las multitudes son increíbles”, insistió este sábado al emprender la ruta. En ese momento ya había ­tenido una erupción de ira. Cuando las cosas van mal, siempre pueden empeorar. A Trump le encolerizó que se filtrase que seis miembros de su equipo, la ­avanzadilla en Oklahoma, habían dado positivo de la Covid-19.

El epidemiólogo Anthony Fauci, la voz de la ciencia del Gobierno, sostuvo que él no asistiría a una cita así en plena pandemia. El presidente ignoró los consejos. Celebró su primer mitin en 110 días, la mayor reunión bajo techo en este país desde mediados de marzo, cuando se produjo la irrupción del coronavirus. Desde entonces han muerto 120.000 estadounidenses, hay más de dos millones de infectados y 40 millones han perdido su trabajo.

“Este mitin es una gran señal para el resto del país de que es el momento de ir hacia adelante otra vez”, indicó Tim Murtaugh, director de comunicación de la campaña del presidente. “El país verá el contraste entre los logros y el fracaso que aporta Biden”.

Si a Trump le da igual la salud, a muchos de sus entusiastas parece que no. Oklahoma es uno de los estados en que se registra un repunte de enfermos. Las autoridades locales advirtieron del riesgo y más cuando el público, siguiendo a su líder, hace gala de orgullo al prescindir de la mascarilla.

El contenido estuvo dentro del guion. Ni una alusión a la conmemoración del final de la esclavitud (19 de junio), ni un recuerdo a la matanza racial de Tulsa de 1921. Ni una muestra de afecto por George Floyd, ni una consideración al malestar en las calles por la brutalidad policial. De su boca salió deprecio hacia los “matones” o los que tiran estatuas –“quieren demoler nuestra herencia”–, y elogios a los uniformados. Dentro de ese discurso ya conocido, Trump menospreció el coronavirus –el virus chino– y se rió de los científicos. “Le digo a mi gente, frenad los tests, porque a más número de análisis, descubrimos más infecciones”, recalcó. Dada la alarma creada por estas palabras, la Casa Blanca aseguró luego que “era una broma”.

El mitin lo tuvo todo, como siempre, menos el público previsto. “ MAGA (hacer América grande de nuevo) less mega ”, menos gigante, ironizó la web conservadora Drudge Report . Para algunos, fue la confirmación del declive. Trump y los suyos culparon a los alborotadores y a la difusión de los medios, que hicieron crecer el miedo. “Bloquearon los accesos”, esgrimió Dan Scavino, jefe de campaña. En las imágenes no se vieron incidentes.

La congresista Alexandria Ocasio-Cortez hizo chanza porque jóvenes ociosos utilizaron las redes para engañar a la campaña de Trump sobre el interés que despertaba el mitin. El Twitter de Trump guardaba silencio respecto a la multitud de Tulsa.


Por FRANCESC PEIRÓN/La Vanguardia



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